20. Eso tendrá que decidirlo ella

612 59 18
                                    

El hombre acompañó a la encargada hacia una sala habilitada para las reuniones con los potenciales socios del club. Durante todo el trayecto, aunque fue corto, la chica se sintió observada e incómoda. Sacó el dispositivo que tenían todos los encargados y avisó a June por cualquier problema que pudiera surgir. Hipnos era bastante alto y musculoso, lo que supondría una desventaja para ella en caso de que las cosas se complicaran.

Al entrar en la sala, dejó la puerta abierta e invitó al cliente a que tomara asiento. Ella se colocó tras la mesa y se sentó en el sillón antes de proceder con su explicación. En ningún momento el hombre dejó de observarla con detenimiento, pero ella fingió no darse cuenta para que sus nervios no la traicionaran. Por suerte no ocurrió nada e Hipnos accedió a firmar los papeles para convertirse en socio de La Fruta Prohibida. Catherine sacó de un cajón una carpeta con el contrato y lo desplazó por la mesa hasta que el hombre detuvo el avance.

—¿Has probado ya las ventajas que se esconden tras la puerta roja o vienes por la recomendación de otro cliente?

Hipnos, que despegó su mirada de los papeles solo unos segundos para mirarla, sopesó la posibilidad de decirle la verdad. Sin embargo, era mucho más divertido para él mantener su identidad en el anonimato, como la mayoría de las personas que acudían al lugar. Aunque, como era de esperar, tendría que firmar con su nombre real.

—Vengo por recomendación, pero sé que disfrutaré mucho de esas ventajas, aunque ahora no conozca todas —respondió, relamiéndose después.

Catherine vio ese gesto e intentó no mostrar lo nerviosa que la había puesto, pero fue en vano porque él captó cada uno de los cambios en el rostro de la chica.

—Estoy segura de que así será.

El hombre firmó los papeles y dejó el bolígrafo sobre ellos. Alzó la barbilla y clavó su mirada sobre ella.

—Tengo entendido que los trabajadores no entran dentro de las opciones... ¿me equivoco?

Catherine tragó saliva y fue consciente por primera vez desde que quedó a solas con él del peligro que desprendía cada poro de su piel.

—No, no te equivocas. Los trabajadores no están disponibles para follar —corroboró una voz masculina desde la entrada de la sala.

Era June.

Ella levantó la mirada y el cliente volteó la cabeza hacia la puerta. El dueño del club se retiró del marco y avanzó hasta que quedó a escasa distancia de la silla donde estaba sentado el cliente. Hipnos se levantó, giró sobre sus talones con la intención de enfrentarlo y sonrió al ver de quién se trataba. No hacía falta verle el rostro completo para saber cuál era su identidad.

—Qué sorpresa, Sanders. Qué placer volver a verte tras... ¿cuántos años ya? ¿Tres? ¿Cuatro?

June desvió su mirada unos segundos hacia la placa de su pecho para que su nombre real no escapara de sus labios delante de su empleada.

—Cinco años, Hipnos. —Catherine se quedó mirándolos sin saber qué decir y a la vez con ganas de conocer la verdadera identidad del cliente. June, sin posar sus ojos sobre ella, le dijo—: Orquídea, puedes retirarte.

Ella lo hizo tras despedirse y los dos se quedaron a solas en aquel pequeño espacio. June se acercó a la puerta, se aseguró de que no había nadie cerca y la cerró para tener más privacidad.

—Darrell, no pensé que acudirías a mi club después de... todo.

—Y no pensaba hacerlo, pero Gabrielle me animó a venir. ¿Sabes? Me interesa esa chica...

—Lo sé —lo interrumpió—. Gabrielle no me oculta nada tampoco. Somos socios, recuérdalo. Y desde ya te digo que no vas a conseguir nada con Orquídea.

La Fruta Prohibida: El club nocturnoDove le storie prendono vita. Scoprilo ora