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La sensación asfixiante que le aparecía antes de la terapia la recorrió lentamente, el día era soleado y no paraba de pensar en que platicaría esa ocasión con su psicóloga. Entro en el pequeño consultorio y solo se sentó en silencio sin saludar.
- ¿Cómo te encuentras? ¿Qué tal la salida? - Kaiteki hablo en su típico tono animado, sin embargo no recibió respuesta. - ¿Ocurre algo? - La miro con preocupación.
- ¿Por qué estoy así de enferma? ¿Por qué me hice esto? - Usui soltó esas preguntas que le quemaban el pecho, no entendía porque se ocasionaba tanto sufrimiento si tenía gente cercana que la apreciaba y ayudaba. ¿Realmente valía la pena morir por querer ser así de delgada? ¿O era otra cosa aún más profunda?
- Usui-chan, tranquilízate. - La mujer coloco su mano en el escritorio. - Esas respuestas que pides solo las tienes tu, pero yo te ayudare a encontrarlas. - Se inclino sobre el escritorio buscándole la mirada. Usui se atrevió a mirarla con los ojos llorosos.
- Yo no quiero seguir viviendo así, quiero una vida normal.- Sorbio su nariz y trago saliva intentando deshacer el nudo en su garganta.- Pero a veces siento que no merezco vivir, que desde que nací hay algo mal conmigo, como si no fuera bienvenida en este mundo.- Dijo con simpleza limpiándose las lágrimas con las mangas de su sudadera.- Mi madre murió en el parto cuando yo nací...- Empezó a narrar.- Mi padre era agresivo conmigo, pero no era malo ¿Entiende?- Después de preguntar continuo sin esperar una respuesta.- No recuerdo muchas cosas de mi infancia, las pocas cosas que recuerdo son tanto buenas como malas, no fui de muchos amigos y tampoco era especial, creo que por eso me molestaban.- La chica observo detenidamente como la mujer anotaba distintas cosas en su libreta.- Fui obesa desde el jardín hasta la secundaria, realmente odie ir a la escuela y que todo el mundo me viera mal, con asco y que me juzgaran cuando comía cualquier cosa.- Era la primera vez que en terapia desenterraba tantas cosas, pero lo más doloroso de eso era hablar sobre su padre, el hombre que la lanzó en un vuelo a Japón a su suerte, abandonándola con uno de sus pocos familiares lejanos que para su mala suerte ya no vivía ahí. Tenía sentimientos encontrados por él, porque hasta el momento nunca lo había necesitado y solo era un fantasma con el que compartía apellido.
- Si me hubiese quedado en Rusia, tal vez estaría hundida en las drogas o algo. - Dicho eso se levantó, pidió disculpas y salió de la sala, estaba agobiada a un punto en el que le dolía el pecho. Camino hacia una de las enfermeras y recuperando la compostura le pidió que si de favor le podría dar la llave del baño, la enfermera un tanto distraída le facilito dicha llave y acompaño hasta el pequeño conjunto de cubículos donde la espero fuera. Dentro se sentó encima del inodoro y simplemente empezó a llorar con cuidado de no hacer ruido, pronto el dolor de su pecho acompañado de una extraña presión la obligo a encogerse y abrir la boca buscando un poco de aire. Al no poder contener ese sentimiento en su cuerpo, comenzó a golpear repetidamente su pierna con sus manos hechas puños. Cuando creyó que era suficiente inhalo y exhalo despacio. Salió del cubículo y se observo en el espejo, sus ojos estaban rojos e hinchados, bruscamente paso sus manos por el rostro y abandono el cuarto.
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Estaba caminando tranquilamente por los pasillos del lugar hasta que se vio arrastrada por una de las enfermeras a una de las salas, en esta había un circulo de sillas. Por todos sus medios intento zafarse de esa situación sin éxito, pues la enfermera era bastante persistente, por lo que termino desparramada en una silla plegable con cara de pocos amigos y la mirada de todos sobre ella.
- Tenemos una nueva invitada a este, nuestro lugar seguro. - La encargada abrió los brazos señalando el lugar. - Bien, dinos tu nombre, edad y ¿Por qué estás aquí? - Todos la miraron de vuelta, algunos con curiosidad y otros aburridos.
- Ah, si claro. - Se enderezo en la silla y hecho su peso sobre sus rodillas. - Soy Fuyu Usui, tengo quince años, casi dieciséis y estoy aquí para encontrar respuestas.
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Después de la incómoda sesión grupal, fue anunciada por los parlantes, cosa que le asusto un poco. Fue directamente a la recepción donde le avisaron que la llamaban por teléfono, se acerco a la zona de cabinas de teléfono y entro en la que le indicaron. Sostuvo el teléfono entre ambas manos y saludo esperando que la voz de Yuuri o Víctor sonara por el parlante.
- ¿En dónde demonios estas paliducha? - La voz del rubio la asusto y descoloco por completo. - ¿Por qué no me habías dicho que estabas en rehabilitación? - El teléfono se le resbalo de las manos y termino colgando del cable metálico a unos centímetros del piso. No necesitaba esa situación en ese momento.
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¿Ustedes han tenido un trastorno alimenticio diagnosticado? y si su respuesta es si
