👑Capítulo II👑

10.3K 809 26
                                    

Luego de que el juicio se diera por terminado, fui empujada con más cuidado hacia el interior de un castillo. Aquellos hombres que habían estado frente a mí en mi casi tortura, en ese momento se encontraban caminando unos pasos más adelante.

El señor que era visiblemente mayor y que cuyo nombre era Arthur, le informaba cosas sobre el pueblo y el otro hombre solo escuchaba. El líder de donde sea que estuviera era un hombre alto, bastante fuerte aunque sin encontrarse demasiado marcado y su cabello le llegaba justo a la nuca.

Iba inmersa en mis pensamientos cuando en un intento por visualizar una posible salida, alcé la mirada hacia adelante, topándome con aquellos tan claros y fríos como el agua de un lago en pleno invierno. De inmediato bajé la cabeza, volviendo a tener la mirada sobre mis manos.

Bajo su fija y acusatoria mirada me sentía pequeña e indefensa y ese lugar me intimidaba.

Me abracé a mí misma para tratar de protegerme y también para evitar que él notara el temblor de mi cuerpo. Podía sentir su mirada sobre mí, examinándome detenidamente, buscando algún movimiento sospechoso o esperando a que hiciera algo que demostrara que era una espía para poder ejecutarme sin ningún problema.

Cuando su atención volvió a estar nuevamente sobre el hombre que estaba a su lado pude soltar el aire que había estado conteniendo.

Ambos entraron por una puerta que se encontraba al fondo del pasillo por el que habíamos estado avanzando y yo fui llevada a una habitación en el segundo piso. Era bastante grande y bonita a pesar de ser rústica.

Era consciente que de no iba a poder escapar de allí. En la habitación había un vano, pero estaba demasiado alto como para saltar y caer bien. También estaba el hecho de que en esos momentos había personas custodiando la puerta. No habían hablado, pero dudaba mucho que me hubieran dejado sola y campante por allí cuando creían que era una espía.

Al poco tiempo tocaron la puerta e ingresaron unas mujeres que llevaban consigo un par de vestidos como los que ellas utilizaban y una gran jarrón.

— Debe lavar su cuerpo y vestir estos ropajes. — Dijo una de ellas mientras los ponía sobre la cama.

Vi que la otra mujer se dirigía a una sección que no había visto y tiempo después salió anunciando que la bañera estaba listo.

— ¿Por qué? — Ellas se miraron entre sí antes de contestar.

— Nos lo ordenaron, señorita. — Hice lo que me dijeron y dejé que las dos organizaran esos vestidos en el espacio correspondiente.

Me mantuve sumergida en el agua hasta que mi cuerpo estuvo relajado y limpio. Cuando salí, me vestí con uno de esos ropajes y desenredé mi cabello con los dedos.

— ¿Podrían decirme qué día es hoy y dónde estamos? — Pregunté en voz baja, casi inaudible.

— Diecisiete del quinientos nueve y nos encontramos en nuestra amada Europa, señorita. — Dejé escapar un jadeo.

— Ay por Dios... — Susurré para mí y sin poder evitarlo comencé a llorar.

¿Europa? ¿Cómo era posible?

Supuestamente estábamos en la Europa del año quinientos nueve y si aquello era cierto, estaba más lejos de mi hogar de lo que había creído. Para esas fechas ni siquiera mis bisabuelos habían sido pensados.

Pero, ¿cómo había llegado hasta allí?

Las mujeres intentaron calmar mi llanto, pero ellas no podían hacer mucho porque no conocían el motivo de mis lágrimas. Sus palabras fueron interrumpidas por el estruendo causado por la puerta de aquella habitación, esa que había sido abierta con tanta brusquedad que golpeó la pared.

Destino Medieval© EE #1 [En Edición]Where stories live. Discover now