👑Capítulo XVII👑

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Charlotte, la desesperante hija del duque de Vielnatt, había vuelto y se paseó descaradamente frente a mis narices. Ella llegó igual que la primera vez, sin ser invitada y mucho menos bien recibida.

En el castillo no había nadie que soportara su horrible forma de ser, ni siquiera Arthur y ese hombre era un pan de Dios, un ángel enviado por nuestro creador para llevar calma en medio del caos.

Ella era una mujer que llamaba la atención a donde quiera que fuera porque era alta, esbelta, de cabello rubio, ojos azules y tenía mucha confianza en sí misma. Parecía una muñequita de porcelana hasta que abría la boca, solo entonces las personas notaban lo terriblemente superficial, cruel y caprichosa que era. Tal vez por eso se me parecía tanto a Jenna, porque ambas compartían mucho más allá que el físico.

A ambas las veía como a dos niñas que no importaba lo que hicieran, sus padres siempre irían a limpiar sus desastres.

— ¿Por qué no se ha ido de estas tierras? — Preguntó frente a muchos de los sirvientes y soldados que custodiaban el castillo.

Era consciente de que Malek se iba a enterar de aquello sin que yo se lo dijera, pero ella era tan... Charlotte no estaba pensando en las consecuencias que podían tener sus acciones y palabras.

— Este castillo y las tierras en las que se encuentra, no son suyas ni de su padre, hija del duque de Vielnatt. — Ella rio por lo bajo mientras daba un paso hacia mí. — El rey me ha permitido vivir en su pueblo.

— No me cause malestar, mujerzuela. Aléjese del rey o le aseguro que le haré más daño del que pudo haberle causado Xander Lonstrank. — Dio otro paso. — Es posible que muchos hombres y mujeres la respeten, pero yo no lo haré, no le mostraré respeto a una mujer que solo traerá desgracias a estas tierras. Usted es solo una mujerzuela que se aprovecha de la bondad del rey de Britmongh, pero haré que Malek vea quién es en realidad la sucia mujer a la que decidió proteger. — Sus labios temblaron un poco y supuse que se debía al malestar que sentía hacia mí. — Obtendré lo que se me fue arrebatado y usted no podrá hacer nada para impedirlo. — Su perfume me golpeó la nariz con fuerza.

No sabía qué era lo que se había echado, pero no me gustaba en absoluto.

— Debería tener cuidado con lo que dice. — Le advertí con un tono de voz tranquilo. — No pase los límites. — La realidad era que estaba más concentrada en sacar ese olor tan fuerte de mis fosas nasales que en escuchar las palabras que salían de su boca.

— ¿Me está amenazando? — Se acercó aún más a mí, intentando que retrocediera, pero no eso sucedió.

A pesar de que su perfume me estaba asfixiando, no me moví ni un solo centímetro.

— Puede tomarlo como quiera, Charlie. — Dije antes de sonreír levemente, algo que a ella no le gustó en absoluto.

— No sea insensata. Si lo que desea es estar entre las mantas del rey, lamento decirle que no lo logrará. El rey Malek no se unirá con una mujerzuela como usted. — Mi mano se alzó por sí sola y se estampó contra su mejilla izquierda con tanta fuerza que el eco del golpe acalló cualquier sonido que hubiera en el castillo en esos momentos.

Durante una pequeña fracción de segundos nadie dijo nada y tampoco hubo movimientos. Sin embargo, poco tiempo después Charlotte comenzó a girar su cabeza y gracias a eso pude ver la marca de mi mano en su piel.

— No necesito que me respete porque no me considero nadie importante para ello, pero no voy a permitir que me hable de esa forma, mucho menos frente a los hombres y mujeres que se encuentran a nuestro alrededor. — Su labio inferior temblaba, posiblemente por la rabia que sentía al haber sido humillada frente a los servidores del rey y a manos de una mujer que ante sus ojos era un ser insignificante. — Cuide sus palabras. — Giré sobre mi propio eje y me dispuse a caminar hacia la biblioteca.

A medida que avanzaba, el silencio se tornaba cada vez más espeso. La sorpresa de las personas con las que había estado conviviendo hasta ese momento debía ser grande, sobre todo porque las únicas veces que me habían visto o escuchado alzar la voz o agredir, habían sido hacia Malek y solamente fue cuando nos llevábamos bastante mal.

