Capítulo 2

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Cyara Ross

Los primeros rayos de luz caen directos en mi rostro y me maldigo por no haber bajado la persiana la noche anterior.

La noche anterior...

Tal vez había estado muy ocupada con el hombre que traje a mi habitación... Espera un momento, ¿mi habitación?

Al abrir los ojos, ignorando el dolor de cabeza típico de una resaca, me encuentro en una habitación que definitivamente no es mía.

Cierro los ojos y masajeo mi sien intentando recordar un poco de la anterior noche.

Fiesta, alcohol, sexo... El Magnate Vélez.

Me había acostado con ese hijo de puta, genial... Y no, no era un hijo de puta por haberme follado como quiso en la madrugada y después irse como si nada. Consideraba hijo de puta a todo aquel que viviera de los negocios, así como era mi padre, como lo era mi prometido, y como lo era él...

Oh, mi prometido... El que ha de estar con ganas de matarme después de no pasar la noche en casa.
No puedo aparecer con la ropa del día anterior, no me conviene tentar mi suerte...

—Por favor, ¿podrías traerme ropa a la habitación...— me tomo un momento en ir a mirar el número —. 33, del Hotel NH Marbella?

—Señorita, ¿qué hace ahí...? — cuestiona del otro lado del teléfono —. Si el señor se entera de esto...

—El señor no tiene que enterarse. — digo tratando saliva—. Por favor, no te demores.

Dejo escapar un suspiro antes de entrar al cuarto de baño para darme una ducha, apestaba a alcohol y necesitaba borrar el rastro de este en mi cuerpo. Para cuando salgo, con una toalla blanca alrededor de mi cuerpo, veo dos pequeñas bolsas en la puerta.

Al menos han hecho lo que les pedí...

No me toma demasiado tiempo vestirme con lo que me habían traído, ato mi cabello en una coleta alta y me maquillo de la forma más sencilla posible. Nunca había sido muy fan del maquillaje y tampoco es que me fuera necesario.

"Las mujeres tienen que maquillarse e ir bien vestidas, su deber es dar una buena imagen." había dicho cientos de veces mi prometido.

Nunca dije nada al respecto, pero no estaba de acuerdo. Esa mierda sonaba tan machista...

Tengo que pedir un taxi para que me lleve a casa, a casa de mi prometido, ya que esa nunca fue (ni será) mi casa. Dejo un par de billetes en la mano del taxista, sé que ahí hay más dinero del que costaba el viaje pero no importa, el señor también se lo merece.

—Que tenga buen día, señorita. — sonríe dando un leve asentimiento en mi dirección.

Que señor tan majo.

—Igualmente. — respondo con una sonrisa en los labios antes de empezar a caminar en dirección a mi infierno.

Intento entrar en casa de forma disimulada, sin que nadie allí se entere de mi llegada. Pero fallo en el proceso, pues varias personas del servicio me reciben con una sonrisa en los labios.

—Señorita, el señor Méndez no parecía estar muy contento esta mañana. — dice una de las chicas de la limpieza.

—Gracias por advertir, creo que sé a que se debe...

—¿No quiere que le prepare un buen desayuno? — pregunta una de las cocineras—. Necesita empezar el día con energías.

—No, gracias. — sonrío agradecida, menos mal que en esta casa las tenía a ellas que se preocupaban por mí y por mi bienestar—. Ya he desayunado fuera, no hizo justicia a tu desayuno pero al menos no me morí de hambre.

Mentira, mi estómago estaba totalmente vacío pero en lo que menos pensaba ahora era en comer.
Con esas palabras solo le subí un poquito el ego a la cocinera, pues nadie cocinaba mejor que ella en todo Marbella.

Paso por el pasillo, en la cocina se oyen murmullos... Murmullos que llevan mi nombre y me hacen detenerme.

—Como se lo estoy contando, señor... Llamó esta mañana pidiendo ropa, y la habitación del hotel estaba a nombre de, ni más ni menos, que el Magnate Vélez.

—Cuéntaselo a otro, el Magnate Vélez no perdería el tiempo en mujeres como la mía. — dijo riendo sarcástico.

—Señor, estoy hablando en serio, al parecer estuvo aquí por negocios y la noche de ayer la pasó con la señorita.

—Ya me encargaré yo de esto. — dijo finalmente.

Después todo queda en silencio.

Es mi momento para caminar hasta las escaleras y empezar a subir estas, solo rezaba porque se fuera pronto a trabajar y no viniera a joder mi humor.

¿Qué si me sentía culpable por lo que había hecho?

Por supuesto.

Ricky era un capullo pero no se merecía que yo le faltara el respeto de tal forma.

—Un momento, Cyara, ¿a dónde vas? — escuchar su voz a mis espaldas me hace detenerme y girar mi rostro para poder verlo—. ¿No vas a saludar a tu prometido?

—Buenos días, Ricky.

Él ríe negando con la cabeza y con un dedo me indica que me acerque.

Trago saliva y comienzo a bajar las escaleras con calma, no tenía prisa en llegar a donde él se encontraba.

Su mano se posa en mi nuca mientras me da un beso en los labios, pero sus besos ya no causaban nada en mí.

—Me he enterado que además de fiestera también eres una puta. — murmura sobre mis labios, su mano sube tan solo un poco más para tomar mi cabello y jalar de él —. No me agrada la idea de casarme con una puta, Cyara.

—Suéltame. — pido poniendo mis manos en su pecho para intentar mantener las distancias.

—No te voy a soltar hasta que te quede claro. — dijo con dureza, su otra mano agarró con fuerza de mi brazo, haciéndome soltar un quejido—. No voy a quedar yo como el cornudo de España.... Lo tienes todo, Cyara, ¡todo! Soy guapo, rico, bueno en la cama, en los negocios... ¿Qué más quieres?

Qué me quieras, que me respetes, que me trates bien...

¿Es tanto pedir?

Solo quiero ser yo por un momento, no esa persona que tú me obligas a ser.

Por favor...

—Nada... — susurro cuando sus manos hacen más presión en mi cuerpo.

—Si yo no te quisiera, nadie más lo haría, bonita... Nadie. — dice antes de soltarme.

Me deja aturdida por varios instantes, y es que tal vez tiene razón. Tal vez es momento de darme cuenta que lo que yo quiero jamás va a pasar, que tengo que ser la mujer que Ricky Méndez quiere que sea.

Magnate VélezWhere stories live. Discover now