Perros y gatos.

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El Olimpo se encontraba en una preciosa tranquilidad, el cielo despejado y azul, un equilibrio perfecto entre los abrasadores rayos de sol y la refrescante brisa se establecía en los alrededores y...

— ¡JODIDO IMBÉCIL! — resonaba por los cielos, interrumpiendo la pacífica mañana que pudieron haber tenido los dioses del Olimpo. 

— No esto otra vez, por favor. — rogó en un suspiro Ling Wen, la diosa de la sabiduría, desde su templo al escuchar el enfurecido rugido que retumbó en los rincones de todas las residencias celestiales.

En menos de lo que uno podría creer, la puerta del templo de Ling Wen fue pateada con una fuerza abrumadora.

— ¡¿DONDE MIERDAS ESTÁ?! — preguntó (o más bien exigió) un alterado Feng Xin, dios del sexo y la arquería.

Ling Wen dejó escapar otro suspiro.

— ¿Mu Qing? — preguntó de regreso solo para confirmar el panorama.

— ¡NO NOMBRES A ESA BASURA EN MI PRESENCIA! — gritó el arquero — ¡VOLVIÓ A ROBAR MI ARCO!

Ling Wen solo quería unas vacaciones de esto.

Una vez que Ling Wen confirmó el panorama se debatió entre revelar la posible ubicación de Mu Qing o fingir demencia y ahorrarse los posibles daños en las residencias celestiales.

Ling Wen sabía que Mu Qing no cedería en esto, Feng Xin mucho menos.

¿El problema en cuestión?

Mu Qing llevaba semanas quejándose de lo "antiestético" del arco de Feng Xin, pero éste se negaba a hacerle cualquier cambio. Ling Wen sabía que Mu Qing acabaría llevándose el arco por sus propios medios para hacerle quién sabe qué. Solo que Mu Qing había sido atrapado las veces anteriores y, al parecer, esta no.

Mu Qing, dios de la belleza etérea, tenía una tolerancia bastante baja a las cosas que consideraba antiestéticas e intentaba deshacerse de ellas lo más pronto posible si debía verlas muy seguido. El arco de Feng Xin encajaba en sus estándares de cosas que debían desaparecer.

Desde cierto ángulo, uno debía darle la razón a Mu Qing.

Feng Xin tenía una presencia increíblemente dominante, sus vestiduras doradas y púrpuras enmarcaban el cuerpo de un guerrero experto y su mirada era tan honesta como decidida. Sin embargo, el arco de Feng Xin era un simple arco de madera. Sin adornos, realmente resistente, pero sin ningún tipo de relevancia. Realmente ver a Feng Xin con tal arma era tortuoso.

— No sé dónde podría estar. — respondió Ling Wen, escogiendo el camino de fingir demencia e intentar ahorrarse problemas.

Feng Xin pareció enfurecerse aún más, lo suficiente para no ver a través de la mentira de la diosa de la sabiduría, y salió pateando nuevamente la ya dañada puerta.

Feng Xin había descuidado su arco un minuto y aquel maníaco lo había aprovechado. Estaba furioso. Su arco estaba bien tal como estaba, ese imbécil de Mu Qing solo quería molestarlo. 

Con claras intenciones asesinas Feng Xin se dirigió hacía el templo de Xie Lian. Una vez ahí tocó educadamente ma puerta.

El dios de la paciencia y las flores abrió la puerta y le dejó pasar.

— ¿Sucede algo? — preguntó más por cortesía que por otra cosa, no es como si alguien en el Olimpo no hubiese escuchado las maldiciones de Feng Xin.

— Ese imbécil lo ha vuelto a hacer. — gruñó Feng Xin.

Xie Lian dejó escapar un suspiro.

— ¿Que tal si esperas a que regrese para pedirle explicaciones? — intentó sugerir Xie Lian con la intención de alejar a Feng Xin del camino de acosar a todos los dioses para dar con el paradero de Mu Qing.

