Común.

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One Shot / 1050 palabras.
AU! Universidad.

Hiciste una mueca de desagrado cuando leíste el último párrafo de la carta en tus manos, había sido enviada por tu hermana menor, quien prefería escribirte a la vieja escuela y colocaba flores secas dentro de los sobres

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Hiciste una mueca de desagrado cuando leíste el último párrafo de la carta en tus manos, había sido enviada por tu hermana menor, quien prefería escribirte a la vieja escuela y colocaba flores secas dentro de los sobres. Siempre te contaba que sucedía en tu hogar, aunque en ningún momento extrañaste el caluroso clima del pueblo en el que creciste o las repetitivas peleas de tu familia por temas bastante banales. A pesar de que estuvieras colmadas de malas historias, te gustaba recordar el perfume de las lavandas y el manzano en tu jardín, donde solías descansar durante las tardes de verano mientras te sumergías en la narrativa de Jane Austen.

La sala común yacía en un profundo silencio, que ciertamente era demasiado bueno para ser verdad y lo comprobaste cuando escuchaste la disputa entre Jean y Eren. Pero no te inmutaste, ya acostumbrada a las tontas discusiones de tus compañeros de comunicación y lenguaje, materia que era obligatoria para todas las carreras de la universidad. Así que te acurrucaste en la sábana acolchada, guardando las fotografías instantáneas y las hojas, tomando nota mental para responderle luego porque la lluvia repicaba en el vidrio de la ventana, otorgándote una melancólica vista del campus debajo de ese cielo grisáceo que no paraba de llorar y mojaba el césped.

Era tan común, como tú. Pero nostálgica, inspiradora y renovadora que te provocaba un remolino de sentimientos encontrados en la boca del estómago. Respiraste el olor a tierra húmeda, café y tristeza que imperaba en la cómoda estancia sin percatarte de los ojos azules que te observaban sin titubeos al otro extremo, hallándose ensimismado por la belleza del escenario. Tus mechones enmarcaban el femenino rostro, los labios entreabiertos, las pecas salpicando las mejillas como estrellas y los orbes que mostraban la transparencia de tu alma. Erwin no estaba de acuerdo, desde su perspectiva como artista clandestino te consideraba una hermosa musa de gran sonrisa, pómulos sonrojados y taciturno semblante.

Frunciste el ceño, un tanto angustiada por las noticias que habías recibido. Al parecer se seguían enfrentando a las mismas situaciones del pasado, sin llevarse bien o hacer el esfuerzo de convivir en paz. No podías culpar a tu madre, pues ese ambiente era muy disfuncional y tóxico. Tampoco tenían un montón de opciones para cambiar de vida, la hacienda de tu abuelo era lo único que les quedó después de su fallecimiento, la cual compartían. Eran casi ambivalente los pensamientos respecto al pueblo, sus bonitas pradera poblada de retoños, viejos árboles que daban sombra, los animales que criaban en la granja y las tartas de frambuesa que horneaba tu abuela. Sin embargo, todo había dado un giro inesperado, digno de adaptación cinematográfica, tus impecables notas permitieron una beca universitaria y la oportunidad de al egresarte comenzar a moverte en el campo laboral con puertas abiertas.

Una chica que provenía de un sitio en medio de la nada, oculto por los orgullosos robles y riachuelos que guiaban hacia la entrada. Esos eran los orígenes que no podías negar, ni aunque quisieras, porque tu piel levemente tostada por el sol de la mañana y la manera tan genuina en la que defendías los derechos de las personas de todos los sectores sociales delataba lo que habías vivido en carne propia. Aspecto que ninguno de tus compañeros hizo amago de detener.

Las malas noches, cuando te ibas a dormir con un trozo de pan duro y una liviana sopa de frijoles en el estómago, uñas sucias por la tierra, asperezas en las palmas y una melena rizada indomable que iba acorde a tu personalidad. Ese conjunto de características te hacían destacar del resto, porque tenías tatuado el esfuerzo en el pecho y anhelabas abrazar el éxito. Por ello, el de cabellera miel se encontraba fascinado, por la belleza salvaje y natural que emanaba de tu alma.

No se detuvo el aguacero en ningún momento, el petricor extinguido dejó las secuelas visibles en grandes charcos y las nubes de tormenta avisaban que se prolongaría por más horas

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No se detuvo el aguacero en ningún momento, el petricor extinguido dejó las secuelas visibles en grandes charcos y las nubes de tormenta avisaban que se prolongaría por más horas. Para tu asombro, eso no fue un impedimento para que organizaran una reunión improvisada de último minuto. Incluso el chiquillo llorón de Eren estaba ahí con la asiática y el rubio que parecía niña por sus finas facciones, también viste al grupo de Levi Ackerman entrar a la sala con botellas de ¿vino? Y empezar a servir los vasos para ofrecerles a los que se encontraban allí, chicos y chicas de diferentes carreras y años.

Te diste cuenta que esos shorts y la camiseta negra tal vez eran muy casuales para la reunión, porque Christa tenía un bonito vestido rosa que le sentaba a la perfección y era halagada por tu idiota amigo Reiner, que a su vez era espantado por los comentarios sarcásticos de Ymir, la estudiante de ingeniería civil y creíste atisbar el sonrojo de Annie cuando el adorable Berth le dijo al oído. Para ti, que no eras demasiado sociable, te gustaba esa confianza que latía entre ustedes.

— ¡Hey! Erwin va todo el rato intentando conversar contigo —le dijo Hanji con un tono de voz que hizo eco en la estancia. La verdad es que exageró con sus palabras pero en serio quería que te acercaras a Smith, sabiendo la atracción que sentían de manera recíproca.

— ¿Ah? —tu semblante era un poema, el bermellón llegando a las orejas— Él está hablando con Levi, no iba a ser inoportuna.

—Nada de eso, ven, acompáñame. Ya verás que se atragantará con su propia lengua cuando le digas lo bien que le queda esa camisa celeste que viste —exclamó, jalándote de la muñeca hacia donde estaba el susodicho charlando.

Detrás de esa escena tan peculiar se escondía la apuesta que habían hecho ella y Moblit, no podía perderla, ¡era pagarle el desayuno al ganador durante todo el trimestre! Por eso una sonrisa malvada ocupó su rostro cuando su amigo volteó y te miró con un brillo inexorable. El de baja estatura se pasó la mano por el pelo, por supuesto que estaba al tanto de la tontería de Zoe y aunque le dio su humilde opinión, eso no le importó a los involucrados. Además, le harían un favor a los dos, porque Erwin era elocuente, guapo, inteligente, un hombre de grandes cualidades... pero tú le hacías reaccionar de forma completamente distinta.

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Despiértame | Erwin Smith Donde viven las historias. Descúbrelo ahora