V

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—¡Kageyama!

La voz estridente de Hinata irrumpió en aquella apacible y blanca sala.

—¿Qué haces aquí, idiota?

Kageyama se sienta en la camilla, viendo con sorpresa a su compañero que se acerca a él como una avalancha de energía.

—Vine a verte.

Y, sin permiso de nadie, Hinata se sienta a un costado de la camilla. Ve que Kageyama tiene una sonda conectada a su brazo, pero aparte de eso, se ve mucho mejor que el día anterior.

—Bien, ya me viste, ya puedes irte —dice Kageyama recostándose de nuevo, dándole la espalda a su compañero.

Hinata resopla antes de replicar.

—¿Estás mejor ahora? ¿Mañana volverás a la escuela y a entrenar?

—Supongo que sí —responde el pelinegro volviendo a sentarse para mirar a Hinata.

—Genial. Espero que no vuelvas a desmayarte o algo. Ya sabes, tienes que seguir colocando para mí... y para Tanaka, Azumane y los demás. 

—Por supuesto que lo haré, idiota. 

—Odio admitirlo, pero eres uno de los mejores elementos que tenemos en el equipo. Y sin ti, yo no sería tan bueno... pero algún día te ganaré, Kageyama.

—Sueña, enano.

—¡A quién llamas enano!

Hinata intenta darle un golpe a Kageyama pero éste lo esquiva fácilmente y lo toma del pelo. Hinata hace lo mismo y así se pelean un par de minutos. Ya es algo habitual en ellos.

Cuando se sueltan, Kageyama suspira.

—Ya quiero volver a entrenar o hacer algo. Es muy aburrido estar acostado todo el día.

—Sí, me imagino. Ni siquiera tienes una pelota para distraerte —dice Hinata.

—En fin, mañana todo volverá a la normalidad.

Hinata asiente con la cabeza. Siguen conversando un poco más hasta que una enfermera se asoma por la puerta y avisa que el horario de visita ha terminado.

—Bueno, hasta mañana —se despide Hinata.

—Nos vemos —responde Kageyama.

El pelinaranjo se va y Kageyama se queda pensando. Aún no le han dado el resultado de los exámenes, pero ya deberían estar listos. Si bien se ha sentido mucho mejor, aún con lo que sea que le están administrando a través de ese suero, en la mañana tuvo náuseas y mareos. Además, seguía sintiéndose cansado a pesar de no haberse movido todo ese tiempo.

Las horas pasaron y aún nadie le decía nada. Su madre y su hermana lo acompañaban, esperando los resultados de los exámenes hasta que por fin, el doctor llamó a su madre para informarle. 

—Por fin podré salir de aquí—dice Kageyama a su hermana. Ella solo asiente con la cabeza.

Su madre se demora en regresar y cuando lo hace, tiene una mirada triste, casi perdida. 

—¿Qué pasa, mamá? —pregunta la chica.

—Miwa, ¿me dejas a solas con tu hermano un momento?

La joven siente un vuelco en el corazón y asiente. Esto es malo, piensa mientras abandona la sala. 

Kageyama siente un nudo en la garganta. Su madre se acerca y se sienta junto a él en la camilla, tomándole la mano. 

—Hijo, los exámenes no salieron muy bien. 

El pelinegro asiente con la cabeza. No le salen las palabras. 

—Tienes algo al riñón. Una falla... y habrá que seguir un tratamiento y tendrán que hacerte otros exámenes.

—¿Entonces tendré que quedarme aquí? —pregunta, por fin, Kageyama.

—Sí, hijo. Lo siento. 

Ambos se quedan callados algunos segundos. 

—Bueno, tengo que volver con el doctor para ver qué más va a pasar —dice su madre y se pone de pie. Acaricia el rostro de su hijo y se va. 

Kageyama se queda solo y procesa las palabras de su madre. Así que está enfermo. Bueno, tiene una falla, pero las fallas se arreglan, ¿no? Quizás tome un poco más de tiempo pero volverá a su vida normal, a jugar volleyball que, finalmente, es lo que más le importa en este momento.

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