5. Primera noche en el club

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Lucien volvió a acudir al club sabiendo que esa noche Orquídea estaría allí. No acudía en calidad de guardaespaldas, como la otra vez, y tampoco deseaba pegarse a ella como si de una lapa se tratase. Definitivamente no quería espantarla antes de tiempo. Y aunque le habría gustado que fuera ella quien lo atendiera, fue uno de los camareros quien se acercó.

Esa noche el lugar estaba a rebosar.

—Edén, por favor —pidió al chico.

Este preparó el cóctel ante el cliente y en poco tiempo tuvo la copa sobre la superficie de la barra. La agarró y se la llevó a los labios para beber el líquido y degustarlo en su paladar. Cuando lo soltó, el hombre ya no estaba ante él y ni siquiera pudo saber su nombre en clave. Buscó con la mirada a Catherine, pero no fue capaz de verla entre tantas personas sentadas y de pie que conversaban animadamente.

Hasta que una cabellera pelirroja recogida en un moño desenfadado llamó su atención. Rogó en silencio por ver en ella la chaquetilla que la distinguía como encargada y sonrió con gran satisfacción al ver que, en efecto, era ella. Volvió a llevarse la copa a la boca y se terminó la bebida sin tener cuidado de que el alcohol le subiera más de la cuenta. Con el impulso de un adolescente que quiere invitar a la chica que le gusta al baile de fin de curso, avanzó entre el gentío sin quitar sus ojos de ella. Vio que abría la puerta roja, acompañada de una pareja, y se perdía tras ella. Lucien tragó y durante unos segundos sopesó la posibilidad de traspasarla o no. Aunque ya tuvo su primera noche gratuita, como hermano del dueño gozaba de cierto privilegio que otros no. Y finalmente abrió la puerta, entró y cerró a su espalda con la idea de hablar con ella en mente.

No supo dónde se había metido al ver alrededor.


···


Belladona y Adán siguieron a Orquídea a través de un pasillo casi en penumbras, de no ser porque unas luces rojas tenues iluminaban el camino. Los dos se sorprendieron al no ver puertas en su camino, solo había una al fondo, que intuyeron que escondía la zona más divertida del club.

—Antes de entrar, dejad que os informe sobre algo. —Solo cuando ambos asintieron, continuó—. Todo lo que veréis a continuación forma parte de las fantasías de los clientes vip, pero siempre de forma consensuada. Si alguien intenta forzaros u os hace sentir incómodos, no tenéis más que apretar este botón y cualquiera de los encargados apareceremos para ayudar.

Les entregó un artefacto pequeño con un solo botón que ambos guardaron en su bolsillo.

—¿Crees que será necesario? —cuestionó la chica de ojos azules.

—Espero que no, y aunque intentamos ser selectivos, siempre se nos puede escapar algún depravado que no quiera entender las reglas del club.

El chico miró a su acompañante con una sonrisa que intentó que fuera tranquilizadora.

—Tranquila, yo estaré ahí por si algo sucede...

—No digas tonterías, Tra... Digo, Adán. No voy a mantenerte toda la noche a mi lado, si alguien te interesa, lánzate.

La encargada observó la escena con una expresión divertida. Pocos clientes había como sus amigos y, aunque se lo intentaran tomar en serio, sabía que les costaba mantener esa fachada de personas experimentadas.

—Tranquilos, no tenéis que aparentar para que otros se fijen en vosotros. He visto de todo, creedme. En fin, cuando decidáis terminar la experiencia, preguntad por mí y yo os esperaré aquí cuando salgáis. —Les dedicó un guiño y se marchó.

La Fruta Prohibida: El club nocturnoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora