33. No es suficiente

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Tras los juegos previos y lubricar adecuadamente la zona, Charles volvió a tomar el control, como la primera vez. Sin embargo, en esa ocasión las cosas eran distintas. Mientras penetraba a Poseidón y observaba su espalda bajo las luces tenues de la habitación, no dejó de pensar en el hombre que le volvía loco. Supo que tendría que controlarse si no quería llegar al orgasmo antes de tiempo, por lo que bajó el ritmo e intentó no dejarse llevar por sus pensamientos, sino por lo que estaba viviendo.

Quizá no había sido tan buena idea aquello.

Agarró del pelo al hombre y tiró con suavidad para que su cuello quedara más accesible, al que dedicó algunos besos. De vez en cuando gruñía contra su piel, obteniendo como respuesta otro gruñido y algunos jadeos de Poseidón.

—Se nota las ganas que tenías de que volviera a pasar... —dijo entre jadeos.

Y no pudo volver a hablar porque Charles le tapó la boca para que no lo hiciera. Siseó y aumentó el ritmo de sus movimientos sin dejar de entrar y salir en ningún momento. Ya no le importaba si el orgasmo llegaba antes o se ralentizaba: solo quería dejarse llevar hasta llegar a la euforia del clímax y derrumbarse antes de volver a empezar, siendo él quien recibiera esa vez. No obstante, temía que se le escapara otro nombre en cualquiera de los dos casos, por eso cuando sintió que todo terminaba se mordió los labios y solo gruñó, dejándose ir sobre la parte baja de la espalda de Poseidón.

En algún momento de la noche, tras probarlo en todas las posturas posibles y sin mirar a los ojos a su amante, llegó a la conclusión de que no iba a conseguir lo que quería. Aquello no le bastaba para saciar sus ganas.


···


El lunes, Gabrielle y Naomi comieron juntas en casa de la primera. Darrell estaba trabajando y tenían la casa para ellas dos. Desde la noche del trío con Adán, Naomi le estuvo dando vueltas a cómo preguntarle a su amiga qué era lo que sucedía. En su día le aseguró que ella no era infiel a su marido, pero entonces ¿qué fue lo de esa noche en el club? Mientras las dos comían, la rubia se fijó en el semblante ausente de la morena y resolvió ser directa con ella.

—Dime qué ronda por tu cabeza porque hasta ahora no soy adivina ni puedo leer mentes.

Naomi alzó la mirada y fijó su atención en Gabrielle con sorpresa.

—Me dijiste que no eras infiel, pero esa noche te acostaste con otro hombre y yo contribuí a ello.

Gabrielle puso los ojos en blanco. «Ya está otra vez con eso...».

—No vas a parar hasta que obtengas una respuesta que te satisfaga, ¿verdad? —Suspiró.

—No me malinterpretes, Gabrielle, pero no puedo entender que estés haciendo eso a tu marido cuando...

—No tienes ni idea de nada, Naomi —la interrumpió—. Darrell y yo tenemos una relación abierta. Él tiene otra pareja a la que conozco y yo estoy esperando a poder encontrar a Adán fuera del club para hablar con él sobre esto, de forma que si acepta también conocerá a mi marido. No soy infiel, él sabe perfectamente todo lo que hago y yo sé también lo que él hace. —Hizo una pequeña pausa para llevarse un trozo de filete a la boca mientras observaba cada cambio en el rostro de su amiga. Sonrió al pensar en algo que no dudó en formular en voz alta—. ¿Qué te parecería ser una de las parejas de mi marido? —Alzó una ceja y esperó a la reacción de Naomi.

—¿Pero qué dices, Gabrielle?

—¿Crees que soy tonta, Naomi? —inquirió—. He visto cómo lo miras y cómo te muerdes el labio cada vez que crees que nadie te ve. Estoy segura de que te masturbas pensando en él y todo.

Soltó el tenedor en el plato y apoyó la barbilla sobre sus manos entrelazadas.

—¿Cómo...?

—Parece mentira que no me conozcas aún con la de años que llevamos siendo amigas.

—Aunque me gustara dudo que tu marido...

Gabrielle rio ante la insinuación de la morena.

—Darrell estaría encantado, pero tengo que advertirte de que él tiene una particular forma de disfrutar del sexo... Si estás dispuesta a probarlo, yo podría hablar con él y allanarte el terreno mientras te lo piensas.

Naomi permaneció callada mientras asimilaba todo lo que le había dicho Gabrielle.

—Podrás disfrutar de él a solas o compartirlo conmigo, tú decides —añadió.

Se mordió el labio mientras miraba a la rubia y finalmente habló de nuevo.

—¿Puedo pensármelo?

Gabrielle sonrió de medio lado, complacida.


···


Esa tarde, Alexa quedó con June de nuevo en la vivienda donde tantos momentos estaban compartiendo. Esa vez la intención era conocerse un poco mejor, como otros días anteriores en los que se quedaban acurrucados en el sofá o en la cama.

—Me alegro de que las cosas vayan mejor con Travis —dijo él con sinceridad en cuanto ella le habló sobre los avances en la relación con su novio.

—Aunque a él le está costando todo esto. Para mí también es algo nuevo, pero creo que he conseguido adaptarme bastante bien —comentó mientras acariciaba en círculos el pecho de June sobre la camiseta.

—A mí también me costó adaptarme cuando empecé, es algo normal —le aseguró—. Ya verás que pronto se acostumbrará. Algún día quizá te cuente cómo fueron mis comienzos...

June rememoró aquellos días en los que Gabrielle lo impresionó con su belleza y su experiencia. Aprendió muchas cosas, pero también tuvo que sacrificar otras y al final se dio cuenta de que no le compensó todo el esfuerzo que puso en querer complacerla si al final se descuidaba a sí mismo.

Alexa se quedó mirándolo durante unos segundos y se percató del cambio en su rostro, pasando de sereno a pensativo con el ceño fruncido.

—Cuando quieras yo estaré aquí para escucharte. —Sonrió.

El hombre la observó y cambió su expresión con una sola sonrisa que llegó a sus ojos.

—No quiero precipitarme, Alexa —empezó a decir él y antes de seguir tragó saliva mientras pensaba si sería buena idea o no continuar—, pero creo que estoy empezando a sentir por ti algo mucho más intenso.

La chica se apoyó sobre sus codos para estar un poco más cómoda mientras lo miraba y sonrió. Ella no estaba segura de sus sentimientos, pero sí sabía que no era lo mismo que cuando lo conoció. Estiró su brazo derecho para acariciar la barba de June y dejó escapar el aire en un pequeño suspiro.

—A mí me gustas mucho, June. Cada vez más.

Alexa se puso de rodillas para acercarse un poco más y clavó su mirada en los ojos de él mientras se acercaba a su boca poco a poco. Depositó un beso casto en sus labios que no le bastó para quedarse a gusto, mucho menos cuando un cosquilleo recorrió su cuerpo y sintió la mano de June en su nuca para volver a atraerla. Ella se situó encima y correspondió al beso con la misma intensidad con la que él lo había empezado.


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La Fruta Prohibida: El club nocturnoWhere stories live. Discover now