Fase #2 || Joaquín

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Las leyendas no mueren

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Las leyendas no mueren

«Bienvenido al final de la era»

Mis ojos se abren repentinamente, una sensación de desestabilidad me arrasa por completo, todo a mi alrededor gira como si de un torbellino se tratará.

— ¿Dónde estoy? —susurro. Un sentimiento de angustia me llena el pecho.

Intento aclarar mi panorama pero solo hay oscuridad.

Una lágrima se suelta de mis párpados, esta cae sobre el asfalto.

Una sombra se mueve de un lado al otro frente a mí

Mi corazón da un vuelvo, siento como los latidos resuenan en mis oídos.

Intento ponerme de pie, pero, apenas lo intento, unas cadenas provocan un sonoro alarido.

La sombra se gira hacia mí, una sonrisa blanquecina se forma en la comisura de sus magullados labios.

Todos mis sentidos exclaman que escape pero me paralizo.

La dichosa empieza a hacer su aparición frente a mí.

— ¿Dó...donde es...es...toy? —tartamudeo.

La sonrisa del ente se expande hasta que las arrugas llegan a su frente. Su sonrisa no es tranquilizadora ni amable, es malvada y paranoica.

Sus dedos provocan un chasquido con el que quedo despojado de mis cadenas; una vez liberado, me pongo a correr en dirección contraria a la del ente.

Una risa tortura mi cerebro, haciendo que me arrodille agarrándome la cabeza de lo dolorosa que se siente.

—¿En serio intentas escapar de mí? —dice la sombra con su desquiciada voz, siento sus pasos en mi retaguardia—. Te daré una pista: Los héroes siempre son recordados, pero las leyendas nunca mueren.

Mi corazón da un segundo vuelco, giro mi cabeza lentamente hacia atrás y presencio la alta e imponente figura. Un escalofrío me invade de pronto.

Unas velas son encendidas alrededor de mí.

Sin pensarlo dos veces, empiezo a retroceder.

— ¿Qué quieres de mí?

Su sonrisa vuelve a ensancharse.

—Fácil, que seas mi siervo.

Las lágrimas afloran libremente mi rostro, provocando que esté arda en preocupación.

La sombra me agarra por detrás, cerrando mis ojos, pataleo en sus brazos intentando zafarme, pero no lo logro. Mi cuerpo empieza a debilitarse, quedando solo el sentimiento de temor.

Mis manos y pies son posadas en una superficie de madera, un clavo las traspasa provocando que la sangre salga libremente de mí. Todo para que no pueda escapar, alaridos de dolor dejan mi boca.

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