VI

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El día lunes volvieron a tomarle otros exámenes a Kageyama. También le revisaron el ritmo cardiaco, que resultó estar algo alterado. Así que lo conectaron a más sueros y le inyectaron otros medicamentos. El pelinegro se dejaba revisar y pinchar. Solo quería que todo acabara para poder regresar a su vida. 

Cuando ya estaban listos con todo los exámenes del día, volvió a la habitación. Su madre no pudo estar con él ya que debía trabajar y su hermana estaba estudiando, así que estuvo solo la mayor parte del día. El celular comenzó a sonar. Kageyama lo tomó y contestó de inmediato.

—Hinata —contesta el pelinegro.

—¿Cómo estás? ¿Vas a venir hoy? —responde la voz del pelinaranjo al otro lado. Ya era hora del entrenamiento.

—No, hoy no.

—¿Tienes reposo o algo así?

—Estoy en el hospital.

Hinata se queda en silencio unos segundos. 

—¿Y vas a salir luego? —pregunta finalmente.

—Espero que sí. Pero al menos ni hoy ni mañana iré al colegio ni a entrenar.

—Ah, está bien. Nos vemos —dice el pelinaranjo con tristeza.

—Nos vemos —responde Kageyama y corta. 

No quería decirle a Hinata su condición real. Sentía que si lo contaba, lo que tenía se haría dolorosamente real. Aún guardaba la vaga esperanza de que el resultado de los exámenes hubiesen sido una equivocación. 

Cerca de las siete de la tarde, su madre y su hermana fueron a verlo. Conversaron de cosas triviales y rieron un poco. A las diez tuvieron que irse, porque Kageyama necesitaba descansar, dijo la enfermera. ¿Descansar de qué, si no he hecho nada? pensó el pelinegro, pero no dijo nada. 

El día siguiente fue similar. En la mañana el doctor lo revisó, le hizo algunas preguntas y le dijo a la enfermera que siguiera con el tratamiento. Durante la tarde, su madre fue a verlo, pero antes conversó con el doctor por el resultado de los nuevos exámenes que le habían hecho el día anterior. Pero decidió guardarse los resultados para ella. No quería preocupar a su hijo. Solo le comentó que debía quedarse unos días más.

El miércoles en la tarde, Kageyama estaba distrayéndose con el celular, viendo videos de partidos de volleyball internacionales. Italia, Argentina, Rusia y Brasil tenían equipos sumamente buenos. Una llamada interrumpe el video y él contesta de inmediato.

—Kageyama, ¿aún no vuelves? —dice la voz del Hinata al otro lado de la línea. Lo estaba llamando antes de entrar al entrenamiento vespertino.

—No... sigo en el hospital —contesta Kageyama.

—Ya veo. Bueno, nos vemos.

—Nos ve...

Pero el pelinegro no alcanza a terminar su frase cuando el otro chico corta la llamada. Eso le molestó un poco, pero decide no darle importancia y seguir viendo los partidos. No alcanza a ver un set cuando la puerta se abre.

—¡Kageyama!

Hinata entra alegremente a la habitación y se sienta en la camilla, junto a Kageyama.

—¿Y tú? ¿Por qué no estás entrenando?—pregunta Kageyama confundido.

—Porque quería ver cómo estabas —responde Hinata sin darle importancia, y luego lo mira atentamente antes de agregar— oye, te ves terrible.

—¿En serio? —dice Kageyama tocándose el rostro.

—Sí, pero ahora que recuerdo, así has sido siempre —ríe Hinata. Kageyama lo toma del cabello y se lo tira un poco, haciendo chillar a su compañero. 

—Eres un idiota.

—Oye, y por qué sigues aquí —dice Hinata cuando Kageyama por fin lo había soltado.

—Había que hacerme más exámenes... 

—¿Por qué?

—Porque no estoy muy bien.

—¿Qué tienes? —insiste Hinata.

—No lo sé muy bien, pero es algo al riñón. Una falla que están intentando arreglar con todo esto —responde el pelinegro apuntando el par de sueros que tiene conectados a su brazo.

—Vaya... ¿y eso no te duele?

—No. Cuando los pusieron sentí algo de incomodidad, pero nada más.

—Oh.

—¿Y cómo va el entrenamiento?

—Como siempre. Estos dos días han sido un poco aburridos sin tus colocaciones, pero estamos entrenando con Suga. Aunque, ya sabes, se va a fin de año, así que necesitamos que vuelva nuestro setter —le dice Hinata.

—Cuando vuelva quiero verte saltar aún más alto que ahora —replica Kageyama mirándolo con el ceño fruncido.

—¡Por su puesto! —responde Hinata poniéndose de pie enérgicamente. 

—Si voy a vencerte en el futuro, me tengo que asegurar de que das todo de ti.

—¡De qué estás hablando! ¡Yo voy a vencerte, Kageyama!

—Sueñas.

Hinata se iba a acercar para empezar alguna pequeña rencilla, pero en ese momento la enfermera amable entra a la habitación. 

—Oh, lo siento, pequeño, pero tengo que revisar el estado de Kageyama —dijo la mujer a Hinata.

—No se preocupe, ya me voy —responde el pelinaranja— Nos vemos, Kageyama.

—Nos vemos, Hinata.

El chico se va y la enfermera se acerca al pelinegro.

—Se ve muy simpático tu amigo.

—Sí... aunque es realmente molesto.

La mujer sonríe y comienza a hacer la revisión de rutina de su joven paciente.

Una Vez Más Where stories live. Discover now