Amar.

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One shot / 816 palabras.
AU! University!

El amor eros y ágape

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El amor eros y ágape. Escuchar ese título de su profesora de taller de redacción le produjo desconcierto, hasta cierto punto su rostro y mente se hallaban extraviados entre celajes espumosos de mar, como si acabara de naufragar en una isla perdida. Aunque intentara huirle, parecía que este insistía en rodearle... el cielo ya no era una cúpula celeste, sino rosa y dulce cuando llegaba el atardecer.

(Nombre) no quería salir herida. No era una chica tonta, había visto los problemas y el dolor que padecían los enamorados por distintos aspectos: rechazo, discusión, rompimiento, celos. Por eso engulló una cucharada de helado que le congeló el cerebro, haciéndola quejarse y mirar el apagado techo grisáceo de su departamento. Era un viernes por la noche, declinó las propuestas de sus amigos para ir un bar y embriagarse porque cualquier razón que se les ocurriera. E inevitablemente sus pensamientos materializaron la imagen de ese hombre con los mechones de oro, orbes zafiro y facciones tan perfectas que lo consideraba demasiado idílico para ser realidad.

Porque más allá de ello, le admiraba, le suscitaba la ternura y el respeto; un conjunto de elementos que endulzaban su corazón hasta brotar el más puro sentimiento. Los ojos almendrados mostraban aquella fascinación inamovible por el espécimen masculino, provocando una estampida de búfalos en su estómago cuando le sonreía y acariciaba la palma de su mano con la yema de los dedos. Así que reiteradamente comenzó a darse cuenta que el amor es mucho más complejo de lo que relataban sus poemas preferidos, pero no dejaba de ser hermoso como las orquídeas que florecían en su jardín.

—Sobretodo, el amor debe transmitirte paz y calma de una manera extraordinaria, porque podrás ser tu misma. Cuando sea así estarás en el sitio indicado —había aconsejado su madre, peinando los tirabuzones de la menor.

Por lo que se apresuró en comprobar si era de esa forma, llevándose la sorpresa cuando vislumbró sus propias emociones cosquilleando en el pecho y sacándole risas espontáneas, sonrojando las mejillas por la vergüenza. Eso era lo que Smith le infundía. Ahí no había quien le impidiera amar u obstruyera esa hermosa experiencia que se asomaba por los ventanales de su alma. Porque era diáfano con las promesas de nunca extinguirse, no importaba los demonios que Erwin ocultaba debajo de la alfombra de su ser, las virtudes que la fémina detalló eran demasiado grandes para ser opacadas por menudos defectos.

No. No quería caer rendida a los pies de ese muchacho que le ponía el mundo de cabeza, que le alumbraba la existencia con el azul de sus iris, que la trasladaba a un mundo tan ideal cuando sujetaba su mentón y le besaba los labios con una pasión indescriptible que erizaba su piel. Por más que deseaba encerrarse en los confines de sus fantasías varios toques en la puerta esfumaron esa nube, colocó el envase de plástico y la cuchara sobre la mesita de centro, calzando sus pantuflas y restregando su cara, porque tenía la seguridad de que lucía como un cadáver andante.

—¿Erwin? ¿Tú qué haces...?

Las interrogantes se quedaron atoradas en su garganta porque los labiales ajenos se pegaron a los suyos, atraídos como las abejas a la miel. Casi magnético. Cerró la puerta detrás de él, atrayendo a la joven hacia su tonificado abdomen, agarrando con firmeza su nuca para que no se separara de ese beso tan pasional y arrollador que los estaba quemando lentamente. El varón asaltaba su cavidad bucal, volviéndolo húmedo y descuidado, haciendo que ella acabara gimiendo su nombre entre los atrevidos toques de lengua. En ningún momento menguó el sabor a vainilla de ese beso, tentador y delicioso como el postre en su mesa.

Se distanció unos escasos centímetros para apreciar los divinos rasgos de su amada con la respiración agitada, las pupilas dilatadas, los cachetes colorados y sus labios hinchados por la intensidad del hecho. Dándole un ligero mordisco, manteniendo el control del cuerpo ajeno cuando deseaba sucumbir dominado por sus instintos primarios, sin embargo, era un caballero y había roto uno de sus principios al reclamar a esa mujer entre sus brazos, movido por el miedo de perderla si continuaba callando lo que su corazón dictaba en cada palpitación.

—¿Erwin, estás bien? —preguntó, ahora su expresión preocupada al notar los matices de duda en el rubio.

—Estoy cansado de fingir que no sucede nada entre los dos —contestó deslizando sus manos hacia los hombros y rozando la clavícula en una sinuosa caricia—. He sido muy disciplinado; cohibiéndome, privándome de todo esto y ahora quiero que eso cambie.

—¿Te refieres a? —(Nombre) dejó la cuestión flotando en el aire, sus ojos brillando por aquella insinuación de lo que ansiaba.

—Quiero que seas mi novia —la voz varonil fue fuerte y clara, segura—. Sostener tu mano, abrazarte, besarte, escribir de nosotros, decirte que es lo que siento por ti. Porque te amo.

 Porque te amo

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Despiértame | Erwin Smith Where stories live. Discover now