La ventana de tu alma.

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Drabble / 480 palabras.
AU! Universidad / Compañeros.

Apartó el flequillo de su cara, colocando el mechón oscuro detrás de la oreja y suspiró, capturando todo el oxígeno que pudiera retener como si eso equivalía a la valentía que requería para dar ese salto de fe

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Apartó el flequillo de su cara, colocando el mechón oscuro detrás de la oreja y suspiró, capturando todo el oxígeno que pudiera retener como si eso equivalía a la valentía que requería para dar ese salto de fe. Agarró con firmeza el libro de historia contemporánea a la par de un envase lleno de galletas caseras, elementos que estaban ahí con un propósito, todo sea para huir de un silencio incómodo que los hiciera estancarse en un ambiente vergonzoso. Pero algo en su mente le decía que no lo necesitaría, puesto que el anfitrión siempre se había mostrado interesado en conversar consigo, mirarle de reojo en la facultad a pesar de que fuera disimulado y el sencillo gesto de sonreírle en medio de una exposición, cuando parecía que su blancura fantasmal anunciara un ataque de pánico, enfundando su ser en un vigor y franqueza natural que ignoraba.

Inspirada por esas particularidades tocó la puerta con suavidad, temiendo sonar demasiado desesperada por verle de nuevo. Se dio la charla a sí misma, pidiendo encarecidamente que controlara su taquicardia y el sonrojo que le producía dicha cercanía.

Erwin le observó, sonriendo, con los iris deslumbrantes de un bonito celeste como el céruleo, como profundos manantiales de agua dulce que refrescaban la desértica alma suya y al mismo tiempo, haciéndole disociar en que realmente era el conflicto en ese sitio, un nudo sin principio o final, una bombilla quemada que se negaba a encender de nuevo por voluntad propia o una serie de metáforas que ni concordancias tenían. Porque fluctuaba en un espacio hueco, cual escritor frustrado en estado de ebriedad sin poemas que disparar, a pesar de que en su cabeza imperaba la creencia de que se trataba de lo que yacía mal en ella, no en la persona promedio.

Y su pureza era tan inmensa que le cegaba, como quien vislumbra la luz brillante de un faro en medio de la engorrosa penumbra, similar a un sujeto carente de visión que milagrosamente era sanado por una entidad divina y podía observar mecido por la euforia, genuina e hilarante, todo lo nuevo que se postraba delante de ellos. Desconocido e inefable. Por eso temía, le aterraba el ritmo cardíaco que se agitaba cuando sus miradas se fusionaban, las mejillas se le empolvaban de un tierno sonrojo que inevitablemente, combinaban con el petricor que se prolongaba por minutos u horas.

—Pensé que rechazarías mi invitación como las veces anteriores —soltó, su sinceridad era algo que le descolocaba en su totalidad—. Me alegra que hayas decidido aceptar y consentirme el lujo de descubrir los secretos que hay en ti.

—¿No bastaba con atisbar el desequilibrio en mis cuencas? —cuestionó, intrigada y haciendo gala de su turbio sentido del humor.

—No creo que exista tal cosa en ti... Lo consideraría más como un tempestuoso mar que va y viene, de manera vehemente. Siendo misterioso, fascinante y cautivador.

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Despiértame | Erwin Smith Where stories live. Discover now