La propuesta.

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Drabble / 600 palabras.
AU! Medieval / Fantasía.

⛓️

—Él no tiene idea de lo que realmente sientes, ¿cierto? —cuestionó su amiga, Grissel era demasiado perspicaz para su gusto y por eso no podía ocultarlo.

—Lo dudo mucho, sería una fortuna que mis sentimientos por su persona permanecieran encapsulados en mi corazón hasta que los vomite como mariposas vencidas —(Nombre), siempre tan dramática, posicionó el rostro contra su mano, garabateando corazones en la superficie de su libreta.

—Erwin es muy perceptivo, inteligente, estratégico. No por nada dicen que "siempre va un paso adelante" —expresó la más alta, paseando por la habitación.

—No soy lo suficientemente encantadora como para tentarlo, Griss.

Ella se volteó, mirándola con ojos entrecerrados y la boca torcida, queriendo reprender a su amiga por soltar tales tonterías sin base—. ¡Volvió al condado por ti! Debe ser una señal de que está a punto de confesar su amor.

Sin embargo, la más joven dejó caer sus párpados, cerrando el cuaderno, soltando una serie de suspiros tan profundos que anunciaban su inminente sentimiento hacia el varón de mejillas sonrojadas y cabellera rubia. Pero al final, soñar no costaba nada, y sería una incongruencia que el joven Smith tocara la puerta para profesarle su ardiente amor y pidiéndole su mano como en las novelas que solía leer.

Resopló, acomodando su cabellera espesa y rizada, observando como la señora de la gran casa se asomaba en la ventana, los rayos de luz alumbrando su faz melancolía, como si hiciera la promesa de un mejor mañana cuando el dorado se reflectaba en sus hermosos orbes. Y no pasó mucho tiempo cuando la anfitriona chilló, conmocionada, abriendo aún más las cortinas celestes para asegurarse que su visitante inesperado era el mismísimo Comandante Erwin Smith, uno de los solteros más cotizados entre las señoritas de alta sociedad.

—¡Allí viene! Vamos, levántate y arregla tu vestido —exclamó, corriendo a pellizcar los pálidos pómulos de su mejor amiga y obligándola a lucir una expresión más afable pese a su consternación.

La de tez morena se escondió en el pequeño pasadizo que conectaba el salón con la biblioteca, permitiendo que su ama de llaves anunciara al susodicho y la joven intentó no demostrar su exaltación por la repentina irrupción del hombre que entró con pasos escurridizos. En su mirada oceánica había un repentino brillo, casi salvaje, como aquel que eclipsa sus irises cuando se encuentra elaborando las impecables estrategias para arremeter contra sus enemigos en el campo de batalla y eso le causó un escalofrío, haciéndola reaccionar cuando le sujetó la mano, llevándola a sus labios y transmitiendo lo que podía definirse como adoración.

—He pensado mucho en usted, señorita Bennet y quisiera que acabara mi agonía, en caso de hallar gracia ante sus ojos y que corresponda a mis sentimientos —la voz no le tembló, fue una declaración vehemente pero segura—. La amo y me haría el hombre más feliz del mundo si aceptara ser mi esposa.

—¿Qué? —fue lo único que vocalizó la aprendiz, llevándose una mano a la cara en gesto nervioso y sacudiéndose como una hoja por el viento.

En el escondite, su casi hada madrina (aunque de bajo presupuesto porque no tenía alas ni varita mágica) se golpeó la frente con incredulidad. ¡Le pedían matrimonio y ella contestaba de esa manera! Eso afectaría sus nervios si no estuviese consciente de la veracidad de tal propuesta. Así que cuando la vio morderse el labio, con lágrimas rodando por sus mejillas bermellón y susurrando un "Oh por Dios, claro que sí" casi gritó a los cuatro elementos que había ganado la apuesta contra Sir Zacharias sobre la noble autoridad de Erwin y (Nombre), la tímida aprendiz de sacerdotisa.

Despiértame | Erwin Smith Donde viven las historias. Descúbrelo ahora