Capítulo 20

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Cyara Ross

Miro incrédula los papeles en mis manos, Ricky había firmado el divorcio y ni siquiera se preocupó por mis bienes, por Zaid o por algo. Simplemente firmó.

Una sonrisa se dibuja en mis labios y miro a mi hijo jugando con un conejo de peluche.

—Zaid.— pronuncio su nombre, alza la mirada y centra sus hermosos ojitos en mi, imita mi acción al sonreír y me extiende sus brazos.

Señal de que quiere que lo cargue.

Suspiro embobada mientras lo hago, Zaid era una ternura y nadie podía negar eso.

—Ya somos... Libres.— susurré rozando mi nariz con la suya, él rió debido a mi acción—. Ahora tan solo somos tú y yo.

Mis labios dejan un sonoro beso en su mejilla antes de que unos toques en la puerta interrumpan la conversación que estaba teniendo con Zaid.

—A él no podemos incluirlo... Tiene su propia familia, suficiente ha hecho ya por nosotros.— murmuro mientras camino hasta la puerta.

—Buenas tardes.— saluda con una sonrisa en los labios—. ¿Puedo pasar?

Me aparto para que entre al departamento, aprovecha para tomar a Zaid de mis brazos y yo pongo los ojos en blanco con fingida molestia.

—También es mi hijo.— murmuró divertido mientras yo me encargaba de cerrar la puerta.

—Lo sé.— me limito a responder.

Es rápido en entretenerse con Zaid, ambos parecen disfrutar de la compañía del otro y el tiempo se pasa volando. Las risas por parte del menos se vuelven bostezos y cuando quiero darme cuenta ya está dormido en sus brazos.

Miro el reloj que decora la pared y me sorprendo al ver que al menos un par de horas habían pasado.

Christopher lo acunaba en sus brazos, mirándolo como si fuese lo más preciado en el mundo, sus labios depositaron un suave beso en su frente y alzó la mirada para conectar con la mía.

—Lo llevaré a la habitación.— murmuró por lo bajo, asentí ligeramente para después seguirlo con la mirada.

Paso mis manos por mi cabello mientras camino en dirección al balcón, últimamente se estaba volviendo mi rincón favorito. El viento soplaba de forma ligera, arrastrando nubes a su paso, ya no había rastro del sol en el cielo.

Me sobresalto cuando siento los brazos de alguien más rodear mi cintura, su suave risa cerca de mi oído hace que vuelva a respirar con normalidad.

—No quería asustarte.— dijo antes de presionar sus labios en mi piel, dejando un beso en esta.

—No te preocupes, estaba entretenida pensando.— confesé.

Mi mente abarcaba cientos de cosas en esos momentos, tal vez la frase esa de que después de la tormenta siempre viene la calma sea cierta.

Ricky era la tormenta.

Christopher era la calma.

Mi calma.

Apoyó su mentón en mi hombro mientras que sus manos daban sutiles caricias en mi cintura.

—¿Quieres compartir tus pensamientos conmigo?— cuestionó en apenas un susurro.

Asiento con una sonrisa en los labios, me hace girar sobre mí misma, quedando ahora frente a frente y con la espalda apoyada en los barrotes del balcón.

—Ricky ha firmado el divorcio.— dije ladeando la cabeza—. Pero creo que eso ya lo sabías.

Las comisuras de sus labios se alzan en una sonrisa y un ligero brillo aparece en sus ojos.

—No sabes cuanto me alegra escuchar eso.— dijo echando un mechón de mi cabello detrás de mi oreja—. También le pedí el divorcio a mi esposa.

Mi corazón se saltó un latido al escucharlo decir esas palabras, era algo que no me esperaba que fuera a suceder.

Llevaban casados un año y pico, al igual que Ricky y yo, pero ellos siempre lucían bien con respecto a su relación. Tal vez al principio hubo jaleo pero conforme pasaban los días se solucionó y se vio como una de las bodas más esperadas del año, incluso a día de hoy se seguía hablando de eso y ponían su matrimonio como perfecto.

—¿No vas a decir nada?

—No sé que decir.— confieso.

—Yo tampoco, sinceramente.— dice encogiéndose de hombros—. Prometió que lo firmaría siempre y cuando le cediera la mitad de mis pertenencias.

Chantaje.

—No puedes hacer eso.— digo sin siquiera pensarlo.

El magnate Vélez tenía en sus manos todo lo que él quisiera, razón suficiente para no entregarle la mitad de esto a su esposa. No quedaría en bancarrota ni mucho menos pero supondría una gran pérdida.

Él me mira con una ceja alzada.

—¿Por qué no?

—Porque no es justo... Todo lo que tienes ha sido fruto de tu esfuerzo y trabajo.

—Tan solo quiero quitármela de encima, si se conforma con las cosas materiales... — soy rápida en poner mi dedo índice sobre sus labios para callarlo.

—Tienes buenos abogados, puedes conseguir el divorcio sin necesidad de tener que entregarle todo.— me quejo.

—Lo sé.— susurra finalmente.

Apoya su frente con la mia y cierra los ojos, me limito a hacer lo mismo. Disfrutar de las pequeñas cosas siempre será una buena opción. Sin embargo, su siguiente acción hace que abra los ojos de inmediato.

Sus manos dejaron de repartir caricias en mi cintura para ahora hacerlo en mi abdomen, me incomoda pensar en lo que podría significar el gesto.

—¿Estás segura?— cuestiona en voz baja, sus ojos se abren lentamente y me mira con comprensión.

Entonces me doy cuenta de que ambos estábamos pensando en una misma cosa.

—Lo estoy.— respondo sin dudarlo.

Christopher toma una respiración antes de asentir brevemente, veo con claridad como pasa saliva por su garganta ya que su nuez de Adán se mueve.

—Te he reservado cita... Aún estás a tiempo de cancelar todo, puedes echarte atrás incluso en el último momento.— dice antes de dejar un pequeño beso en mis labios—. Es tu cuerpo, recuerda... Que no te importe nada más que tu opinión.

Me entran ganas de llorar.

Todo este tiempo diciendo estar sola, teniendo a Zaid conmigo pero sin ninguna otra persona que estuviera ahí para mi.

Estaba equivocada.

Christopher no ha dejado de brindarme su apoyo desde el primer momento, ha sido el que más ha arriesgado sin miedo a perder, quien me acompañó en tantos momentos, quien me hizo reír, quien me comprendió...

Magnate VélezWhere stories live. Discover now