👑Capítulo XVIII👑

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Antes de irse, Malek mencionó levemente que para aquellas fechas se llevaría a cabo una reunión en el castillo, una que no podía ser cancelada a causa de su ausencia. Desde que me lo dijo traté de mentalizarme en que sería un evento con pocas personas, que tal vez irían sus más cercanos y poco más, pero cuando llegó el día, mi rostro estuvo a punto de caerse en pedazos.

Deseaba creer que se le había olvidado decirme que me encontraría rodeada de más de cien invitados, sin embargo, la realidad era que parecía haber sido algo hecho a posta para que me diera un infarto.

Arthur estaba allí en lugar del rey de Britmongh, abogando y refutando, algo que era un alivio para mí porque no tenía que abrir la boca para decir ni una sola palabra. Sin embargo, la presencia del sabio y hábil consejero no me protegía de las miradas y tampoco de los incesantes cuchicheos. Según me habían informado el conde Reli Fracci y el duque Trubaldus Digardi, no importaba que Arthur tuviera la voz cantante porque de cara a la galería, quien representaba a Malek era yo, su prometida.

Toda esa atención sobre mí me tenía nerviosa, tanto que mis manos estaban frías y no paraban de sudar. De entre todas las preocupaciones que tenía en esos momentos, la mayor de ellas era hacer alguna tontería y que eso pudiera afectar negativamente en la reputación de Malek. Debía ser una mujer seria, elegante, prudente y tener buenos modales, eso era lo único que debía hacer y hubiera sido algo sencillo de realizar si en el castillo no habría más personas de las que podía contar con los dedos.

Por ese motivo, por mucho que me hubiera gustado creer que se le había olvidado mencionarme la cantidad de invitados que asistirían, sabía que lo había hecho a propósito. Malek no estaba allí para decírmelo, pero de alguna forma era consciente de que esa era su manera de dejarme saber que debía acostumbrarme a ese tipo de eventos y tenía razón.

Si iba a casarme con el rey de Britmongh mi deber era acostumbrarme a la atención que recibiría en todo momento y a los protocolos de la época.

— Hay demasiadas personas...— Suspiré por lo bajo.

En ningún momento me separé de Arthur porque sentía que podía perderme y que jamás sería encontrada debido a la gran cantidad de personas que caminaban de un lado a otro.

A pesar de que los invitados solo tenían permitido estar en la sala de reuniones y salón, teníamos que tomar nuestras debidas precauciones. Por ese mismo motivo les había pedido a todos que cerraran con llave el resto de las puertas. Prefería prevenir a escuchar los gritos de Malek por todo el lugar, rabiando porque algo se había roto o desaparecido. Arthur rio ante mi preocupación, pero se mostró de acuerdo con mi decisión y personalmente se encargó de hacer esa tarea.

Mientras observaba al señor Digardi y a Fracci, no pude evitar pensar en la confianza que debía tenerles Malek. Si bien el conde lo desquiciaba y no le caía precisamente bien. Era un hombre que le era leal y eso el rey de Britmongh lo tenía en mente.

Aunque no era correcto que una mujer se mezclara con los hombres y hablara sobre sus temas de conversación, debía mantenerme cerca de los aliados de Malek para empaparme de la mayor cantidad de información posible y saber defenderme en cualquier momento, ya que si cometía un solo error, la reputación del rey podía caer en picada.

El señor Digardi, duque de Rafgli, estuvo a mi lado para explicarme cualquier cosa que me causara conflicto y el conde de Sdon se dio a la tarea de alejar a todos los hombres que según él, se acercaban para cortejarme. La realidad era que a nosotros se habían acercado bastantes señores, pero dudaba mucho que lo hubieran hecho con la intención de cortejarme o propasarse conmigo.

— Conde, deje de alejar a todos. — Sonreí levemente. — No creo que tengan malas intenciones.

— El rey me mataría sin dudarlo si llegara a escuchar que permití que otro hombre se acercara a usted con la intención de cortejarla. — Dijo mientras miraba de forma desafiante a un hombre que pasaba frente a nosotros.

— Pensé que usted no le temía, Conde. — Si mi memoria no me fallaba, creía haber escuchado que él y Xander, eran los únicos que se atrevían a enfrentar a Malek sin temor a morir.

