III

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El sábado por la mañana, Kageyama sale de su casa para ir al entrenamiento del equipo. Camina tranquilamente hasta llegar a la puerta del colegio.

—¡Kageyama! —grita una voz conocida tras él, y en dos segundos, Hinata pasa corriendo a su lado.

Kageyama lo sigue, corriendo también. Es casi una rutina de ambos hacer una carrera hasta la cancha.

Hinata llega primero y se sienta, con la respiración agitada, pero cuál es su sorpresa al ver que su compañero no ha llegado.

—¿Kage-yama? —pregunta el pelinaranjo poniéndose de pie y caminando de vuelta.

Al doblar por un salón, ve a su compañero apoyado en la pared, con la respiración entrecortada.

—¡Kageyama! ¿Qué te pasa? —pregunta Hinata con voz preocupada, acercándose rápidamente al chico.

Pero Kageyama no le contesta por algunos minutos. Hinata coloca su mano en la espalda de su compañero y se agacha un poco para verlo a la cara. El pelinegro empieza a normalizar su respiración hasta que logra incorporarse.

—Nada. Solo me faltó un poco el aire —responde finalmente Kageyama sin darle importancia.

—Eso no es normal. Deberías ir a tu casa a descansar —le dice Hinata, pero Kageyama niega con la cabeza.

A sus espaldas, se acercan Tanaka y Nishinoya.

—No le digas a nadie lo que acaba de pasar —dice el pelinegro, y el más bajito asiente, aunque sin convicción.

—Pero no te sobre exijas.

—¿Qué están haciendo? —pregunta Nishinoya acercándose y colocando una mano en un hombro de cada chico.

—Esperando que alguien abra —responde Kageyama.

Y los cuatro se encaminan a la cancha.

Durante la práctica, Hinata está muy atento a Kageyama, pero el chico está como siempre, colocando el balón para que él lo golpee, así que deja de preocuparse.

Terminan el entrenamiento a medio día.

Al ir camino a su casa, Kageyama se siente más cansado y depronto se marea. Hinata va a su lado.

—Hinata... — susurra Kageyama antes de empezar a caer.

El pelinaranjo suelta su bicicleta y alcanza a agarrar a su compañero antes de que éste caiga al suelo. A pesar de que es mucho más bajito, logra sostener el alto cuerpo de su compañero entre sus brazos.

El pelinegro intenta mantenerse en pie, pero el mareo y el dolor en el pecho no se lo permiten.

Hinata lo ayuda a sentarse en la acera. Lo tiene agarrado de los hombros, con temor a que vuelva a desvanecerse.

—¿Quieres que llame a alguien? Estás muy pálido —dice Hinata intentando controlar su voz para no alarmar a Kageyama.

El pelinegro apenas asiente con la cabeza y, con mano temblorosa, intenta sacar su teléfono del bolsillo de su pantalón, pero no lo logra, así que Hinata lo saca por él. Por suerte, no tiene clave, así que el pelinaranjo busca el contacto de la madre de Kageyama y la llama.

La mujer llega a los pocos minutos en auto. Kageyama ya está un poco más repuesto, pero siguen sentados en la acera.

La madre de Kageyama baja del auto y ayuda a Hinata a sentar al chico en el asiento del copiloto.

—Desde la mañana que ha estado algo mal —le informa el más bajito.

—Gracias, cariño —dice la madre.

Ella también se sube al auto y decide llevar a su hijo al hospital.

Una Vez Más Where stories live. Discover now