XIV

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—¡Kageyama!

Hinata entra a la habitación y, a los ojos del pelinegro, parece iluminarla entera con su presencia, energía y alegría. 

—¡Hinata! 

Kageyama le responde con una inusitada alegría. Hinata levanta una ceja y se acerca rápidamente a su compañero. 

—¿Por qué estás tan contento?

—¡Por que por fin podré salir de aquí!

—¡¿De verdad?! —exclama Hinata con una sonrisa tan amplia que apenas le cabe en la cara.

—¡Sí! Bueno, no, no todavía —responde Kageyama tranquilizándose.

—A ver, sí o no.

—Es que soy candidato para un trasplante de riñón, y apenas encuentren donante, me colocan su riñón y listo, vuelvo a estar sano, vuelvo al colegio y...

—¡Y vuelves a entrenar!

—¡Sí!

—¡Y podrás lanzar para mí una vez más!

—¡Sí!

—Kageyama, eso es genial.

Hinata lo abraza lleno de alegría y ambos ríen. Hacía tanto tiempo que Kageyama no era tan feliz. Se separan sin dejar de sonreír.

—Aún debemos esperar, eso sí. Pero mientras tanto puedo aguantar con la diálisis —dice Kageyama.

—Nada te va a derrotar, Kageyama, te lo dije —dice Hinata apoyando su mano en el hombro de su compañero.

Siguen conversando y riendo durante un par de horas. El ambiente parece mucho más iluminado, todo se ve más alegre. Esa pequeña esperanza caló hondo en el corazón de ambos muchachos.

—Ya me tengo que ir —avisa Hinata mirando la hora en su celular.

—Está bien —dice Kageyama.

—Nos vemos —se despide el pelinaranjo.

—Hinata, espera —lo detiene Kageyama— gracias.

—¿Por qué? —pregunta Hinata.

—Por estar conmigo, pero ser como eres... por todo.

Hinata se acerca, sonriendo y le desordena el cabello a su compañero.

—Somos el dúo raro—responde el pelinaranjo— somos invencibles cuando estamos juntos.

Kageyama le sonríe de vuelta. Hinata se despide con la mano y se va.

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