En circunstancias como esas me alegraba de que Malek no estuviera en Britmongh porque de haber estado allí me habría reñido. Era muy probable que se sintiera orgulloso de mí porque me defendí, pero eso no quitaba que le hubiera causado desagrado verme abofeteando a otra persona, en ese caso, a la hija del duque de Vielnatt.

Estaba segura de que mis acciones iban a tener sus respectivas consecuencias, pero estaba dispuesta a hacerme cargo de ellas con la frente en alto. No pensaba permitir que Malek tomara mis problemas y los volviera suyos. Si era necesario, iba a decir que la hija del duque se había acercado demasiado y que me insultó, eso debía servir para algo.

A menos que tomaran en cuenta su estatus, entonces tendría que luchar mucho para evitar un castigo cruel y que posiblemente terminaría con la amputación de alguna parte de mi cuerpo o con la muerte.

Estuve un buen tiempo leyendo gran parte de los pergaminos que Malek tenía en su biblioteca, pero lastimosamente y a pesar de que me interesaba cada cosa que se encontraba allí escrita, no podía concentrarme del todo.

— ¿Cómo estará? — Pregunté entre suspiros.

Lo extrañaba mucho y parecía que el tiempo se resistía a avanzar rápidamente para que la espera se hiciera menos tediosa. No sabía cuánto tiempo había transcurrido desde la última vez que lo vi, pero se sentía como una tortuosa eternidad.

Añoraba verlo caminar por el castillo con el ceño fruncido mientras le daba órdenes a todos y pretendía que al instante todo estuviera como él deseaba, pero también me hacía falta ver la forma en la que sus ojos se cerraban cuando se reía o cómo fruncía la nariz cuando algo no era de su agrado. Eran esos pequeños detalles los que volvían a mi cabeza y formaban un nudo en mi garganta.

Esperaba con ansias el momento en el que Malek y los soldados ingresaran a Britmongh victoriosos y sin un solo rasguño. Era capaz de dar lo que fuera con tal de tenerlo frente a mí y poder fundirnos en un cálido y reconfortante abrazo.

A pesar de que me mantenía orando por la salud y el bienestar de todos ellos, me preocupaba que algo les hubiera sucedido. Por lo poco que los había visto entrenando sabía que eran fuertes y ágiles, pero eran humanos, seres que sentían y padecían, personas que podían enfermar, sufrir heridas y debilitarse hasta morir.

Eran tantas las formas en las que un ser humano podía morir...

— Ya basta, Elizabeth. — Me reñí a mí misma.

Estaba siendo negativa y eso no me ayudaba en nada, al contrario, me desesperaba y no era lo que necesitaba en esos momentos.

Cada cierto tiempo se escapaba de mí un suspiro lleno de cansancio y aburrimiento. Extrañaba mucho a Malek y el tiempo pasaba con delirante lentitud cuando su presencia no se hacía sentir por los alrededores. Los días comenzaban a pasar y yo sentía como me iba haciendo parte del suelo en el pasaba la mayor parte del día.

Estaba sintiendo en carne propia prácticamente lo mismo que las parejas y familiares de todos los hombres y mujeres que en algún momento de sus vidas tuvieron que ir a la guerra. Aquella incertidumbre, el miedo, la impotencia... Si la espera era tortuosa, no deseaba descubrir lo desgarrador que podía llegar a ser perder a un ser querido de una forma tan trágica y violenta.

No, él estaría bien. Todos regresarían con sus respectivas familias porque cada uno de ellos sabía que tenían que cumplir con las promesas que habían hecho antes de partir.

Malek, tenía que volver, me lo prometió. Antes de partir, el hombre de los ojos azules me prometió que al regresar nuestra relación tomaría más seriedad, aseguró que nos casaríamos y yo confiaba en su palabra.

— Sigo aquí, esperando por ti...— Susurré por lo bajo.

No importaba el tiempo que pasara y tampoco cuán aburrida, triste o cansada me sintiera, continuaría esperando por su llegada. Malek se había metido en mi piel, corazón y mente de una forma que jamás imaginé que podría llegar a suceder. 

Destino Medieval© EE #1 [En Edición]Where stories live. Discover now