Capítulo 9

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Christopher Vélez

Dejarla sola, una vez más, duele como la mierda. La primera vez intenté culpar al alcohol y meterme en mente de que esa chica no había significado más que un polvo. Ahora todo parecía ser distinto, ya no solo era ella sino que también estaba Zaid, mi Zaid, mi hijo...

Nuestro hijo.

Antes estábamos comprometidos. Ahora estábamos casados.
Ella con un hombre que no la trataba bien, y yo con una mujer que no amaba.

La vida es dura y más cuando hay que mantener la apariencia por ser conocido.

—¿No han salido las cosas bien?— preguntó Erick al ver mi mala cara.

—No quiero dejarla.— me sinceré —. No cuando no sé si volveré a verla, tengo miedo de perderla en tan solo un par de días.

Porque si, la violencia de género nunca terminaba bien.

Nunca.

Y no quería ese final para Cyara.

—No seas pesimista.— dijo Zabdiel llegando a nuestro lado—. Le metí prisa para que viniera a Estados Unidos, se veía dispuesto a complacerme así que no veo problemas.

—No quiero dejar a mi hijo y a mi...— sacudí la cabeza ante lo que estaba a punto de decir— a Cyara con él.

—Lo primero que tienes que hacer es calmarte, las cosas no van a salir mal.— dijo Erick poniendo una de sus manos en mis hombros—. Tú también tienes asuntos que arreglar en casa.

Si se refería a mi esposa estaba en lo cierto.

¿Qué le iba a decir? No teníamos la mejor relación pero sí que se merecía una explicación, nunca fui un mal hombre con ella.

—¿Por qué dejaría a mi esposa por Cyara?— cuestioné por tercera, o tal vez cuarta, vez.

—Porque es la madre de tu hijo.— respondió Zabdiel poniendo los ojos en blanco.

—Esa no es razón suficiente.

—¿Estamos haciendo toda esta mierda para que luego no te quedes con Cyara?— dice Erick cruzándose de brazos—. Llevas hablando de ella desde que la viste en la boda, te preocupas cada maldito segundo, tienes esa jodida expresión que tenemos los que estamos enamorados hasta el culo. Admítelo, no solo es la madre de tu hijo.

No es un buen momento para decirle que ya le comí varias veces la boca.

Y pensar que el desgraciado de su esposo podría hacerlo a diario...

—Ya lo perdimos...— murmuró Zabdiel con una sonrisa burlona en los labios.

—Me atrae Cyara pero tal vez sólo sea algo sexual.— me encogí de hombros—. Y es inevitable no preocuparme al saber el infierno que vive a diario... Yo necesito liberarla de ahí.

—¿Algo sexual? Por Dios, Christopher... Ya eres adulto como para distinguir amor de sexo.— se quejó Erick —. No está mal que admitas que te gusta, sabemos que tu matrimonio no es real.

—Maldita sea, ya basta con esta conversación.— murmuré finalmente.

Claro que me gustaba Cyara, cualquiera persona que tuviera ojos en la cara tenía que admitir que ella era preciosa y cualquiera que la conociera que era una grandiosa persona.

¿Cómo no iba a gustarme? Si tenía la apariencia de un ángel y el encanto de todos los demonios del infierno juntos.

¿Iba a admitir eso en voz alta? No, por supuesto que no... Al menos no por ahora.

Quería liberar a Cyara de un hombre, estaría siendo un hijo de puta si la ataba a otro.

Aunque ese otro fuera yo.

Quería a Cyara y es por eso que la quería feliz.

—¿Ya me perdí el chisme, verdad?— preguntó Ricard al llegar a donde nosotros nos encontrábamos.

—Si, Camacho, pero Zabdiel puede contártelo durante el vuelo.— murmuró Erick sonriente.

—¿Qué? ¿Por qué yo?— cuestionó el recién nombrado frunciendo el ceño.

—Porque yo estaré ocupado con mi prometida.— murmuró como si fuera obvio—. Y Christopher tendrá la mente ocupada con su ángel de la guarda.

—¿Qué ángel de la guarda?— preguntó Richard confuso, al mirarme alzó una ceja—. ¿De qué está hablando?

Abrí la boca, dispuesto a responderle, pero Zabdiel pasó un brazo por sus hombros y habló.

—Christopher llama ángel a Cyara, ya sabes, ahora eso de que "el amor está en el aire" puede ser literal... — dijo alzando sus cejas, Richard seguía con la misma expresión—. Con eso de que los ángeles vuelan, estúpido.

—Oh, vaya...— murmuró asintiendo—. Ahora todo tiene sentido, claro.

Pongo los ojos en blanco, mis amigos no eran más ridículos solo porque no entrenaban para ello.

Parecían divertirse, con sus tontos comentarios y sus manos chistes. Yo por mi parte me dispongo a sacar mi teléfono del bolsillo y buscar el nombre de la chica que se estaba adueñando de mis pensamientos.

Nada.

Ni Instagram, ni Twitter, ni Tik Tok, nada de nada...

¿Acaso era Ricky ese tipo de hombres celosos que no dejaban a su pareja tener redes sociales? Ridículo.

Voy a patearle el culo cuando lo vea.

El muy gilipollas no quería que el niño llevara mi apellido, ¿no? Bien, pues tenía pensado golpearlo hasta que se olvidara del puto apellido.

Cálmate, Vélez, la violencia nunca es una opción...

Aunque un poco de lo que está acostumbrado a darle a su mujer no le venía mal, que experimentase en propia piel el sufrimiento.

Bien, Ricky, voy a hacerte agonizar de todas las maneras posibles...

Magnate VélezWhere stories live. Discover now