𝘾𝙖𝙥𝙞́𝙩𝙪𝙡𝙤 2

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Llegué a casa y ordené todo lo que estaba fuera de lugar. Acomodé las camas y limpié toda la parte superior de la casa para después concluir con la parte inferior.

Cambié la falda negra de trabajo por un pants gris cómodo que solo me tapaba hasta media pantorrilla. Coloqué una hoddie gris encima de mi camiseta blanca y recogí mi cabello en un chongo despeinado. Puse un poco de música y comencé a limpiar la cocina al tiempo que cantaba y bailaba. Mi celular comenzó a sonar a lo lejos así que corrí. Cuando contesté me encontré con la voz de mi vecina.

– Hola, ______. – dijo la voz de la señora de edad avanzada.

– Hola, Sra. Lee.

– Dime Hyojung, ______. – me pidió.
– ¿Necesita algo, Hyojung?

– Es bueno que lo preguntes. Llamaba para pedirte que fueras por mí al supermercado. Necesito unas cosas para la cena y Jaehyun no me ha dejado las llaves del apartamento. Esperaría hasta que regresase, pero no tendré lista la cena. – me pidió.

– Por supuesto que sí, Hyojung. ¿Puede darme los productos que necesita?
– Toma nota.

Después de que la señora Lee me dictó todos y cada uno de los ingredientes para su cena supe que era lasaña. Puse unos tenis en mis pies y salí casi disparada de mi casa al auto. Me metí a éste y conduje hasta el supermercado a donde solía hacer mis compras y aproveché para comprarle algunas cosas a Minsung.
– Disculpe... ¿tiene especias? – le pregunté a una chica que estaba vestida con un delantal con las letras "GERENTE" en su gafete, que le colgaba justo al ras del hombro.
– Sí, ¿gusta que le ayude a encontrarlos? – me preguntó con voz amable.

– Por favor. – dije con un suspiro largo y reconfortante al final de la oración.

La chica me encaminó por los pasillos donde se montaban incontable número de frascos acomodados en orden y perfectamente alineados.
– ¿De qué tipo de especias necesita?
– Al parecer azafrán y algo de romero.
La chica asintió con la cabeza y buscó ágilmente los frasquitos con las especias y me ofreció a tomarlas.

– ¿Necesita algo más? – dijo mientras se acomodaba el delantal perfectamente al ras de su rodilla y acomodaba sus manos en su plexo solar mientras me sonreía abiertamente.

– Nada más. Muchas gracias. – le sonreí delicadamente y eché los productos finales de mi compra al carrito que se posaba frente a mí.

Di vuelta para dirigirme a las cajas donde se pagaba y choqué fuerte contra algo que no pude alcanzar a notar muy bien. Mi cuerpo calló al suelo con fuerza mientras mi cabeza retumbaba contra algo duro. No supe si era el suelo o alguna otra cosa. No era reconocible a simple tacto y eso lo hacía más difícil para mis sentidos.

– ¡Demonios! Dime que te encuentras bien, por favor. – dijo la voz varonil de alguien que se acercaba a mi posición y movía sus manos en torno a mi frente. – ¿Puedes escucharme?

– Lo hago perfectamente. – protesté mientras me levantaba del suelo con la ayuda del brazo del hombre que había sido la causa de mi accidente.

– Por favor, discúlpame. Intentaba alcanzar a mi hermano cuando saliste de la nada. – se excusó mientras me levantaba del suelo.
– Eh, tranquilo macho. Todo está bien.

Alcé la mirada y me encontré con un hombre no muy alto, de cuerpo fornido, ojos profundamente azules y un rostro indudablemente perfecto. No puedo negar la belleza que emanaba de sus poros y se reflejaba en esos ojos azul profundo. De repente mis piernas flaquearon y caí en sus brazos fuertes y llenos.

– Soy doctor, déjame examinarte.

– Tengo... tengo que llevar las...

