32. Maneras de Pedir Perdon

4K 268 45
                                    

Cenar con sus intensos ojos negros sobre mi es algo extraño, no sé si describirlo como incomodo, estresante, o encantador. Levanto un poco mi mirada encontrándome con la suya y me sonríe —sabes... me incomodas un poco— le informo finalmente y rio nerviosa.

—¿Por qué? — me pregunta como si estuviera loca.

—Porque es incómodo que te miren tanto mientras cenas— explico y ahora es él quien ríe.

Él se inclina un poco hacia la mesa y la distancia es mucho menor —no te incomodaba que te viera desnuda en mi cama cada mañana, no sabría porque puede incomodarte que te vea mientras cenas. — rebate y aquí estoy yo bebiendo otro sorbo de vino para no ahogarme con la cena.

—¿Por qué eres así? — pregunto dejando la copa sobre la mesa y mirándolo fijamente.

Él apoya sus codos sobre la mesa y se acerca más —porque no quiero perderte, ¿entiendes? Te quiero en mi vida, te quiero conmigo y quiero hacerte la mujer más feliz del mundo, ¿tan difícil es de entender? — cuestiona.

—Suenas como un psicópata...— me quejo intentando no reírme.

—No soy un psicópata, soy un hombre que tenía el corazón roto y llego una mujer argentina al piso de al lado convirtiéndose en mi vecina, en mi amiga, en mi amante y en el amor de mi vida cuando me rescato de ese callejón sin salida que yo creía que era mi vida de mujeriego. — me dice mirándome fijamente y siento como mi corazón late con tanta fuerza que no puedo más.

—¿Y si yo no quiero? — pregunto a modo de reto.

—Si no me amaras lo entendería, pero la única razón que nos separó, fue porque tu creíste que yo te estaba utilizando para cumplir con esa estúpida clausula y no es así. —

—¿Y cómo sabes que te amo? — presiono.

—Si no me amaras, no hubieras huido de mi... ni siquiera te hubiera dolido tanto mi supuesto engaño... es más, hubieras aceptado casarte conmigo por puro interés, pero no fue así y aquí estoy viéndote a los ojos y volviendo a ver ese brillo que desprendía tu mirada cuando amanecíamos juntos, cuando te decía que te amo, cuando simplemente nos abrazábamos en el sofá y dejábamos que las horas pasen...—

—Has estado leyendo mucha poesía. — intercedo y ríe.

—Te estuve echando de menos mucho tiempo... podría escribirte un libro lleno de frases con todo lo que siento por ti y lo que sufrí este tiempo sabiéndote lejos si es que quieres. — me explica y aquí están los ladrillos que conformaba esta muralla que intente construir para ser inmune a él cayéndose uno por uno tal y como si una máquina de demolición usada para tirar abajo el más fuerte de los edificios estuviera golpeándome. 

—Bruno...— intento decir, pero no me salen las palabras.

—Por favor, solo una oportunidad. — me pide y para mi sorpresa se pone de pie y se acerca a mí. Toma mis manos entre las suya para que me ponga de pie también y la mirada de toda la gente que está en el restaurante se centra en nosotros dos.

—Nos están mirando...— me quejo.

—¿Y qué? Que miren...— responde y de repente un chico aparece con un enorme ramo de rosas y me lo entrega.

—¿Qué es esto? — pregunto cuando aparece otro chico con otro ramo.

—Si te hubieras quedado en Madrid, te las hubiera enviado para pedirte perdón, pero como te fuiste... aquí están. — explica y otros dos chicos aparecen con otros dos ramos y en el último hay una pequeña tarjeta.

Quito la tarjeta del ramo y al leerla lo miro con una sonrisa en mi rostro —dijimos que serían 11 meses, pero quiero que sea una eternidad...— digo repitiendo lo que decía la tarjeta —Tu estas muy loco... hacer todo este despliegue...— comento, pero para mi sorpresa llega otro chico, pero esta vez con una pequeña cajita color gris.

—No te estoy pidiendo matrimonio— advierte cuando tengo la cajita entre mis manos y al abrirla veo una llave —te estoy pidiendo que volvamos a vivir juntos... me haces demasiada falta Roció Buschiazzo. — me pide los murmuras de la gente a nuestro alrededor sumado a alguno que otro que habla español y me alienta a que lo perdone, me hace poner roja al igual que un tomate...

—Eres imposible...— me quejo entre diente y sonríe.

—¿Es un sí? — me pregunta y sin pronunciar una sola palabra, me acerco a él, tomo su rostro entre mis manos y lo beso respondiéndole de la única manera que se me ocurre hacerlo. Siento sus brazos rodeándome y pegándome a su cuerpo haciéndome sentir en las nubes una vez más y es que en verdad yo también lo extrañaba demasiado —te amo— murmura sobre mis labios y sonrió.

—Yo también te amo, aunque puedes ser insoportable. — me quejo entre risas y me vuelve a besar.

—Este insoportable no puede vivir sin ti... te lo juro...— dice y sonríe.

—¿Cómo es que del mujeriego pasaste a ser esto? — pregunto entre risas.

—Ya ves... caí en las redes de la cursilería por ti. — bromea.

—¿En la cama también? — cuestiono bajito y me mira coqueto.

—Ahí sigo siendo él mismo que tu dejaste porque no hubo nadie más en mi cama...— confiesa y miro a mi alrededor.

—Como que lo hablamos después a solas... ¿no? — propongo y ríe.

—¿Salimos de aquí? Tengo una idea...— me sugiere y asiento.

—Vamos. —

Mi Vecino, El Mujeriego [TERMINADA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora