18. Las dos caras de Lucien

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Con el paso del tiempo, lograron mantener una conversación más fluida, lo que alivió sobremanera al escritor. Para un primer encuentro sin máscaras no estaba mal y se sintió satisfecho consigo mismo por el pequeño avance.

Salieron de la cafetería y antes de despedirse, negándose a apartarse de la otra persona tan pronto, fueron hasta un parque cercano y se sentaron en un banco. Aunque al principio volvieron a quedarse en silencio, él no tardó en romperlo.

—¿Te importa si voy a verte cada vez que trabajes? —preguntó con la esperanza de que respondiera que sí.

—Incluso podría avisarte en algún momento que acuda en calidad de clienta... —comentó con una sonrisa pícara.

Lucien abrió un poco más los ojos y después relajó el gesto.

—En ese caso no olvides decirme cuál será el nombre que uses, dudo que puedas usar el que ya tienes...

Como respuesta solo recibió el guiño de Catherine.

La chica se convenció de que Lucien no era como otros hombres que había conocido. Era reservado, solitario, pero atento y conversador cuando entraba en confianza. A ella le pasaba algo parecido, solo que era mucho más extrovertida que él, de otra forma no habría servido para el trabajo que tenía en el club. Eso no quería decir que hubiera momentos en los que no se pusiera nerviosa, mucho menos estando cerca de Lucien.

—¿Cómo es posible que seas dos personas tan distintas? —indagó. Él supo al momento a lo que se refería, pero prefirió que Catherine continuara—. Primero está Lucien, el escritor tímido que sabe escuchar —ella sonrió—, y luego está Cheshire, el seductor que provocaría excitación en cualquier mujer.

—¿Incluso en ti? —intervino.

Su cuerpo se tensó ante la pregunta de Lucien.

—Incluso en mí —reconoció con un murmullo.

—Ojalá algún día también lo consiga sin tener que ser Cheshire...

Lo que él no sabía era que ya la excitaba sin necesidad de llevar el antifaz puesto.


···


Tras la intensa sesión de sexo, June y Alexa estaban sentados en unos taburetes que se encontraban en la isla de la cocina. Ella tenía el rostro apoyado en su mano derecha y él los dos brazos cruzados sobre la superficie.

—Perdona que te lo pregunte, pero siento mucha curiosidad... ¿Por qué decidiste abrir un club como La Fruta Prohibida?

June levantó la comisura derecha de sus labios y bajó la mirada unos segundos.

—Lo consideré una buena forma de que las personas se desinhibieran sin tener que arriesgar su verdadera identidad. Aunque no lo creas, los antifaces y nombres inventados otorgan la privacidad y el anonimato que algunos necesitan para dejarse llevar como si fueran otras personas. —Hizo una pausa sin saber si hablarle con total sinceridad o esperar a conocerla mejor. Decidió finalmente serlo, si los dos querían conocerse podría empezar desde ese instante—. Me encanta el sexo, aunque eso no quiere decir que no haga otras cosas o que no pueda dejar de pensar en ello.

»Como habrás podido darte cuenta, lo que más disfruto es ver a las mujeres gozar, como hice contigo la otra noche en el club. Hoy habría podido hacer lo mismo, dedicarte todo el tiempo posible, pero las ganas pudieron conmigo. Y sé que no me habrías dejado ir tan lento.

Alexa soltó una risita ante las últimas palabras del hombre, dándose así la razón.

—Qué interesante... —Se obligó a callar cuando pensó en Catherine y tuvo la tentación de mencionarla—. ¿Y sueles pasar mucho tiempo allí?

—Suelo dejarle eso a mi socia, aunque durante el día suelo estar en el despacho revisando solicitudes y otros papeles, entre otras cosas.

No supo por qué, pero por su mente pasó la idea de que tal vez June se acostaba con su socia también, de la que no sabía nada, solo el apellido que leyó en la invitación días atrás. «¿Sería demasiado extraño preguntarle por ella?». Resolvió finalmente no hacerlo aún, pues no se sentía aún con la confianza suficiente para hacerlo.

—¿Cuál es el siguiente paso? —indagó, cambiando de tema.

June la miró extrañado hasta que recordó a lo que se refería.

—Seguir conociéndonos —respondió con una sonrisa—. En el sexo nos entendemos, solo nos queda saber si congeniamos fuera de la cama. Ya sabes, si tenemos una buena conversación o tenemos un interés mayor en el otro. Por mi parte lo tengo hacia ti, si también te pasa conmigo, podríamos volver a vernos en el club y fuera de él. ¿Qué te parece?

—Me parece bien, June. Si quieres puedo avisarte cuando tenga intenciones de acudir por si tú no puedes o no tenías pensado ir —propuso, irguiéndose sobre el taburete.

—Eso sería fantástico... —convino, contemplándola con atención.

No quería que Alexa solo fuese sexo, ni que ella lo considerara como tal. Estaba al tanto de que se estaba metiendo en una relación abierta y que él no tendría prioridad frente a Travis, pero se conformaba con poco. Al menos mientras siguieran conociéndose.


···


Esa noche, mientras trabajaba en su libro, Lucien recordó el encuentro casual con Catherine y todo lo que pasó después. Quedó con ganas de más, pero lo vio como una señal para seguir adelante con la cita que le propuso. Sin pensarlo dos veces se levantó de la silla, se acercó a la estantería donde había dejado el teléfono y lo cogió. Abrió los contactos y al encontrar el suyo, sonrió inconscientemente. «Orquídea...». Pulsó el botón de enviar mensaje y escribió:

Catherine, espero no parecer ansioso, pero me gustaría que tuviéramos la cita pasado mañana y, si quieres, comer juntos. Si no puedes, lo dejaremos para otro día, no tengo ningún problema. Espero tu respuesta.

Dudó en cómo terminar el mensaje y al final añadió: Buenas noches.

Catherine recibió el mensaje cuando ya estaba en la cama con el libro en las manos. Agarró el teléfono móvil que estaba sobre la mesita y sonrió al ver que era de Lucien.

—Si tú pareces ansioso, no quiero ni pensar en lo que pareceré yo... —le dijo a la pantalla en cuanto terminó de leerlo.


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La Fruta Prohibida: El club nocturnoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora