25. Una propuesta inesperada

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Durante gran parte de la tarde estuvieron conociéndose un poco más y dejaron para otro día la posibilidad de ver juntos una película. Lo habrían hecho después de conversar, pero Alexa tenía prisa por volver a casa; tenía que prepararse para esa noche, ya que acudiría de nuevo al club junto a Travis.

—Puede parecer extraño, pero cuando era adolescente y apenas empezaba a descubrir mi cuerpo, mi hermano Lucien se encargó de darme ciertas pautas para hacer disfrutar a una mujer. En esos momentos no lo entendía, solo quería probar y satisfacerme sin necesidad de mis compañeros inseparables —levantó ambas manos con una sonrisa de lado—, pero él me dijo: «June, no puedes centrarte solo en ti cuando la satisfacción de la otra persona puede proporcionarte el mayor y mejor de los placeres». Claro que por aquel entonces él se relacionaba más con las mujeres, no le dedicaba tanto tiempo a la escritura porque tenía la certeza de que era demasiado joven para no vivir experiencias.

»Al poco tiempo comprobé que él tenía razón: no había mayor placer que proporcionárselo a la mujer con la que estaba en cada momento. Sentir cómo su cuerpo reaccionaba a cada una de mis caricias y pedía más sin necesidad de palabras es algo increíble y maravilloso, Alexa. ¿Qué sentiste aquella noche en el club?

Al recordar aquella escena en particular y las inmensas ganas de que no la dejara a medias sonrió, evitando pensar en la excitación que se concentraba poco a poco en su zona íntima.

—Me dejaste con ganas de más así que imagínate lo que sentí —respondió. Antes de que él volviera a hablar, agregó—: Es la primera vez que conozco a un hombre que no esté solo centrado en conseguir su orgasmo.

—¿Travis no se preocupa por tu placer? —cuestionó June con el ceño fruncido.

—Oh, sí, pero no de la misma forma que tú.

—Hay muchas formas de sentir placer al satisfacer a una mujer igual que hay muchas maneras de llegar al orgasmo aparte de la penetración.

Y Alexa supo que quería experimentar todas y cada una de ellas con él.


···


Esa noche, Travis, acompañado por Alexa, atravesó la puerta roja con su tarjeta de socio en cuanto entró en el club. Estaba más nervioso de lo normal, sobre todo al rememorar las palabras de su novia: «¿Por qué no pruebas a intentar hablar con ella?». En cuanto llegaron al bar interior, buscó con la mirada a Perséfone, pero no vio a nadie que se le pareciera, por lo que permaneció con Alexa durante unos minutos más.

—¿No está? —le preguntó ella al ver que miraba a todos lados, con calma, pero demostrando cierta ansiedad que solo Alexa reconocía.

—No lo sé, no logro encontrarla... Con los antifaces es difícil saber quién es quién sin acercarte.

—¿Te gustaría que la buscara? Solo dime su nombre y color de pelo y me pondré manos a la obra —propuso la chica.

Travis le indicó lo que pedía y vio cómo se movía por la sala observando a cada rubia que encontraba con disimulo. Sonrió cuando le hizo una seña que el reconoció como positiva y esperó a que regresara al asiento que tenía enfrente. Sin embargo, se sorprendió al ver que no era Alexa la que caminaba cadenciosamente hacia él, sino una mujer rubia, alta e imponente acompañada de otra de pelo oscuro a la que no reconoció a simple vista. Buscó a su novia por detrás de ellas y sonrió, dedicándole una mirada que solo ella entendería.

—Buenas noches, Adán —lo saludó Perséfone con una sonrisa—. Te presento a Afrodita, una amiga.

Travis se levantó y saludó a la desconocida con un beso en cada mejilla.

—Un placer.

Gabrielle lo escrutó con la mirada hasta que se dirigió a ella para darle dos besos, que terminaron muy cerca de la comisura de sus labios.

—Encantado de verte de nuevo, Perséfone —dijo él antes de mostrar una amplia sonrisa.

De nuevo sintió que se le escapaba la oportunidad de hablar con ella en privado, pero tampoco sabía cómo iniciar esa conversación. «Quizá se tome mi petición como que quiero acostarme con ella de nuevo —pensó mientras admiraba la belleza casi divina que dejaba ver el antifaz de la mujer—. ¿Realmente quiero tener algo con ella más allá de lo que tenemos aquí en el club?». Decidió retrasarlo a sabiendas de que si había acudido a él con su amiga no sería precisamente para estar los dos solos.

—¿Queréis tomar algo? —preguntó a las dos mujeres.

Gabrielle, que estaba allí con Naomi con un único propósito que iba más allá de vigilar el club de incógnito, se acercó al oído de Travis para hacerle una proposición:

—¿Qué te parecería que hoy pasáramos directo a la acción con un trío?

Si quedó impactado ante tales palabras, no lo demostró cuando la rubia se separó para observar su reacción. Travis miró a la otra mujer, que le dedicó una pequeña sonrisa, y finalmente asintió.


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La Fruta Prohibida: El club nocturnoWhere stories live. Discover now