IX

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El lunes por la mañana, Kageyama amaneció peor que nunca. Apenas despertó tuvo casi que correr al baño a vomitar. Era casi pura bilis, ya que apenas había comido la noche anterior. Cuando volvió a la camilla sentía náuseas y estaba muy cansado, así que volvió a dormirse. 

A las pocas horas lo despertaron para llevarle el desayuno, que comió a duras penas. Se obligó a sí mismo a terminarlo, porque de verdad se sentía muy débil. Además, cuando tomó la cucharilla, su mano temblaba de forma involuntaria. 

Al terminar de comer, toma la pelota que le había llevado Hinata y la sostiene lo más fuerte que puede entre sus manos. Aún se siente algo tembloroso, pero se relaja al estar en contacto con algo tan familiar. 

El doctor lo va a revisar a medio día. Ve sus exámenes y llama a una enfermera. Hablan en voz baja, pero Kageyama logra distinguir la palabra "diálisis". Aún no sabe qué significa, pero recuerda que la otra enfermera se lo había mencionado. Finalmente, el doctor se despide del chico y se va junto a la enfermera. 

El pelinegro mata las horas viendo más partidos de volleyball en su celular. No tiene energía ni ánimos para salir a dar su paseo diario.

—¡Kageyama! 

La voz de Hinata lo sobresalta. Es temprano aún.

—¿Qué haces aquí? ¡Deberías estar entrenando! —lo reta Kageyama mientras el pelinaranjo se acerca tranquilamente hasta sentarse junto a él en su camilla.

—Suspendieron el entrenamiento.

—¿De verdad?

—Sí, van a arreglar no sé qué de la cancha, así que aproveché de venir a verte. ¿Cómo te has sentido?

—Más o menos igual —miente el pelinegro. No quiere preocuparlo contándole que ese día se ha sentido peor.

—¿Aún no te dicen cuándo podrás salir de aquí?

—Aún no...

—Ah, maldita sea. Ya quiero rematar tus colocaciones.

—Sí, yo también.

Se quedan en silencio un par de segundos.

—Ah, se me olvidaba. Kenma te manda saludos. Y también Kuroo y todos los del Nekoma.

—¿Ah, sí?

—Sí, el otro día conversé con Kenma y le conté que estabas en el hospital, así que te mandaron saludos.

—Oye, no le cuentes a todo el mundo.

—Tampoco es un secreto, Kageyama. 

—Pero no quiero preocupar a los demás.

—Ah... lo siento —responde Hinata bajando la mirada.

—No importa, idiota —le dice Kageyama desordenándole el cabello de forma afectuosa—Oye, ¿tú sabes qué es hemodiálisis?

—¿Qué? No, jamás había escuchado esa palabra.

—Demonios.

—¿Por qué?

—Porque parece que me van a hacer eso. O bueno, depende de los exámenes. 

—Mmmm... ¿Y no lo buscaste en internet?

Kageyama se queda en silencio. Cómo no se le había ocurrido eso. 

—A ver, ¿cómo es? —dice Hinata nuevamente colocando el buscador de su celular. 

—Hemodiálisis.

Hinata tipea la palabra y coloca buscar, Da clic en el primer enlace y lee atentamente. Mientras su mirada recorre los párrafos, sus ojos se abren de sorpresa y aprieta los labios.

—¿Qué es? —pregunta Kageyama ansioso.

El pelinaranjo no sabe cómo decírselo, así que le pasa su celular con mano temblorosa. Kageyama empieza a leer.

"Este procedimiento elimina los residuos de la sangre cuando los riñones ya no pueden hacer su trabajo. Durante la hemodiálisis, la sangre pasa a través de un tubo hasta un riñón artificial o filtro.

Con la diálisis se trata la insuficiencia renal terminal".

En la página se mostraba la imagen de un hombre con un tubo dos tubos en su brazo que iban hacia una máquina. 

Pero esa es la menor de las preocupaciones del pelinegro. 

A penas leyó la palabra "terminal", sintió una presión en el pecho. 

¿Insuficiencia renal terminal? ¿Eso era lo que tenía? ¿Acaso estaba muriendo y nadie le había dicho?

Sin que se diera cuenta, los ojos se le humedecen y las lágrimas comienzan a caer por sus mejillas.

—Kageyama... —dice Hinata en voz baja.

El pelinegro se tapa el rostro con ambas manos y continúa llorando. Hinata se acerca a él y lo abraza, dejando que su compañero apoye su rostro en su hombro, dejando un rastro de lágrimas en la ropa del más bajito.

Hinata le acaricia la espalda mientras Kageyama se abraza aún más a él. 

Están así un par de minutos hasta que el pelinegro comienza a calmarse y se suelta de su compañero. 

—Lo siento —dice mientras se seca las lágrimas.

—Está bien, no te preocupes —responde Hinata secándose la cara. Él también había soltado algunas lágrimas, aunque intentaba ser fuerte para darle apoyo a su compañero. 

—Por qué nadie me lo dijo —reclama Kageyama.

—Pero... aún te están haciendo pruebas y exámenes, ¿no? —intenta confortarlo Hinata —quizás aún no están seguros de lo que tienes. 

—Sí... tienes razón —dice Kageyama con una pizca de esperanza. 

—Tú eres fuerte, Kageyama. Nada puede contigo —le sonríe Hinata colocando una mano sobre el hombro del pelinegro, mirándolo a los ojos. 

El chico asiente con la cabeza. 

—¿Quieres darme unos pases? —pregunta Hinata.

—¿Aquí? ¿Cómo?

Hinata recoge la pelota que está en el velador y se la lanza con suavidad. Kageyama se la devuelve y así están durante varios minutos. No hablan, porque no es necesario. Su idioma es el volleyball y así se comunican mucho mejor que con las palabras.

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