Capítulo 33

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Es temprano en la mañana.

Estoy sentado en una de las sillas altas del desayunador, con mi cabeza sostenida por mi mano, mientras miro la pantalla de la computadora.

Siento que apoya sus manos en mis hombros.

- ¿Sigues con eso? - me pregunta.

- Le sigo dando vueltas, pero no. - digo.

- Puede que ese sea el problema.

- Sabes, pienso que sería más fácil dejarlo. - digo.

- Pero tú no eres de los que renuncian, ¿o si? - dice. - Sino, me decepcionaria mucho.

- ¿Por qué era qué hacía esto? - digo.

- Yo solo te dije que probaras una sesión. - dice. - A mi la terapia me ayudo bastante. Y tú tienes mucho guardado dentro tuyo. Si te sigues guardando todo llegará un punto en el que no podrás más y estallaras. 

Se dirige hacia la cafetera y se sirve una taza. Mientras toma de ella, lee el periódico. 

- Te amo. - le digo. 

El levanta la vista y me mira con una sonrisa. Deja la taza y el periódico, y se acerca a mi. Pone sus manos en mi rostro y me lo acaricia con la yema de sus pulgares, mientras yo lo tengo entre mis piernas, con mis manos en su cintura. 

- Te amo. - me dice. - Te lo juro, mis neurotransmisores están que sinaptan por ti. 

Largo una carcajada. - Nunca me canso de esos piropos tuyos. - digo. 

- Admite que así fue como te conquiste. 

- En realidad fueron tus bailes, esos cuando solo usas tú bata blanca de trabajo. - digo pícaro. 

Levanta una ceja. - Mmm... interesante. - dice. Río. Une nuestros labios en un beso, que yo le sigo. - Estoy en un debate interno... Si entre llegar 15 minutos tarde y hacerte uno, o cumplir con mi juramento e irme. Me lo haces muy dificil, sabes. 

Río. - No lo permitiré. - digo. - Me enamore de ti por tu pasión por tú trabajo. 

Deja un ultimo beso en mis labios. - Por suerte tendremos todo el fin de semana. 

- Gracias por tomarte unos días para acompañarme. - digo. 

- Haría lo que sea por ti. - dice con una sonrisa. 

- Lo sé, ahora no haces tiempo de terminar tú café. - digo. 

Ríe. - Prefiero unos besos tuyos. - dice. Agarra su mochila, vuelve a dejar un beso en mis labios y se va hacia la puerta. - Oye Nic. 

- ¿Qué? - digo con una sonrisa, sabiendo que es lo que se viene. 

- Debes ser una alucinosis, porque estás increíble. - dice. 

- Ya vete. - digo riendo. Me dedica una sonrisa y sale. 

Vuelvo mi vista a la computadora. A esas preguntas que la psicóloga me dijo que desarrollara. 

¿Quien eres? ¿Que has querido de verdad? ¿Que has sabido de verdad? 

Suspiro. Buenas preguntas. 

Pasó un año desde esa recaída. 

Desde entonces las cosas se fueron encaminando de a poco. Como dijo mi hermano, día a día. Paso a paso, volví a ser yo. Fio me recomendó una psicóloga que tiene su consultorio en el hospital, por lo que empecé y me ayudó a cerrar las heridas que aún tenía abiertas, y muchas de las cuales yo creía que ya tenía cerrada, pero no era así. Ir soltando esas cosas me ayudó a dejar ese peso muerto atrás, a sentirme más ligero. A perdonar y dejar ir. 

La Receta del AmorUnde poveștirile trăiesc. Descoperă acum