Estaba siendo muy exagerado con respecto a la protección de la prometida del rey solo porque él era considerado un feroz rival al que no muchos querían enfrentarse.

No sabía en qué momento en específico Malek y Reli habían conversado, pero por lo que podía intuir, al conde le habían dado instrucciones específicas. Fracci no dejaba de repetir una y otra vez que si algo salía mal o si llegaba a sucederme algo, aunque fuera una mínima tontería, la cabeza de él rodaría por toda Europa, siendo arrastrada por un caballo salvaje.

— Por supuesto que le temo. — Afirmó. — Por favor señorita, manténgase a mi lado. No deseo convertirme en otro conde ejecutado por un rey molesto. — Fijé mi mirada en el rostro de Fracci, quien lucía nervioso.

— ¿A qué se refiere con otro conde ejecutado por un rey molesto? — Él me observó de reojo y luego siguió estando atento a nuestro alrededor.

— Es bien sabido que los reyes son capaz de ejecutar a condes, duques y marqueses por no obedecer órdenes o porque les son inservibles y créame, no deseo ser uno de ellos. Quienes pronto formarán parte de ellos serán el duque de Vielnatt y su hija, quienes no han dejado de hablar de usted y de mirarla con desprecio. El rey Malek no tendrá compasión con ellos. Si no soy quien le dice lo sucedido, lo hará alguno de los hombres y mujeres aquí presentes. — Habló apresuradamente.

— No creo que eso vaya a suceder, conde. Malek no entraría en problemas diplomáticos por ese tipo de actos. — Aseguré bajo la mirada incrédula del hombre.

— Señorita, el rey de Britmongh jamás había presentado a una mujer ante la sociedad, mucho menos como su prometida y tampoco había protegido a alguien como lo hace con usted. Todos estos hombres y mujeres son conscientes de que no pueden causarle malestar, señorita. Si alguno se atreviera, correrán ríos de sangre entre los caminos del responsable y por toda Europa. — Fruncí un poco el ceño, casi sin que se notara para no perder la elegancia que debía tener. — Yo mismo puse en peligro mi propio cuello en nuestro primer encuentro, cuando vine a observar si las habladurías eran ciertos.

— Deje de intentar asustarme, no creo que el rey fuera a hacer algo como eso. — Él se rio con notorio sarcasmo.

— Señorita, todos los aquí presentes sabemos que si usted pide la cabeza de cualquiera como muestra de amor y lealtad, él personalmente iría a cortarla y se la entregaría entre joyas. Pienso que no se ha dado cuenta de cuán importante es usted y el valor que tiene para el rey. Créame señorita, cuando le digo que él haría todo por usted, no lo digo solo por hacerlo. — Sus palabras me habían dejado impactada pero ante todo conservé la calma.

— ¿Cómo está tan seguro de eso? — Fracci volvió a reír.

— Solo hay que observar la forma en que se comporta estando con usted. Además, de haber insistido un poco más en querer cortejarla el día que fui a conocerla, él me habría cortado la cabeza. Puedo asegurar que el rey no hubiera dudado en sacar su espada y cortarme la garganta. — Dio un corto asentimiento. — Solo basta con observar la forma en que la ve, la trata, le habla y se preocupa por su bienestar. Como le dije, si usted llegara a derramar una sola lágrima por culpa de alguna de estas personas, él se encargaría de que el suelo de nuestra amada Europa fuera teñido con la sangre del osado. — Negué levemente con la cabeza.

— Lo lamento conde, pero no puedo creer en sus palabras. — Él miró nuevamente a nuestro alrededor, buscando y asegurándose de que nadie se me acercara.

— Por supuesto que no me creerá, no lo ha visto verdaderamente molesto y mucho menos defendiéndola con todo su poder. Malek nunca le mostrará a su amada su mal carácter y lo que éste puede ser capaz causar. Estas personas no saben lo que podría sucederles con tan solo mirarla, futura reina. — Sonrió con burla y orgullo.

No podía creer esas palabras.

Había visto a Malek molesto y sabía cuán aterrador podía llegar a ser, pero, ¿de ahí a matar a alguien solo por hacerme llorar? No podía, simplemente no era capaz de imaginar a mi novio con las manos manchadas de sangre porque alguien se había metido conmigo. 

Destino Medieval© EE #1 [En Edición]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora