Fugaces.

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Escenario / 630 palabras.
AU! Universidad.

Inexplicablemente sus labios color salmón rozaron los tuyos en una sinuosa caricia, la pintura carmesí que llevabas ese día se borró por la intensidad con la cual te besaba sin prisas, presionándote contra el muro de piedra que separaba los dormit...

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Inexplicablemente sus labios color salmón rozaron los tuyos en una sinuosa caricia, la pintura carmesí que llevabas ese día se borró por la intensidad con la cual te besaba sin prisas, presionándote contra el muro de piedra que separaba los dormitorios de la residencia estudiantil. Olía a un delicoso aroma masculino que deleitó tus sentidos, mucho más al corroborar que su boca sabía a tu helado favorito de vainilla y el frío que sentías en ellos te producía escalofríos que él no tardó en distinguir, sosteniendo tu nuca para que no te separaras del húmedo contacto y mordiento el labial inferior en gesto juguetón. Tu mente permanecía demasiado ensimismada en aquel suceso, disfrutando de los acalorados besos que Erwin te daba, insistiendo que no abandonaras esa oportunidad de sucumbir ante tus deseos más primitivos, ensalzando ese confuso hecho y haciendo volar los rosados sentimientos que albergabas por el varón.

Tus manos descansaban sobre sus pectorales, ascendiendo una de ellas hasta el cabello corto de su nuca y enterrando los dígitos cuando asaltó nuevamente tu cavidad bucal. Su lengua buscando, ansiosa y anhelante, la tuya que con timidez le seguía el ritmo a duras penas. Porque la pasión desbordante de sus movimientos empezaba a enloquecerte, siendo bastante difusas las razones por las que estaban en esa situación y aunque tenías la manía de hallarle una respuesta certera a todo, declinaste. Morías por los labios de tu enamorado, endulzados con miel y galletas de mantecado.

Smith te robó el aliento, dando una última caricia a tu cuello que agarraba con firmeza y subiendo por tu barbilla, observándote sin parpadear, una expresión que no comprendías adueñada de sus atractivas facciones. Ese ejemplo de escultura griega te tocaba, envolviéndote en una paz y maravilla que sonrojaba tus mejillas. Sus orbes azules como el océano te miraban, ardiendo en brasas zafiro, cuando cortaron el hilo de saliva que delataba su pasión contenida.

—Lamento interrumpir su sesión de besuqueo, pero la inspectora está de camino y no les gustaría obtener una sanción por esta escenilla —soltó Annie, su escasa sutilidad perceptible en la voz baja y perezosa.

Te separaste del personaje con el rostro colorado como los tomates maduros, tus labios magullados y rojizos que evidenciaban la premura de las acciones del rubio que todavía te sujetaba, sin distanciarse de ti. Se rehusaba a que escaparas de sus varoniles brazos, pero no tenía otra opción. El toque de queda comenzaría en unos instantes, debían subir a sus habitaciones y aparentar que no había ocurrido nada, a pesar de que sus irises cristalinos como las costas de Grecia relataban el regocijo al fundirse con tus orbes marrones, cual cacao de tierras extranjeras y que producía el más exquisito chocolate.

—Mañana te veré en clases de planificación estratégica, ¿te parece bien? —preguntaste, repasando la mandíbula cincelada de Erwin.

Tragó sonoramente, su nuez de adán moviéndose y quisiste morderle el cuello. Sin embargo, esa riesgosa tentación te la reservarías para después, cuando no estuvieran corriendo contra el reloj y en zona de peligro. Él te dio un besó fugaz, obligado a despedirse y dejarte marchar aunque su corazón le exigiera algo distinto—. Está bien, allí estaré.

Los fugitivos enamorados se esfumaron en la delgada neblina que extrañamente se tornó más densa, puesto que el invierno se acercaba y el viento sopló vehemente, meciendo las cabelleras. La luna yacía en lo alto del firmamento cual confidente que presencia el desenlace de un amor inconmensurable que empezaba a cimentarse por esos jóvenes, de relucientes colores y felicidades repletas de las mismas estrellas que titilaban en el manto azul. Mientras que, tu amiga escuchaba los sentimientos que contabas y revoloteaban en tu estómago, Erwin lo escribiría sin cansarse, coronando tu cabeza con flores y collares a tu estilizado cuello, llamándote la reina de su universo.

 Mientras que, tu amiga escuchaba los sentimientos que contabas y revoloteaban en tu estómago, Erwin lo escribiría sin cansarse, coronando tu cabeza con flores y collares a tu estilizado cuello, llamándote la reina de su universo

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Despiértame | Erwin Smith Where stories live. Discover now