7. El contraste entre los dos

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Las expectativas de Alexa se dispararon en cuanto leyó el cartel. Él usó una llave que sacó del bolsillo de su pantalón y abrió. La invitó a pasar y Dante lo hizo después, cerrando a su paso y echando el pestillo para que nadie molestara con intromisiones indeseadas. La chica tragó saliva al verlo ejecutar ese sencillo movimiento de muñeca que la dejaba a su merced y pensar en eso la excitó aún más de lo que ya estaba. El hombre giró sobre sus talones, esbozó una sonrisa y la invitó a sentarse. Alexa entonces observó todo a su alrededor y descubrió bajo la tenue luz roja una cama con dosel, cuya tela estaba recogida, con sábanas oscuras de color granate o parecido. Además había un sofá del mismo color oscuro, de cuero, frente a la cama, un mueble bar y una pequeña mesa al lado de este. Se relamió mientras su cabeza le mostraba imágenes de todo lo que podía suceder allí. ¿Realmente su intención era mantener una nueva conversación con ella?

—Por extraño que parezca sí que te he traído para hablar lejos de aquel ambiente. No te obligaré a hacer nada que no quieras —aseguró el hombre levantando las manos en señal de rendición.

Bajó los brazos y se aproximó al mueble bar para sacar una copa junto a una bebida. La vertió sobre el recipiente, volteó su cuerpo y, tras apoyarse, la miró detenidamente.

—¿Quieres tomar algo? —ofreció.

Ella se negó, ya había bebido suficiente desde que entró en el club. Dante alzó el vaso en su dirección en un brindis silencioso y se lo llevó a los labios. Tragó algunos sorbos antes de depositar la copa sobre la mesa que había junto al mueble.

—¿Todos los socios cuentan con una habitación propia?

Desde que vio el cartel sintió esa curiosidad y no pudo evitar saciarla. El soltó una pequeña carcajada.

—Por supuesto que no, pero sí pueden contar con salas privadas según sus necesidades. Algunas son compartidas, otras no, depende de si buscan una orgía, un trío o llevar a cabo sus fantasías con una sola persona. ¿Querrías tener una habitación propia como la mía?

—¿Eso es posible? —preguntó, incrédula.

—No, pero si te interesa ser socia podría intentar hacer algo. —Le guiñó el ojo.

Dirigió sus pasos hasta la cama y se sentó sobre ella. Alexa le acompañó, confundida.

—¿Quién eres?

No pudo evitarlo.

—Por ahora puedes conformarte con saber que puedes llamarme Dante y que puedo cumplir cualquiera de tus fantasías si quieres. Tanto esta noche como cualquier otra, si decides volver. Estoy dispuesto a convertirme en tu esclavo.

Alexa tragó saliva.

—¿Mi esclavo?

—O lo que quieras. —Sonrió.

—En principio me gustaría seguir conociéndote. No soy chica de rollos de una noche... No me malinterpretes, no me refiero a que quiera tenerte como pareja, sino a saber si tengo esa conexión necesaria...

Él colocó el dedo índice sobre sus labios para hacerla callar.

—Te entiendo, Belladona. —Se retiró, levantándose y colocando sus manos a la espalda—. He conocido a muchas mujeres que han pasado por aquí con el único objetivo de llevarse a la cama al primero que muestra interés en ellas. También he visto personas desesperadas por algo de atención y capaces de hacer cualquier cosa porque los llevaran a alguna de las salas privadas. Solo algunas excepciones, como tú, destacan aquí dentro, quizá por eso llamaste mi atención... Dime una cosa: el chico que te acompañaba antes, ¿es tu pareja?

La Fruta Prohibida: El club nocturnoWhere stories live. Discover now