Conexión.

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One Shot / 1040 palabras.
AU! Universidad.

Erwin coincidía con el pensamiento de que todos tenemos un sueño, algunos son pequeños y otros que los supera en tamaño

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Erwin coincidía con el pensamiento de que todos tenemos un sueño, algunos son pequeños y otros que los supera en tamaño. Pero al final, estaban conformados por los mismos materiales y las ilusiones resultaban un componente bastante importante a la hora de realizarlo. Él poseía muchos, casi ni se podían contar usando los dedos de las manos y de los pies, haciéndolo sentir vivo... humano, sensible a los efusivos cambios de la naturaleza y susceptible a los labios de cereza de aquella preciosa fémina.

También creía que al encontrar tu alma gemela, ambos deberían amoldar esos sueños enfocados en propósitos para que estuvieran entrelazados y no se perdieran en el proceso que los llevaría a su cometido. Tal vez por eso mantenía la convicción de que las dos personas tendrían que estar en armonía y poniendo a la luz, en evidencia de ello, realmente necesitaba a su lado una mujer fuerte, que no se dejara manipular ni amedentrar, anhelaba poder compartir su visión del mundo con una compañera que lo comprendiera.

Quizás por eso declinaba las ofertas de su amiga Hanji, no le entusiasmaba la idea de asistir —obligado, cabe destacar— a una cita a ciegas y la principal razón era que su atención había sido hurtada por una adorable muchacha con rostro de muñeca, cabellos oscuros y un encantador amor hacia la carrera que estudiaba. No podía sacar de sus pensamientos la manera tan envalentonada y decidida que expresaba su opinión, cargada en conocimiento y lo cual delataba su desbordante intelecto.

Rascó el lateral de su cabeza, allí donde su corte le daba más accesibilidad al cuero cabelludo y frunció las cejas cuando releyó las últimas líneas de su ensayo, donde se perdía la congruencia y cohesión del argumento. Empezaba hablando sobre una teoría, para luego disociar en lo mágico de su andar y la fascinante pasión por lo que hacía. Así que despertó de su agradable ensoñación, decidiendo que le pediría encarecidamente a su conciencia que, al menos por un instante, alejara la imagen de su compañera de clasea con quien había interactuado escasas veces.

Cuando salió de la biblioteca, halló a Levi recostado contra la pared, un folio verde bosque era sostenido por su mano izquierda, el cual debía estar lleno de hermosos dibujos que su talento en ese arte le permitía. La apariencia triste, grisácea y amarga se reflejaba en las superficies donde danzaba su manifestación, en pinceladas o trazos oscuros que a lo mejor, transmitían con éxito lo que residía en su alma.

— ¿Qué sucede? —cuestionó el hombre de baja estatura, la cara de ausente emoción y el aroma a pintura seca fue captado por su olfato.

—Solo soy yo y mis divagaciones.

Arqueó una ceja, el de afilados rasgos no se conformaba con esa respuesta tan banal, que no explicaba nada y lo dejaba nadar en un mar de especulaciones. A pesar de que esa amistad se había fundamentado en un extraño y cómodo silencio, algunas miradas esporádicas, cortas frases, sentimientos expresados a su manera. Así funcionaban, claro está. Sin embargo, muy en el fondo Erwin yacía consternado, porque no tenía esas habilidades impresionantes, el talento innato en los dedos para retratar a (Nombre) cubierta de flores o como una musa griega en la antigua Acrópolis de Atenas.

No, él poseía uno más sencillo, que menospreciaba porque a veces se tildaba de perfeccionista. Era un líder, su oratoria y capacidad de discurso era envidiable, conmovía al más duro de corazón. Pero esos bordes camuflaban la fragilidad en su forma de escribir, las composiciones que redactaba eran tan cautivantes y derretían el hielo alrededor de los corazones ajenos. A su vez, discreto y hermoso, como la caricia de un amante o un susurro amoroso al oído de este.

—La cuatro ojos me dijo que nos esperaba en la entrada de la facultad, creo que salió de clases hace un par de minutos —anunció, abriendo la puerta principal de vidrio y encontrándose con una peculiar escena que los hizo abrir los ojos de la impresión.

Zeke Jaeger sujetaba con vehemencia la delicada mano de (Nombre), su faz denotaba la parsimonia esperanza de un enamorado que ansiaba ser correspondido y el bochorno era evidente en la tonalidad sonrosada de sus pómulos. Todos le conocían, por supuesto, era un prometedor personaje en el área de las ciencias jurídicas y provocaba el furor en la población femenina de la universidad. Pero algo estaba sucediendo ahí, la joven alejó su extremidad del pretendiente con final trágico, presagiando un destino como el del joven Werther. No había profesado palabra alguna y sus orbes hablaban por sí solos, negándose ante cual fuese la propuesta que articuló minutos atrás.

—Lo siento, Zeke. No puedo aceptar tus sentimientos —su contestación fue tajante, como quien le da muerte a un pobre animal que sufre y no tiene salvación—; estoy interesada en alguien más.

Levi miró de hito a hito, mientras el rubio todavía permanecía demasiado ocupado en la conversación que no les concernía y chasqueó la lengua, levemente fastidiado por lo entrometidos que solía ser la gente. A unos metros de ellos, varias personas estaban congregadas como espectadores de un agrio rechazo que arrancó el brillo de ilusión en las pupilas de Jaeger. Por otro lado, el estudiante de artes sabía de su flechazo —el cual ya evolucionaba a enamoramiento— y por eso no le extrañó la conducta de Smith. Con la velocidad que nadie distinguió, apareció una castaña corriendo hasta dicho lugar, sudor resbalaba por su frente, las gafas casi se le caían y vestía una camiseta con una grotesca captura de un manga de horror.

—¡Erwin, enano! ¡Lamento la tardanza! Tuve una divertidísima práctica en el laboratorio de biología —exclamó, su estridente voz hizo que la protagonista se girara e hiciera contacto visual con el más alto, sus ojos azules como el cielo vulnerando las defensas.

El varón de lentes no tardó en unir los puntos, quien le había robado su oportunidad era Erwin Smith y las mejillas coloradas de ella aseguraban tal hipótesis. Habría que estar ciego para no vislumbrar el anhelo que derramaban las cuencas de la fémina, como un rosáceo secreto del cual emanaba corazones y destellos, similar a un libro abierto en una lengua muerta, que solamente conocía su rival.

 Habría que estar ciego para no vislumbrar el anhelo que derramaban las cuencas de la fémina, como un rosáceo secreto del cual emanaba corazones y destellos, similar a un libro abierto en una lengua muerta, que solamente conocía su rival

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Despiértame | Erwin Smith Where stories live. Discover now