– Tendrás tiempo para llevarlas luego. – protestó contra mi rostro.

– No son mías.

– Vale, deja que te examine rápidamente para saber que no has tenido una contusión y te dejo libre.

Arrugué la nariz luego de que sentí un zumbido y un dolor electrizante recorrer mi cabeza y me llevé la mano como reflejo a la parte donde se había desarrollado el golpe.

– Ouch. – me quejé.

Acerqué la mano a mi rostro y me encontré con sangre derramada sobre ésta.

– Definitivamente tienes que dejarme examinarte. – sus brazos me levantaron ágilmente de las piernas cargándome en brazos. – Ángel, lleva las cosas de...

– ______.

– Lleva las cosas de ______ a la caja y espérame ahí. No tardaré.

– ¿De verdad eres doctor? – pregunté interesada.

– ¿Lo dudas? – me retó con la mirada.

– Es solo que jamás había conocido a un doctor tan guay como tú.
Escuché su risa y de verdad me sentí perder las fuerzas, pero intenté no mostrarlo y cerré los ojos mientras presionaba mi mejilla contra su regazo.
– Hey, ______, necesito que me hagas un favor. No puedes dormirte, ¿vale? – me dijo alentándome a seguir con los ojos abiertos.

– Te prometo que no dormiré, pero necesito que me hables. – dije casi sin aliento.

– Vale... ¿dónde vives? – me preguntó intentando mantenerme despierta.

– ¿Acaso quieres secuestrarme, Dr. Guapo?
Rio un poco y sentí como me depositaba en una superficie suave y deliciosa.

– Solo quiero hacer la plática. Bueno, dime, ¿cuál es tu color favorito? – me preguntó.
– Los colores del atardecer. – dije mientras recordaba el día que pude observar un atardecer junto a Jungkook en el puerto, ese día que supe que lo amaba y que no podría olvidarlo jamás. Ese era mi momento favorito con él. De todos los que eran mis favoritos, ese era el más preciado de todos.
– ¿Te gusta la playa?

– Me encanta.

– ¿Vas muy seguido allá? – sentí sus manos recorrer mi cabeza y moverme delicadamente para obtener una mejor examinación de mi herida.

– No, hace cuatro años que no visito la playa.

– ¿Me juras?
– Te juro.
El doctor desconocido me sujetó del rostro y me habló suave y lento.

– Necesito que abras los ojos y me des el número de la persona a la que le hacías las compras, ______.

– Vale, ¿y por qué?

– Creo que tu herida es algo profunda y tendré que suturar un poco ahí. – dijo mientras acariciaba mi rostro tratando de reconfortarme. – ¿Tienes el número de esa persona? – me preguntó amable.

– Es el último número contestado. Mi móvil no tiene contraseña.
– Vale, te llevare al hospital y te curaré. Me llevaré tu celular. ¿Traes auto? – me cuestionó.

– Un Camry gris. Lo estacioné cerca de la farmacia.
– Bueno, regresaremos por él después de que te haya curado, ¿sí?

– Vale. ¿Ahora puedo dormir? – el chico rio de nuevo y me tocó la frente.

– No. Tendrás que hablarme más de ti. – agregó con tono agraciado. – Mi hermano pagará tus compras y se las llevará a la persona que te las pidió, yo le avisaré a quien quiera que sea esa persona y le daré a mi hermano la dirección y todo eso. Tú y yo iremos en mi coche al hospital ¿vale?

– Bueno, pero asegúrate que la señora Hyojung no entre en shock.

– Lo haré.
Abrí mis ojos y me encontré con el rostro perfecto del doctor desconocido. Lo miré a esos ojos azules hipnotizantes y ladeé la cabeza para mirarlo más.

– Dime, doctor encantador, ¿cómo te llamas? – le pregunté coqueta.

– Min Yoongi, para servirte.

Profesor de Sexo ll JJK +18Donde viven las historias. Descúbrelo ahora