Capítulo 43. Irreverencia

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—¡De verdad todo esto es Genial!—Betania agita los brazos con exacerbada energía—. ¡Qué emocionante seria estar en su colegio!

Gustavo prácticamente escupe el agua que estaba bebiendo al oír eso, Juanjo ríe y yo solo niego.

—Sí, podría ser genial—Intento decir—Si no fuera por las largas horas de clases, pero bueno, nos acostumbramos.

—¿Es así como dicen?— Jorge habla mientras sorbe de su popote de metal la bebida gaseosa—. Largas horas de clases y clubes obligatorios.

—Eso y más —Juanjo habla mientras su vista sigue al balón que Zunú acaba de arrojar al aro de basket—. Pero con el tiempo te acostumbras.

—Mmmm—Jazmín estaba tomando una cocacola directo de la Lata, y ese acto me parecía algo sexy... ayyy si, de nuevo el flechazo—. Su colegio es muy genial, en verdad esto se ve de puta madre— abre los ojos bien grande al decir eso, pero luego reimos todos—. Lo siento, soy muy espontánea, no me sale la formalidad.

—Nos encanta la formalidad...

Miramos de nuevo el partido, cuando escuchamos unos vítores, y las porras de las hinchadas de nuestro colegio y del San Diego.

En este sector estamos concentrados casi todos, otro poco está preparándose para las siguientes actividades que incluyen danza, canto, fútbol de salón, fútbol de campo, y Volleyboll.

—¿En qué deporte están ustedes?—Pregunta Sara mientras se inclina sobre ella para vernos a la cara.

—Casi todo—responde Gustavo apresuradamente—Hasta en danza, estamos prácticamente obligados.

—Son muy exigentes con ustedes—Jazmín arroja la lata y enboca el basurero, mientras se cruza de piernas y sonríe.

Ese aire de rebelde bien portada le queda muy bien.

—El punto es que seguramente nos enfrentaremos en algún momento en la cancha, y la verdad eso estaría emocionante—Digo también terminando de beber de mi lata de coca.

De nuevo los vítores de nuestra hinchada nos anuncia que el equipo ha realizado otra anotación. Aplaudimos el hecho, cuando me fijo que Iracema, Yara y Jose van caminando al borde de las gradas.

Las sigo con la vista, y ¡Oh sorpresa! Iracema tropieza, pero antes de ir al suelo, un chico la sostiene. Ella le ofrece una mirada de agradecimiento, y le dice algo, el chico, se lleva la mano a la cabeza, y es evidente que comenzó a coquetearle. Puse los ojos en blanco, ¿Me molesta? ¡sí! ¿Puedo hacer algo? ¡No!

Así que mejor dejo de ver allí.

El partido acabó, y bajamos de las gradas, hablando de sandeces, la verdad muy entusiasmados, mostrando, presumiendo en el caso de Gustavo.

La música sonaba fuerte, que prácticamente ellos tenían que gritar para entenderse.

Yo sigo con la lata de coca cola en la mano, hasta que veo el basurero en donde Jazmín arrojó su lata, voy hasta ella para arrojar la mía, y en el camino choco contra alguien.

Mi cuerpo sintió una mala vibra, y más al verlo, el sacerdote estaba observándome, con esa misma expresión de asco, con la nariz arrugada, como si algo apestara en el lugar.

—Disculpe  señor— me esfuerzo en que las palabras salgan con amabilidad, e intento seguir mi camino.

—Definitivamente este colegio está lleno de jóvenes atarantados—Suelta y su voz sale igual de asqueada que su expresión.

—¡Quizas! Pero así como somos atarantados, somo educados.

Él rie, y puedo escuchar como el catarro de sus pulmones se mueven con su gesto, eso si da asco, estoy seguro que es consecuencia del cigarro.

El internado de La colmena [Libro 1]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora