capítulo 21

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Sus ojos me miran fijamente y siento que me está reclamando que si yo hubiese estado ahí, no hubiera pasado.

—Y no estoy reclamando nada— contesta como si me hubiese leído la mente. —Simplemente quiero saber por qué estaba sólo.

No sé si contarle todo lo que ha pasado, es su hijo y claramente siempre va a estar de su parte, pero siento que esto ya está yendo demasiado lejos, así que me decido por contarle.

Doy una respiración profunda, cerrando los ojos y cuando los abro ella sigue ahí, expectante, seguro debe estar pensado lo peor de mí.

—Hace semanas que nuestra relación se volvió inestable y tóxica, creo sus altibajos emocionales no lo han dejado pensar ni actuar de la manera correcta, aunque muchas cosas han sido mi culpa, tuvimos una discusión y me quedé en la casa de un amigo, él no lo conoce y jamás se me ocurriría ir a buscarme allá— digo la verdad a medias. —Yo se lo usted vivió y sigue viviendo con su esposo, sé que Ariel es su hijo y siempre va a estar ahí para el, para defenderlo, pero...

—Hija— posa una de sus manos encima de las mías y continúa. —Si, es mi hijo, pero jamás voy a permitir que haga sufrir a una mujer de la misma manera que su padre a mi, por que nadie lo merece, cualquier decisión que tomes, tienes mi apoyo, por que en esto, ni tu, ni Ariel son felices —sonríe cálidamente.

Se me viene a la mente mi Mamá, ella, Elena y yo hemos pasado por situaciones parecidas y tiene razón, nadie merece pasar por esto. Le devuelvo la sonrisa y asiento.

—Ahora yo vuelvo al hospital y tu quédate a descansar un rato, ¿vale?

Cuando sale, me dirijo al cuarto y me aviento a la cama, me duele todo, los pies, la cabeza, me siento cansada, no solo física, si no también mentalmente, sin darme cuenta me quedo dormida.

                               ***

Ariel

Abro los ojos y la misma habitación que vi hace unas hora o días me resive nuevamente, no sé por cuánto tiempo llevo dormido, pero quisiera seguir así, durmiendo y no despertar nunca más.

Estoy nuevamente canalizado y me duele la cabeza y las muñecas. Se escucha el sonido de la puerta y dirijo mi mirada hacia la figura que acaba de entrar: mi mamá.

—Hijo— se acerca lentamente como si me tuviera miedo. —¿Cómo estás, mi amor?, ¿estás mejor?

—¿Dónde está Irina? — es lo único que sale de mi boca, recuerdo haberla visto aquí, con lágrimas en sus bonitos ojos cafés, esos que tantas veces me miraron con amor y que ahora solo lo hacían con enojo o pena y lo que más me duele, es que yo mismo cause eso, maldita sea.

—Hace rato estuvo aquí —menciona sentandose en el banco

—¿Cuánto tiempo llevo aquí?

Intento levantarme, pero desisto de ellos cuándo me mareo y siento como me punzada la cabeza

—Sólo unas horas— se acerca más y pone sus manos en mi pecho para impedir que me levante. —¿Neceistas algo?

—Quiero verla

—Hijo, no puede venir ahora, ella está descansando y...

—¡Que quiero verla!, ¿no escuchas o que?— grito. Sus ojos se aguanee a poco, pero los aprieta para evitar derramar alguna lágrima, se que esta tratando de no llorar enfrente mío.

No suelo gritarle, por que es mi madre y le tengo respeto, pero me jode que me contradigan o que no me dejen hacerlo algo.

—Quiero verla, por favor— pido más tranquilo dando una respiración profunda y cerrando los ojos.

—Bien, voy a llamarla— dice y sale de la habitación dejándome sólo, como lo he estado siempre.

Me paso las manos por la cara despacio ya que duele, mi cabeza vuelve a punzar y aprieto los ojos.

Soy tan inútil, ni para matarme sirvo, hubiese hecho cortes más profundos o me hubiese encerrado así nadie habría entrado y ahora estuviera en un puto cajón tres metros bajo tierra. No lo hice solo por Irina aunque fue mi razón principal, si no, por que toda mi vida es una mierda.

Desde que Alonso murió, nada en mi familia ha sido como antes, aún me siento culpable, debí morir yo en ese accidente y no él. Desde ese día nada volvió a ser igual, mi papá comenzó a golpear a mi mamá sin razón alguna y a culparme a mi tantas veces sobre lo de Alonso que terminé creyendolo.

Cierro los ojos.

Aún recuerdo ese día en el que le pedí que me llevara a una de sus fiestas, siempre decía lo bien que la pasaban, después de tanto insistirle aceptó y me llevo con él, todo transcurría bien, pero se le pasaron unas copas demas y me pidió a mi que manejara el auto, eran las 2:30 de la mañana, yo apenas empezaba a manejar y tenía muchísimo sueño, no tengo idea de que paso, pero en un sólo parpadeo vi como una pipa de gas se estrelló contra nosotros y lo último que escuché fue un fuerte pitido, un sonido de sirenas y después vi todo negro.

Ese fue el último día que vi a mi hermano con vida y la última noche que reí verdaderamente, cuándo desperté al siguiente día, nadie estaba conmigo, después me avisaron que había muerto al instante y no pudo hacer nada más.

Abro los ojos y varias lágrimas ruedan por mi mejilla, odiaba llorar, mi papá me había dicho tantas veces que llorar no servia de nada, sólo te hacía más débil.

Ahora sólo quiero descansar, cerrar mis ojos y no volver a abrirlos nunca.

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Creo que en este capitulo conocemos un poquito más de la vida de Ariel, ¡Gracias por leer!

No más ✔ [sin editar]Where stories live. Discover now