— CADA MINUTO DE ESPERA ES UN MINUTO EN EL CUÁL ESA BASURA PODRÍA... — las maldiciones de Feng Xin murieron en su garganta cuando un pie se estrelló contra su espalda haciéndolo tropezar.

— Nada de gritos en el templo de Dianxia. — declaró el dios del Inframundo, Hua Cheng. 

Hua Cheng, quien iba a visitar a Xie Lian y se encontró con la desagradable presencia de Feng Xin, lo observaba con una mirada filosa y llena de advertencias pero con una gran sonrisa adornando su rostro. Lo que terminó de espantar a Feng Xin fue cuando bajó su mirada para ver al perro de tres cabezas, E-Ming, gruñirle con cada una de sus cabezas mostrando sus afiliados colmillos.

Feng Xin inmediatamente agradeció a Xie Lian y se retiró. Hua Cheng siempre era igual de escalofriante, no había forma de acostumbrarse.

Feng Xin decidió tomar el consejo del dios de las flores y esperar al bastardo de Mu Qing.

Increíblemente no pasó mucho antes de que tuviese noticias del dios de la belleza, al parecer Mu Qing había sido visto entrando al templo del dios de la guerra y la promiscuidad, Pei Ming.

Feng Xin ni siquiera se detuvo por un momento a cuestionar porqué Mu Qing estaría ahí siendo que no era cercano a Pei Ming, él solo corrió con la velocidad de una flecha hacia el lugar y entró dando una patada a la puerta.

— ¡JODIDO BASTAR- — Feng Xin casi se ahoga al ver a Mu Qing con sus brazos alrededor del cuello de un atontado Pei Ming que parecía estar entrando en trance por la sutil forma en la cual Mu Qing sonreía.

Mu Qing se separó de Pei Ming como si este fuese venenoso al escuchar la escandalosa entrada de Feng Xin y con dos pasos largos se situó casi al borde de la habitación.

— No es lo que parece. — logró decir el confundido Pei Ming.

La mente de Feng Xin se había desconectado del plano terrenal de todas formas.

¿Que acababa de ver?

Si sus ojos no habían fallado, estaba seguro de haber visto las manos de Pei Ming alrededor de la cintura de Mu Qing. Definitivamente lo vió.

Mu Qing no dejaba que nadie lo tocara, entonces, que Pei Ming lo sujetase de esa forma debería ser casi imposible.

Pero Feng Xin estaba seguro de lo que vió y eso solo lo espantó aún más. 

Ni Hua Cheng podría alcanzar este nivel de terror, definitivamente Mu Qing y Pei Ming acaban de poner los estándares más altos que uno podría imaginar para el miedo en la mente de Feng Xin.

Y entonces se desmayó.

Los dioses no deberían desmayarse de esa forma, pero Feng Xin lo hizo, su pobre cerebro había sobrepasado su límite.

Con Feng Xin tirado de cara al suelo Pei Ming y Mu Qing compartieron una incómoda mirada antes de hablar.

— Creo que esto no será más un secreto. — comentó Pei Ming.

— ¡No le voy a contar al imbécil de Feng Xin! — protestó un asustado Mu Qing.

Pei Ming levantó una ceja en un claro mensaje de "¿Cómo resolverás esto entonces?"

Mu Qing suspiró. Pretendía lidiar con este problema sin que un gran número de personas se enterasen, con que Ling Wen y Pei Ming lo supiesen ya era suficiente, ¿Ahora también tendría que contarle a Feng Xin?

No.

Realmente no quería contarle a Feng Xin.

Feng Xin se burlaría de él por siglos por estar en un aprieto tan embarazoso como el de comenzar a ser proclamado como dios de la belleza y el amor sin haberse enamorado nunca. Para Mu Qing esto no podría ser más patético.

•°Pretty boys god°• fengqingDonde viven las historias. Descúbrelo ahora