Spectra.

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One shot / 1270 palabras
AU! Mafia / Uso de Stands

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Te gustaba la fantasía, era común verte soñando despierta junto al alféizar de la ventana mientras mirabas el cielo oscuro y dejabas el papeleo a medias sobre la mesa. Eras un ser nocturno que prefería la brisa de la madrugada y sentir el frío del ambiente colarse por debajo de tu suéter, al mismo tiempo que Spectra, la manifestación de tu alma revoloteaba por la habitación revisando los polvorientos libros en la estantería y suspirabas con premura, atrapada en divagaciones que te otorgaban el adjetivo de taciturna. Aunque, esa noche todo era particularmente distinto, desde tu vestido estilo gótico diferente al conjunto de top y pantalón gris brillante que solías llevar hasta la extraña presencia de que alguien te miraba desde algún rincón del lugar.

Tenías entendido que Mike, Nanaba, Hanji y Moblit habían salido a reunirse con uno de los capos que sobrevivieron a la purga tras el derrocamiento del anterior jefe, así que debías estar sola en esa ostentosa mansión que era la sede principal de tu Don temporalmente. A no ser que hubiese dejado a alguien más cuidándote desde las sombras que se cernían en las columnas griegas de las esquinas. Tu cabello flotaba, a la par que conjurabas un viejo encantamiento que rezaba en el libro que te había heredado tu madre y observabas el sudor psicótico alrededor de tus dedos y de los de tu stand a metros de ti. El hechizo de protección funcionaría, no tenías dudas, si había algo en lo que confiar plenamente era tu magia. Sin embargo, tu mente transitaba en otro espacio en particular, más allá de la energía, vitalidad, la riqueza o el intelecto. En los últimos días no podías evitar reflexionar respecto al amor, ese sentimiento que parecía entrar en estado de ebullición cuando te veías prisionera en la mente de Erwin Smith.

Sí, ese majestuoso rubio que fácilmente generaba la envidia en los príncipes celestiales y otras divinidades. A pesar de ser temido por todos los miembros de la mafia alemana y respetado por sus aliados, la sangre de los inocentes y la mancha de la corrupción estaba en sus manos, y eso no conseguía menguar la osadía de tu persona al enamorarte perdidamente de él, como si fuera un hombre común y corriente con quien pudieses disfrutar de una vida normal. Eran creadores y espectadores de una tragedia armoniosa, los cuales jugaban a ser Dios cuando castigaban la traición, daban clemencia a los afortunados y disfrutaban del poder fruto de su posición. Sí, no habría manera de explicarlo, tú te quedaste recorriendo los hermosos orbes azules en la fotografía e imaginaste cómo sería si te reclamase, siendo su amada.

Pero no era momento de caer en disparates, tu pecho dolía y las cuencas rebosaban en lágrimas por la frustración que te causaba ese amor unilateral que habías construido con los años. El rubio premió tu lealtad, devoción y esfuerzo al poner tu vida en la línea de fuego por sus propósitos, por el bien de la organización... sin saber que todo era por tu amor ciego y diáfano. La melodía de tu teléfono te hizo aterrizar y leíste el mensaje que el enano estreñido te había enviado hacía unos segundos sobre la efectividad de la misión, sintiéndote más liviana y serena, te despojaste del malestar y decidiste que era mejor irte a dormir antes de que siguieras pensando sin sentido.

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Las puertas de cristal estaban desplegadas haciendo volar en un compás etéreo las cortinas lilas de tu cuarto, una escasa luz alumbraba la escena mientras te deslizabas en un delgado camisón para acostarte en el mullido colchón y aprovechaste el momento de intimidad para colocar una canción de Elvis Presley, una melodía romántica que te hacía volar cuando quitabas las joyas doradas que tu jefe te había obsequiado para condecorar el excelente trabajo que hacías. Era inusual que ninguno del personal a tu mando se hubiera aparecido, desde que habías dejado de ser Capo a tu antiguo equipo no se desprendía de la mala costumbre de tratarte como si fueses la mamá gallina. Tampoco los podías culpar, eras solo unos años mayor que Reiner, Annie y Bertholtd, siendo el primero quien te metía en problemas con tus superiores por los repentinos ataques de ansiedad que lo abordaban en algunas situaciones críticas.

