Capítulo 19

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Christopher Vélez

Masajeo mi sien, intentando centrarme en las palabras de Zabdiel y no en las imágenes que se reproducían en mi mente de la anterior noche. Le había hecho el amor y después me quedé con ella toda la noche, abrazándola y disfrutando de la sensación de tenerla en mis brazos.

—Mañana empezamos, ya tenemos todo listo.— dijo Zabdiel centrando su mirada en mi.

—Has invertido una gran cantidad de dinero en esto, si por alguna razón no se obtienen los resultados esperados...— empiezo a decir.

—No creo que eso pase.— me interrumpió Ricky—. Así que no te preocupes.

Frunzo el ceño mirándolo y él parece darse cuenta de su error.

Errores, en realidad.

Me interrumpió, cuando he dejado claro en varias ocasiones que odiaba cuando eso se hacía.

Me tuteó, cuando siempre exijo respeto hacia mi persona.

—Lo siento, señor Vélez.— se disculpó haciendo una mueca, se notaba que realmente no tenía ganas de disculparse.

Asiento ligeramente en su dirección, no pienso gastar mi saliva con este idiota.

Zabdiel aclara su garganta para llamar nuestra atención y que nos dejemos de fulminar con la mirada.

—Bien, chicos... Eso es todo, si no tenéis ninguna objeción ya podemos concluir la reunión.— dijo apagando la tablet que llevaba en sus manos.

—No tengo nada que decir, tal vez el señor Vélez lo haga.— murmuró Ricky encogiéndose de hombros, me limité a negar con la cabeza en dirección a mi compañero.

Ambos se levantaron para despedirse, yo por mi parte saqué el teléfono de mi bolsillo y me dediqué a ver mis mensajes. Había uno en particular que llamara mi atención, de nada más y nada menos que mi abogado.

"La solicitud de divorcio ha sido anulada, el señor Ricky Méndez se negó a firmar."

Puta mierda.

Alzo la mirada para darme cuenta que el hijo de puta se me escapó, ya sólo quedaba yo en la sala de reuniones. Soy rápido en levantarme y salir de allí.

—¿Ya se ha ido?— pregunto en dirección a Zabdiel, quien se encontraba a tan solo metros hablando con uno de sus empleados.

—Si, acaba de tomar el ascensor.— indicó señalando este con la mirada.

Suelto un gruñido, bajar ocho pisos por las escaleras resultaba difícil... Pero no imposible. Bajé estas apresurado, casi cayéndome en varias ocasiones, pero finalmente logré llegar para cuando las puertas del ascensor se abrieron. De allí salieron un par de personas y cuando Ricky iba a hacer lo mismo se lo impedí.

—Hey, un momento ahí.— lo detuve poniendo mi mano en su pecho y empujándolo para que volviera a meterse dentro. Presioné el botón para subir y cuando este se puso en marcha me decanté por tocar el botón de detenerse.

—¿Qué está haciendo?— preguntó intentándose ver valiente, pero la forma en la que tragó saliva delataba que se sentía intimidado.

—¿Tú que crees, gilipollas?— cuestioné a la defensiva.

Yo no era un hombre de decir malas palabras ni de actuar de esta forma...

Sin embargo, Ricky Méndez sacaba lo peor de mí... Era como un don.

—Voy a ser muy claro contigo.— dije apoyando una de mis manos en la pared del ascensor, justo por al lado de su cabeza. Era un par de centímetros más alto que él por lo que tal vez podría imponer un poco—. Vas a dejarte de juegos que sabes que perderás.

—No sé de que me está hablando.

Río sarcástico, ayer se veía muy machito echándome en cara lo del abogado y hoy se quería hacer el listo. Eso conmigo no funcionaba.

—Lo sabes perfectamente.— susurro acercando mi rostro al suyo—. Te lo voy a decir una vez, no me hagas tener que repetirlo... Vas a firmar el puto divorcio o tú y yo vamos a tener serios problemas. Y créeme que la segunda opción no te conviene.

—Amo a mi esposa, no voy a divorciarme de ella así por así.— dice sosteniéndome la mirada—. Además, tampoco voy a permitir que se aleje de mí y se lleve a nuestro hijo con ella.

—¡Y una mierda!— grito sin poder evitarlo, mi mano toma con fuerza su mandíbula y hago que su cabeza choque contra la pared metálica—. ¿Cómo tienes cara para decir que la amas?

—¡Porque la amo!

Hago más presión en el agarre, sus manos van directas a mi brazo para intentar apartarme. Sé que le estoy haciendo daño pero me está importando muy poco en estos momentos.

—Tu forma de amar da asco.— espeto.

—¿Qué sabrás tú de amar? Estás casado por conveniencia de tu esposa, ni siquiera le prestas atención a la pobre mujer.

—Pero la respeto, cosa que tú jamás has hecho.— escupí—. Dices amar a Cyara pero su cuerpo es testigo de que eso no es verdad, los golpes, los abusos... ¡Joder! Me enferma pensar toda la mierda que le has hecho.

—Tú no lo sabes. No puedes creerte todo lo que mi esposa te haya dicho, que te haya abierto las piernas no significa que puedas indagar en nuestra vida... Ella es así, una...

Antes de que pueda terminar la frase estrello mi puño en su cara, no podía seguir escuchándolo, no quería excusas, no quería insultos hacia Cyara, no iba a permitir que la culpara a ella. Se queja, incluso creo que llora, pero no le tomo la más mínima importancia.

Presiono el botón para que el ascensor vuelva a ponerse en marcha.

—Tienes hasta esta noche si quieres firmar el divorcio.— digo con voz calmada—. Si no lo haces nos veremos en los juzgados muy pronto.

Las puertas del ascensor se abren y yo salgo mientras acomodo mi camisa. Camino con paso decidido y sin mirar atrás.

Magnate VélezOn viuen les histories. Descobreix ara