Capítulo 1

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Christopher Vélez

Marbella era, sin duda, de mis localidades favoritas de España. Había perdido mucho en cuanto a lujos y prestigios, ahora era un lugar mucho más humilde con respecto a los pasados años.
El turismo abundaba, pues contaba con grandes lugares para visitar además de tener unas hermosas playas que cualquiera podría desear tener cerca...

Non obstante, era una de esas ciudades en donde no se dormía ya que el ocio nocturno era muy famoso. Marbella es bien conocida por sus fiestas nocturnas, famosa por contar con buenos pubs y discotecas donde ir de copas, bailar, conocer gente nueva... Si te gusta hacer vida nocturna, Marbella es la localidad ideal.

Y a pesar de que me encontraba allí por negocios, eso no me impedía salir a disfrutar con el hombre con el que había cerrado un trato. Al fin y al cabo, mi estadía en Marbella finalizaba mañana y salir esta noche sería llevarme un buen recuerdo, ¿no?

El club se encontraba a reventar de gente, la mayor parte eran jóvenes, al fin y al cabo... Para estar en Marbella necesitabas ser mayor de edad.
Yo no había abandonado mi estilo elegante esa noche, con mi pantalón de vestir, zapatos recién estrenados del mismo color y una camisa blanca con los dos primero botones desabotonados.

Era un hombre comprometido, tenía que guardar las apariencias.

—Vélez, es un placer tenerte en Marbella. — saludó uno de los señores que se encontraba en la zona VIP.

Yo no lo conocía en lo más mínimo pero por cortesía sonreí.

—El placer es mío, todavía no me he ido y ya estoy pensando en cuando volver. — respondí encogiéndome de hombros.

—Cuando vuelvas seguro que ya estás casado. — dijo otro de los hombres, este parecía un poco más mayor o al menos las canas en su cabello lo indicaban—. Hoy tienes veinticinco... Y dentro de quince año ya tiene cuarenta, hay que aprovechar el tiempo.

—¿Cree que no lo hago? — pregunté con una sonrisa burlona en sus labios.

—Eres un hombre exitoso, Vélez... Pero también eres un chico joven y atractivo. — volvió a hablar el primer señor—. Disfruta, sal con tus amigos, diviértete en fiestas...

—Voy a casarme el año que viene, creo que mi mujer merecerá un mínimo respecto.

—Creo que eres muy joven todavía para casarte. — opinó, su compañero asintió dándole la razón—. Te lo dices dos que han pasado por lo mismo que tú.

Dieron unas palmaditas en mi hombro antes de retirarse de allí.

La noche todavía era joven. Sería un estúpido si no la aprovechara.

Me acerqué a la barra y pedí lo más fuerte que tuvieran, sabía que estando en mis cinco sentidos no me daría el lujo de disfrutar lo suficiente.
No cuando mi lado racional no hacía más que recordarme la alianza que llevaba en mi dedo anular.

Sentidiño, Christopher.

Una joven se para a mi lado y pide también algo de beber al camarero, no me centro en su voz sino en ella. En su largo cabello rubio, claramente teñido pero que le favorecía un montón. O tal vez en el corto vestido blanco que llevaba, con un pronunciado escote del que estoy seguro que si me inclino tan solo un poquito hacia delante podría llegar a verle los pechos.

No lo hago, por supuesto.

Sus sandalias de tacón la hacían verse casi a mi altura.

¿Por qué estaba mirando tan detalladamente a una mujer?

Es decir, ella parecía ser un ángel sacado del mismísimo cielo.

Pero eso no era excusa, y mucho menos cuando me fijé en sus manos y vi un anillo similar al mío en su dedo anular. Parecía que alguien estaba comprometida...

—Anda, pero si tú eres el hijo de puta de Vélez. — dijo en cuanto sus ojos se posaron en mi.

Yo comparándola con un ángel y ella llamándome hijo de puta...

"Hijo de puta" así por la carísima.

—¿Y tú eres...? — cuestiono alzando una ceja, pareciendo que estaba totalmente desinteresado por ella cuando la realidad era muy diferente.

—La prometida de Ricky Méndez. —dijo con una sonrisa amarga en los labios.

¿Y a mí qué cojones me importa quién sea tu prometido, ángel?

—Creo haber preguntado quien eras tú. — murmuro acercándome tan solo un poco más a ella.

Luce sorprendida por varios instantes, como si nadie antes le preguntara su nombre y se complacieran con saber que era prometida de tal.

—Cyara Ross. — dice por lo bajo.

Estoy casi seguro de que piensa que no he escuchado eso, al fin y al cabo la música retumbaba con fuerza en todo el local.

No sé por cuanto tiempo conversamos, entre copas y copas... Pero cuando la chica dio un paso al frente y se tropezó con sus propios pies supe que era momento de parar.

—Creo que estamos borrachos. — dijo ella antes de soltar una risa—. Nunca en la vida creí que terminaría borracha y menos contigo...

—¿Conmigo? — cuestiono casi ofendido, mis manos acunan su rostro como si este fuera una joya, que en cierto modo lo es. Y me relamo los labios por acto reflejo, ella imita mi acción...

Y, ¡joder! No sabe cuán tentado estoy a unir nuestros labios... Porque si, estaba comprometido, y ella también... Pero era innegable la tensión sexual entre ambos en este momento.

Tal vez producto del alcohol, o de la adrenalina o de Sabe Dios que cosa, pero junté mi boca con la suya. El beso sabía a la pura combinación de dos licores diferentes, pero sabía delicioso.

—No, Vélez, aquí no... — murmuró mirando alrededor—. No quiero que mañana aparezcamos en la prensa...

—Mi hotel está al lado. — dije, relamiendo mis labios una vez más, ahora para volver a sentir el gusto de su boca.

—¿Es una propuesta indecente? — preguntó con una sonrisa en los labios.

—Lo es, ángel. — susurré en su oído—. Vamos a volar esta noche.

Fue sencillo pasar desapercibido entre la multitud de jóvenes del club, tal y como había indicado mi hola no quedaba demasiado lejos así que nos dimos el lujo de ir andando.

Eran pasadas las tres de la madrugada... Y mi vuelo salía a las nueve.

Nos consumimos a besos, al roce de nuestros cuerpos, al placer. Dejándonos llevar por el momento, saboreándonos el uno al otro. Llevándonos al cielo una y otra vez.

Porque sabíamos que lo que estábamos haciendo no era correcto, a pesar del alcohol que corría por nuestras venas, pero aún así...

Gemí su nombre como nunca antes había gemido el de ninguna otra y ella gimió el mío como jamás se lo había escuchado a nadie...

Su cuerpo, su esencia, ella...

Eran pasadas las cinco de la madrugada... Y mi vuelo salía a las nueve.

Magnate VélezOpowieści tętniące życiem. Odkryj je teraz