Capítulo 16

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Cyara Ross

Llevo mis manos a mi cabello solo para alborotarlo un poco más, Zaid llevaba un buen rato dormido y la soledad de la noche me envolvía por completo.

Llevo puesta una camisa que claramente no es mía por lo que suponía que el dueño de ella era Christopher, la encontré en el armario y no dudé en ponérmela. Aún tenía ese dulce olor a Paco Rabanne, el perfume que impregnaba la ropa del magnate desde hacía ya dos años.

Desabotono los primeros botones al sentirme asfixiada, uno de mis hombros queda al aire ya que la tela se desliza debido a mi acción. La piel se me eriza cuando salgo al balcón, no es que la noche estuviera fría pero el hecho de llevar únicamente la fina prenda en mi cuerpo estaba pasando factura.

Mis ojos se centran en el auto que acababa de estacionarse frente al edificio, se me hacía conocido pero no tenía idea de donde ni porque. Mi mirada no se despega de allí hasta que el propietario del auto sale, lo veo apagar su teléfono en un gesto de molestia antes de tirarlo al asiento y cerrar la puerta con fuerza. Sacude su cabello y empieza a andar en dirección a la puerta del edificio.

Y probablemente su destino sea aquí.

Mi vida es un lío, no me atrevería a culparlo a él ya que siempre lo fue. Eso de ser algo normal nunca fue mi estilo.

Los golpes en la puerta me hacen morderme los labios antes de ir a recibir al hombre que estaba detrás de esta.

—Buenas noches, ángel.— me saluda con un beso en los labios antes de entrar al departamento—. ¿Has estado bebiendo?

Se relame los labios, probablemente saboreando el sabor que le había dejado el beso. Su mirada viaja hasta la mesada para dar con la copa de vino que había estado tomando.

—Creo que eso responde a mi pregunta.

Me encojo de hombros con una sonrisa ladeada en los labios.

—No tengo ni idea de vinos pero ese estaba delicioso.— digo acercándome a él.

—He tenido un día de mierda pero verte lo ha solucionado todo.— susurró acariciando una de mis mejillas con una de sus manos.

Mis ojos se cierran por acto reflejo y me permito disfrutar de su tacto. Suave, dulce y delicado. Perfecto.

—Puedes desahogarte conmigo.— le hago saber en voz baja.

—No merece la pena.

—Chris...— insisto tan solo un poco más.

—Tuve un enfrentamiento con un gilipollas.— declara haciendo una mueca.

—Pensé que eso era algo de todos los días.— murmuro divertida.

—En eso tienes razón, pero al llegar a casa me enfrenté a otro.— murmuró alzando sus cejas.

Permanezco en silencio, no estoy segura de que decir al respecto. A veces es mejor callar a decir alguna estupidez.

—Mi suegro.— aclara.

Un pequeño "oh" se escapa de mis labios para después quedarnos en silencio mirándonos únicamente a los ojos.

—Voy a por una copa de vino.— avisa desplazándose a la cocina, tan solo minutos después vuelve con la copa y con la botella en otra mano—. ¿Quieres?

—Por favor.— murmuro dando un leve asentimiento en su dirección.

Aprovecho para atar mi cabello de mala manera mientras él medio llena nuestras copas. Se acerca al balcón, tal y como estaba yo antes de que él entrase, y me mira como si estuviera esperando a que también me acercase.

Camino con pasos lentos, sintiendo el frío piso bajo mis pies descalzos.

—No ha pasado desapercibida tu vestimenta para mi.— dijo guiñándome un ojo a la vez que me extendía mi copa.

—Oh, esto...— murmuro un tanto avergonzada al darme cuenta de que sigo con su camisa y lo único que llevo debajo son unas diminutas bragas de color blanco.

Bajo un poco la mirada, dándome cuenta que mis pezones se transparentan en la tela.

—Estás preciosa, despreocúpate.— susurra regalándome una sonrisa.

Y a pesar de que sé que no es verdad, lo creo.

Con las mejillas sonrojadas y los ojos vidriosos. Doy un sorbo al vino, apenas humedeciendo mis labios para después pasar mi lengua por este saboreando lo dulce de este.

—Delicioso, ¿no es así?— pregunta con la mirada fija en mis labios.

—Bastante, tiene un sabor afrutado que lo hace delicioso.— digo encogiéndome de hombros.

No tenía de idea vinos, para mi todos tenían un sabor muy similar entre ellos, pero al ver que Christopher sonreía me di cuenta de que no iba tan mala encaminada.

—Es un vino de tu tierra.— dijo llevando la copa a sus labios para imitar mi acción—. Es un Mencía.

Por mi podría ser un Albariño que no iba a notar diferencia alguna... Obviamente, no tenía pensado decir eso en voz alta.

Desconecto del mundo cuando sus labios atrapan los míos en ese tan esperado beso, con sabor al afrutado vino que habíamos estado tomando.

Una de sus manos se posa en mi cuello, no ejerce ninguna presión, simplemente domina el beso.

—¿Qué está pasando por tu mente en estos momentos, ángel?— cuestiona apenas despegándose de mi boca.

—Joder Christopher, estoy tratando de ordenar mi vida y no sé dónde ponerte.

Magnate VélezWhere stories live. Discover now