Sonreíste, recordando tus ideas como aprendiz repasando las lecciones para usar a Spectra y ascendiendo rápidamente en la jerarquía de la mafia. Al inicio creíste que podrías convertirte en el avvocato de tu Don, hasta que asesinaste a un grupo de hombres por revelar información confidencial a los italianos sobre rutas y conexiones. Tu piel se erizó, deteniendo los gráciles movimientos cuando una mano firme se estacionó en tu hombro, los rayos de la luna iluminaban un costado de su varonil rostro y jadeaste, quizás habías abusado del uso de tus facultades y por eso apreciabas la intimidante forma del susodicho.

—Siempre haz sido tan excepcional, entregándome tu corazón y depositando toda tu confianza en mí, aunque viste como muchos sucumbieron ante mis errores —dijo, su voz profunda hizo que algo palpitara entre tus piernas y la humedad se instalara en ellos—. Y lo mínimo que podría hacer es recomendarte por ello.

—Don Smith, sabe que para mí es un placer poder servirle y no es necesario que...

Sus gruesos dedos delinearon tu boca, acariciando los labios pintados y arruinando el impecable barniz brilloso, separándolos para que pudieses rodearlos en tu cavidad bucal.

—Llámame Erwin. Estoy aquí más como un hombre que como tu líder y por eso quiero la misma disposición que me has dado desde que te recluté —no sonaba como una orden, era una petición y estaba en tus manos la decisión—. Sé de tus sentimientos y no me mantengo indiferente a ellos.

Un gemido se te escapó. Tus ojos abiertos con expresión de sorpresa. Quisiste hablar pero su otra mano le dio un cariñoso apretón a tu garganta, rozando la piel de la clavícula y tanteando la área del pecho.

—Me enamoré de tu valentía y convicción, empecé a sentirme así cuando descubrí la belleza de tu alma y como te desnudabas para mí —afirmó, dejando besos en el lateral de tu cuello, respirando tu aroma femenino—. Al conocerte eras un diamante en bruto, hermosamente salvaje y de ojos despiadados, te deseaba y quería marcarte como mía. Que nadie pudiese tenerte.

—Yo te quiero a ti y nadie podrá cambiar eso —aseguraste, sujetando sus mechones de oro líquido cuando se enfocó en pintar tu piel con sus atrevidos mordiscos.

—Y ahora puedo decir que te amo enteramente —contestó, su fuerte agarre te hizo temblar y su nombre se resbaló de tu boca sedienta—, que ningún ser sobre la tierra te arrebatará de mi lado, que soy un hombre sin miedo y quiero compartir esto contigo.

—Tomaré lo que estés dispuesto a darme, Erwin —expresaste, enterrando tu rostro en la dureza de su pecho y clavando las uñas en sus brazos con anhelo. Querías consumirlo poco a poco como un narcótico.

—Te lo daré todo.

Sus palabras te enloquecieron, encendiendo cada fibra de tu cuerpo cuando te sujetó de las piernas y rodeaste sus caderas con ellas, sintiendo la firmeza de su erección detrás de las capas de tela. Su mano en la nuca le permitía controlar el beso apasionado que te daba, ejerciendo la dominancia que lo caracterizaba en todos los aspectos de su vida, incitándote a someterte para regalarte el mayor de los placeres carnales. Te condujo hasta la cama, depositando tu figura en las costosas sábanas de seda italiana y quitándose la camisa blanca, arrancando los botones con vehemencia para lanzarse sobre ti.

Despiértame | Erwin Smith حيث تعيش القصص. اكتشف الآن