👑Capítulo XXVII👑

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La mañana siguiente a la coronación fue terrible, mi estómago se encontraba revuelto y por lo mismo no pude comer como era debido, algo que comenzó a pasarme factura un par de horas después. Mi estómago no dejaba de gruñir y no podía concentrarme en la montaña de papeles que en esos momentos tenía frente a mis ojos.

Estaba con Malek en su despacho, leyendo pergaminos enviados desde diferentes pueblos de Europa. Se suponía que mi trabajo consistía en aconsejarlo para que tomara buenas decisiones y lo hacía, pero no con demasiada frecuencia. Malek sabía lo que debía hacer en la mayoría de situaciones, por lo que gran parte del tiempo estuve observando su perfil y rogándole a mi estómago para que me dejara en paz.

— Elizabeth...— Murmuró Malek mientras sonreía levemente.

No pude evitar que la vergüenza sonrojara mi rostro. Aunque no lo dijo explícitamente, era obvio que le había resultado imposible seguir ignorando los borborigmos de mi ruidoso estómago.

Por suerte, en esos momentos lo único que se veían eran mis ojos porque estaba recostada sobre mis brazos, ocultando la mayor parte de mi rostro entre ellos.

— Lo lamento. — Susurré por lo bajo.

— No debería. — Puso su mano sobre mi cabello y lo acarició suavemente. — Arthur, dígale a las mujeres que la reina desea alimentarse.

— Como ordene, su majestad. — No lo vi salir, pero sí escuché cómo abría y cerraba la puerta.

— ¿Ha terminado? — Le pregunté cuando vi que no retomaba sus labores.

— No, usted no me lo permite. — Colocó su brazo sobre el escritorio y puso su cabeza sobre él, muy cerca de la mía. — ¿Está aburrida? — Asentí levemente. — Lo lamento.

— No tiene que disculparse por algo así, no tiene la culpa. — Acerqué mi rostro al suyo y besé sus labios castamente. — Cuando terminemos deberíamos ir a dar un paseo. Podríamos ir a la cascada para jugar con el agua y ver el atardecer. ¿Qué le parece?

— Se hará lo que mi reina desee. — Aseguró con una sonrisa en los labios.

— Majestades. — Mi cuerpo se enderezó abruptamente, tomando una distancia prudente de mi esposo a pesar de que no estábamos haciendo nada malo.

— Pase. — Ordenó mientras se erguía con elegante lentitud y sonreía ladeadamente.

Se estaba burlando de mí y tenía motivos para hacerlo...

— Los alimentos esperan por la reina. — Dijo una chica bastante joven que trabajaba en la cocina.

Malek le dio un corto asentimiento para hacerle entender que había escuchado sus palabras y que podía retirarse, por lo que ella hizo una pequeña reverencia y volvió a dejarnos solos. Cuando la puerta se cerró, él se puso de pie y extendió su mano para que la tomara.

— Vayamos a alimentarla. — Tan pronto sintió el calor de mi mano sobre la suya, entrelazó nuestros dedos.

Salimos de su oficina sin soltarnos las manos y continuó siendo así durante unos minutos, pero poco después decidí liberarlo para poder girarme y caminar hacia atrás mientras lo observaba.

— Va a caerse...— Su ceño se frunció un poco y trató de acelerar sus pasos lo suficiente como para poder rodearme con sus brazos por si llegaba a tropezar con mis propios pies.

— No lo haré. — Saqué la lengua antes de volver a girarme para caminar como era debido. — Usted nunca me dejaría caer. — Él asintió, dejándome saber que estaba de acuerdo con mis palabras.

Destino Medieval© EE #1 [En Edición]Dove le storie prendono vita. Scoprilo ora