43. Una pasión difícil de controlar

449 44 16
                                    

Aprovechando que Catherine no trabajaba ese fin de semana, Lucien le escribió un mensaje para quedar cuando ella quisiese. Observó el nombre de Orquídea en su pantalla y sonrió al rememorar todos los momentos vividos con ella en el club de su hermano. Cuando recibió respuesta, el sonido de la notificación le devolvió a la realidad.


¿Qué te parece si quedamos esta noche para cenar? En mi casa. Cocino yo.


Lucien tragó saliva al leer el mensaje de Catherine. Tras el primer beso no volvieron a verse, no porque ninguno de los dos quisiera, sino porque él quiso enfocarse en la escritura durante unos días. Era tan exigente que no se permitía el lujo de tardar más de la cuenta en terminar un libro, mucho menos si era continuación de una saga que muchos lectores esperaban.

Tras intercambiar varios mensajes, Catherine le envió la dirección donde se encontraba su apartamento y quedó en esperarlo en la puerta de entrada al edificio. Y así, horas más tarde y tras aparcar el coche en un sitio que encontró libre en la misma manzana, apareció en esa calle. Sonrió al verla esperándolo, observando en todas direcciones hasta que sus miradas se encontraron. Llevaba una blusa beige y unos pantalones color café, una indumentaria que le sentaba bastante bien. Lucien aligeró el paso para llegar cuanto antes.

—Catherine... —mencionó cuando quedaron a escasa distancia.

—Hola —lo saludó ella mientras se fijaba en la camisa blanca desabrochada bajo la chaqueta negra que llevaba.

Se dieron dos besos y, sin añadir nada más, ella lo condujo hacia el interior del edificio y subieron hasta el piso donde se encontraba la vivienda. Catherine abrió la puerta con su llave y lo invitó a entrar antes de hacerlo ella y cerrar a su espalda.

—Es un lugar modesto, pero me sirve para vivir —explicó al ver que Lucien observaba todo a su alrededor.

—No tienes que darme ninguna explicación, Catherine. —Mientras hablaba, giró para quedar frente a ella y le dedicó una pequeña sonrisa tierna.

Sus mejillas se tiñeron de un rojo sutil que no pasó desapercibido para él. Como si leyera en su rostro lo que ella ansiaba, se acercó y acarició su rostro con los pulgares. Se inclinó un poco para acercar su rostro al de la chica sin dejar de mirar sus labios.

—No sé qué opinas de las muestras de cariño en público... —mencionó Lucien mientras continuaba avanzando.

Catherine contempló los ojos de Lucien antes de que bajaran hacia sus labios. Cuando se acercaba tanto era imposible que su concentración no se viera perjudicada. Sin embargo, logró hablar tras relamerse y tragar saliva.

—¿Tú tienes algún problema? —murmuró.

Lucien subió su mirada hacia los ojos claros de la chica y luego volvió a los labios, que habían quedado entreabiertos.

—Prefiero mantener mi vida privada lejos de ojos curiosos, aunque en las últimas semanas no he hecho nada para evitar eso... —Hablaba despacio, como si tuviera que pensar en cada una de las palabras ante la evidente distracción que eran sus labios rosados—. Y a decir verdad no me importaría que todo el mundo supiera que estoy contigo.

Catherine lanzó un suspiro que capturó Lucien con sus labios semiabiertos. Estaban tan cerca sus rostros que casi podían respirarse mutuamente. «Bésame. Bésame ya o lo haré yo», pensó, no solo por las palabras de él, sino por las ganas que había tenido desde que lo vio en la calle. Desde que se vieron la última vez, en realidad. Y como no fue capaz de decir algo que igualara lo dicho por él, lo atrajo hacia ella y lo besó. Lo hizo de forma que le transmitió todo lo que sentía, pero también todo lo que anhelaba de él. Lucien se aferró a su cintura y juntó su cuerpo con el de ella en un movimiento rápido.

La Fruta Prohibida: El club nocturnoWhere stories live. Discover now