Capítulo 14

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Cyara Ross

Llevo más de quince minutos encerrada en el baño, caminando de un extremo al otro sin quitar la mirada del suelo.

Christopher había llegado hace media hora, me entregó los tests y se sentó a jugar con Zaid mientras yo leía las instrucciones de este. Al ver lo sencillo que era no tardé en ir al baño y... Aquí estoy.

¿Nervios? Si, muchísimos.

—Cyara, ¿todo bien ahí?— preguntó Christopher dando un par de golpes en la puerta.

—Eso creo.— respondí caminando hasta esta para abrirla.

—¿Ya has hecho las pruebas?— preguntó, no tardé en asentir—. ¿Y todavía no están los resultados?— volví a asentir—. Ok... ¿Y ya los has mirado?

Dejé escapar una bocanada de aire antes de pronunciar un pequeño "no".

—No sé a qué estás esperando, bonita.— murmuró, sus ojos viajaron por todo el cuarto en busca de los dichosos tests, en cuanto los encontró encima del lavamanos se encaminó hacia allí.

Mordí mi labio inferior con nerviosismo, no estaba segura de querer saber el resultado.

Sus ojos miraron un test y después el otro, tragó saliva mientras fruncía ligeramente el ceño.

—¿Las dos líneas qué significan?— pregunta alzando la mirada hacia mi.

—Si.— susurré apenas audible, aún así él logró escucharme porque no tardó en dejar lo que tenía en las manos y acercarse a mí.

Sentí como mi mundo se venía abajo, mis piernas fallaron en la tarea de mantenerme en pie y me dejé caer de rodillas al suelo. Las lágrimas amenazaban con salir de mis ojos una vez más, a pesar de que prometí no volver a llorar por algo que tuviera relación con Ricky.

Quería llorar.

Sentí los brazos de Christopher a mi alrededor y a pesar de que su tacto dolía no me quejé ni lo más mínimo. Había cosas que me estaban doliendo más en ese momento.

Y así, en medio del cuarto de baño y abrazada a él, me rompí a llorar como si no hubiera un mañana. Desconsolada. Liberando todo lo que sentía e incluso más.

Christopher se mantuvo en silencio, dándome su apoyo, consolándome y ayudándome a calmarme. No opinó sobre mi estado, ni sobre mis actitudes. Simplemente estaba y eso era suficiente para mi.

—No quiero tener un hijo suyo.— repetí por quinta vez consecutiva, mi voz salía rota de mi garganta—. No quiero tener un hijo suyo.

Sus manos toman mi rostro con delicadeza, obligándome a mirarlo a los ojos. Sus pulgares acarician mis mejilla, llevándose lágrimas a su paso.

—Cálmate, ángel.— susurra antes de rozar su nariz con la mía—. Antes de hablar el tema necesito que te calmes.

Como si su función fuera esa, logro calmarme de a poco. Tal vez por sentir su apoyo una vez más, porque sus ojos no se despegaron de los míos en ningún momento y el agarre de sus manos me transmitía confianza.

—Eso es, respira.— me indica, y creo que lo hago porque la sensación del aire llenando mis pulmones me alivia—. Vamos a lavar la carita, no quiero rastros de lágrimas.

Me ayuda a levantarme y, sin que se lo pida, moja sus manos en agua tibia para después pasarlas por mi rostro. Repite la acción un par de veces antes de tomar una toalla del estante y secarme. Con tanta delicadeza... Como si fuera una muñeca de porcelana que pudiera quebrarse en cualquier momento.

Deja un pequeño beso en mis labios y sonríe débilmente.

—Vamos a hablar, ángel.— dice tomando mi mano y llevándome hasta la habitación.

Me indica que me siente en la cama, en cuanto mi trasero se acomoda en el colchón él se pone de cuclillas frente a mi. Sus manos están entrelazadas con las mías y descansan justo encima de mis rodillas.

—¿Estás segura de que no quieres tenerlo?

—Muy segura, Chris.

—También es tu hijo... No está mal si decides seguir adelante por esto.— me hace saber.

—Ya lo sé... No quiero nada que tenga que ver con él.— digo negando con la cabeza—. Yo no podría tener un hijo suyo... Lo recordaría todos los días y no estoy dispuesta a esto.

Tal vez estaba siendo injusta, al fin y al cabo el niño no tendría culpa de nada. Pero no podía hacerme eso a mí misma.

Terminaría enferma y no podía permitírmelo.

—Tienes la opción de abortar.— dice después de estar unos segundos en silencio—. Sé que no es una decisión fácil, pero es tu cuerpo y eres la única que tiene el control de él.

Si fuera otro hombre no hubiera dicho lo mismo, desde luego que no.

Que respetara mi decisión y que me respetara a mí, solo hizo que lo quisiera un poquito más.

—Quiero hacerlo.— digo apretando ligeramente sus manos—. Quiero abortar.

Sus ojos me miran en el momento que acerca sus labios para besar mis manos, dándome el apoyo que ansiaba.

No dice ni un pero, no pone quejas, no reclama.

Simplemente respeta.

Magnate VélezWhere stories live. Discover now