👑Capítulo VIII👑

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Luego de que el rey recibiera un zapatazo de mi parte y que Arthur apareciera, Malek salió del aposento y les ordenó a sus sirvientes que se alejaran de allí. No sabía si su orden había sido dada para que dejara de estar acurrucada en aquella esquina durante toda la noche o si fue porque no vio necesario que tantas personas estuvieran en un mismo pasillo, pero su actitud no iba a hacer que me relajara. Mientras lo observaba salir del aposento tomé una decisión y era que no iba a permanecer ni una noche más en aquel castillo.

No iba a esperar a que volviera a hacerme daño.

Después de asegurarme de que nadie fuera a ingresar en la habitación, tomé las pocas pertenencias que habían viajado conmigo a la Europa del año quinientos nueve y las puse en mi cartera de tela antes de comenzar a pensar en mi plan de escape.

No conocía cada rincón del pueblo, pero lo que pude ver durante mis pocas salidas era suficiente para poder salir sin ser atrapada en el intento.

Salí sigilosamente del aposento y avancé de puntitas por los pasillos hasta llegar a la entrada principal. Cuando me encontré en el exterior del castillo me cubrí el cabello ya que la única salida que conocía estaba por pueblo y si algún habitante llegaba a ver el color rojizo que tenía mi cabellera, me reconocerían e irían al castillo para delatarme.

Una vez que me encontraba al lado de las viviendas comencé a bordear el pueblo para tratar de encontrarme con la menor cantidad posible de pueblerinos y una vez que di con los límites de los terrenos de Malek, me adentré en línea recta al espeso y oscuro bosque que rodeaba a Britmongh.

No iba a ponerme a pensar en los animales que debían encontrarse por ahí, observándome mientras caminaba sin rumbo alguno. Tampoco deseaba saber el tipo de personas que podrían vivir en los alrededores porque si lo hacía no continuaría avanzando.

Seguí caminando lento, pero a pasos seguros y cuando vi una rama lo suficientemente gruesa como para que me sirviera de arma, no dudé en tomarla y sujetarla con fuerza. Si llegaba a escuchar aunque fuera un ruido mínimo o a ver un leve movimiento, no dudaría en golpear lo que fuera que se encontrara a mi alrededor.

No me adentré demasiado, solo lo suficiente como para no ser vista por los pueblerinos, pero sin caminar hacia el centro del bosque porque sabía que allí se encontraría lo más peligroso.

Apreté con fuerza la rama que tenía entre las manos y aceleré un poco mis pasos. Mi cuerpo se sobresaltó cuando escuché que una rama se partía y comencé a observar hacia todas partes para evitar ser atacada por sorpresa.

— Una mujer en mis tierras... — Me giré bruscamente hacia el lugar en donde creí haber escuchado la voz un hombre.

Un horrible escalofrío recorrió todo mi cuerpo al ver quién era mi acompañante en aquel oscuro y recóndito lugar.

Era él, el hombre al que Malek me había entregado cuando pensaba que era una espía. Ese sujeto se encontraba frente a mí, sonriendo ladeadamente y observando mi cuerpo con descaro, causando que me sintiera sucia y desprotegida.

— Por lo que veo, usted está destinada a pertenecerme. — Murmuró antes de que su sonrisa se ensanchara.

Tras escuchar esas palabras sentí un fuerte golpe en la parte trasera de la cabeza que me desorientó por completo. Todo a mi alrededor se tornó borroso, dejé de escuchar el canto tenebroso de los animales nocturnos y caí al suelo justo antes de perder la consciencia.

Abrí los ojos con pesadez e inmediatamente llevé mi mano izquierda hacia la cabeza para tratar de aliviar el dolor que sentía. Poco a poco examiné la estancia en donde me encontraba y solo entonces me percaté que no estaba en el castillo de Malek.

Destino Medieval© EE #1 [En Edición]Where stories live. Discover now