22. La rabia contenida de Gabrielle

609 57 32
                                    

El viernes de esa misma semana, al mediodía, Travis salió con sus compañeros de trabajo para almorzar en el restaurante que había frente al edificio de su empresa. La aplicación estaba a punto de salir al mercado y necesitaban que todo estuviera listo para afrontar la repercusión posterior.

Como era costumbre, ocuparon una de las mesas más grandes del lugar y entre dos tomaron nota de todo lo que iban a pedir para ir a la barra a dejar el pedido. Uno de ellos fue Travis, que se encargó de hacer las anotaciones y dejar el papel en manos de uno de los camareros. Estos ya se habían acostumbrado a ese proceder y a darles prioridad porque sabía que tenían poco tiempo para comer. Y qué decir de las propinas que dejaban... No podían quejarse, no.

Unos minutos después, la mesa que ocupaban se llenó de comida y bebida. No era mucho el alboroto que solían provocar, pero ese día la discusión se acaloró entre dos compañeros debido al estrés. Travis, al que le empezaba a doler la cabeza, se levantó de la mesa sin decir nada y se dirigió al cuarto de baño. El de hombres estaba situado frente al de mujeres al final de un largo pasillo alejado del comedor de forma estratégica. En mitad de ese pasillo se cruzó con una mujer rubia de ojos azules que lo miró con una sonrisa delineada por el carmín de sus labios. Sorprendido y halagada, le devolvió el gesto. Cuando llegó a la puerta, agarró el pomo y volteó la cabeza para observarla de espaldas. Ella hizo lo mismo solo durante unos segundos antes de retomar la marcha. Travis meneó la cabeza de derecha a izquierda antes de perderse tras la puerta.


···


Su amiga Naomi no dejaba de parlotear sobre sus conquistas, sobre todo las relativas al club, hasta que se negó a seguir escuchándola. Al menos durante unos minutos. Gabrielle pudo escaquearse con la excusa de ir a retocarse, aunque permaneció dentro del cuarto de baño más tiempo del que pensaba. Cuando salió se encontró a un joven de ojos marrones profundos y pecas que llamó su atención por el gran parecido que guardaba con uno de sus trabajadores. ¿Serían familia? Y de ser así, ¿habría acudido al club en algún momento? Giró la cabeza para cerciorarse, encontrándose con la sorpresa de que él también lo había hecho. Algo en él le resultaba conocido, pero no era capaz de dilucidar por qué.

—¿Por qué has tardado tanto? —quiso saber Naomi cuando la vio llegar.

La rubia, que seguía pendiente de aquel largo pasillo, negó con la cabeza antes de responder.

—Me he encontrado con alguien que me suena de algo, pero no sé de qué... He estado un rato dándole vueltas, pero no llego a encontrarle sentido a eso.

Desvió el tema de conversación a su gusto, como siempre solía hacer cuando no quería responder a algo concreto.

—¿Quizá del club? —intervino Naomi.

Gabrielle guardó silencio mientras hacía memoria de los hombres que habían pasado por su habitación del club, no muchos para los que ella solía tener comiendo de su mano, y volvió a pensar en la posibilidad de que fuera familiar de uno de sus encargados.

—Tal vez.

Lo vio salir de aquel pasillo y durante unos segundos sus miradas conectaron. Había algo en sus ojos que la humedecía incluso en la distancia, pero ¿qué? Naomi aprovechó que la vio distraída para saber cuál era el motivo.

—¿Te refieres a ese chico de ahí? —Gabrielle, que volvió a fijar su atención en ella, asintió—. ¿No es demasiado joven para ti? Podría ser tu hijo... No creo que sea quien crees.

Gabrielle la observó con cara de fastidio mientras Naomi negaba con la cabeza. La seriedad se apoderó de su rostro y de sus palabras cuando dijo:

—¿Me estás diciendo que no soy capaz de llamar la atención de alguien menor que yo para llevármelo a la cama? —Cruzó los brazos y se reclinó en su asiento.

Su mirada inquisitiva sorprendió y aterró a Naomi, aunque quizá lo que más la asustó fueran sus últimas palabras.

—¿Engañas a tu marido, Gabrielle?

Que fuera tan directa molestó aún más a la aludida, que tuvo que controlarse para no golpear la mesa y exclamar que estaba muy equivocada.

—¿Tú qué crees? —Alzó una ceja.

—Que no, pero...

—Pues ya está. Nunca he engañado a Darrell y nunca lo haré.

Naomi se calló y ambas siguieron comiendo. No volvieron a tocar ese tema durante lo que restó de día.


···


Travis llegó a casa bastante tarde y encontró a Alexa dormida en la cama con un conjunto de lencería que supuso que se había puesto para él. Se sintió culpable porque durante toda esa semana no pudo sacar tiempo para ella, ni siquiera para preguntarle cómo estaba. No se acostó de inmediato, sino que siguió trabajando hasta altas horas de la madrugada. Y cuando se echó al lado de Alexa, esta se despertó con una pequeña sonrisa.

—¿Qué hora es? —ronroneó.

—Casi las cuatro de la madrugada... —susurró.

—Buenas noches entonces...

Y volvió a quedarse dormida.

Travis la contempló con una sonrisa bobalicona en el rostro. Le dio un beso en la frente y después él también se quedó dormido.


Si te ha gustado, no olvides votar y comentar

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

Si te ha gustado, no olvides votar y comentar.

La Fruta Prohibida: El club nocturnoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora