Capítulo 12. No tener razón

2.2K 373 239
                                    

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

La música sonaba a tope en mis oidos, no estaba escuchando nada epico, que me llene el alma, o que me inspire a escribir, simplemente me puse a escuchar algo divertido, suelto, relajado

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

La música sonaba a tope en mis oidos, no estaba escuchando nada epico, que me llene el alma, o que me inspire a escribir, simplemente me puse a escuchar algo divertido, suelto, relajado.

La huella de Kchiporros hace coro en mi cabeza, en lo que veía a mis compañeros caminar, saltar, correr, disfrutar del día libre.

Ellos parecen estar relajados, despreocupados,  y eso me desespera. Honestamente.

Debería buscar a mis amigos, pero, no, necesito estar solo.

Intento comprender cómo es que funciona esta sociedad y ¿Cómo si tenemos tanto poder no hacemos algo para ofrecer un mejor mundo a las nuevas generaciones?

Mientras camino, en mi interior se forma como una especie de protesta, no es que no me guste la vida que tengo, y tampoco voy a decir que no me fascina esto, al contrario, me emociona conocer más de mis poderes, de lo que puedo hacer, aunque me desagrada lo de alimentar al 7mo hijo.

Levanto la mirada y me doy con la imagen de Yara, quien está hablando con Gerardo. ¡Oh mierda! El chico hizo contacto visual conmigo, y sin dudar se levanta de su lugar y viene a toda velocidad hacia mi.

Estoy seguro que aquí va a haber un pequeño show para deleite de los más de 400 que están en el patio.

Busco a los celadores y calculo que tardarían unos 40 segundos en detener nuestra pelea, tiempo suficiente para ser humillado, o humillar a Gerardo.

—¡Oye! Adefesio...—grita sus puños están cerrados y por como aprieta la mandíbula, supongo que tiene mucha potencia acumulada en los músculos.

Di un paso al frente mientras guardaba mi móvil y me quitaba los auriculares.

—¡Luriel!—La voz de Orkias detuvo la carrera de Gerardo, y me descolocó. 

Miré para el balcón en el que se encontraba el profesor, de hecho, todos en el patio lo hicimos.

—La rectora solicita tu presencia en despacho, ahora.

Los murmullos se esparcieron en el gran patio, es evidente, hoy es un día libre, no deberían llamar a nadie a despacho.

Me dispongo a ir, cuando Gerardo se para delante mío.

El internado de La colmena [Libro 1]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora