prólogo

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—Oye, en serio no tengo hambre —le dije a mi compañero de carrera con el que mejor relación tenía. El Lucho.

—Pero yo sí y tú me vas a acompañar porque me da paja ir a comer solo —siguió caminando un paso delante de mí.

Me resigné a ser un buen samaritano y seguir caminando tras él hacia la cafetería de la universidad. Fue a pedir algo para comer y yo me dirigí hacia una mesa vacía. Aunque a esta hora casi todas las mesas estaban vacías porque eran recién las doce de la tarde.

—Igual me habría comido un churrasco —dijo al sentarse en la silla del frente con un sándwich.

—Lamentable. Solo comida sana en la cafetería.

Saqué un libro de mi mochila y un destacador para seguir resaltando lo más importante del texto. Al entrar en la universidad me di cuenta de que no podía ir por la vida estudiando el día anterior como lo hacía antes. Y fue exactamente cuando me enfrenté a mi primera prueba que me di cuenta. Un lindo dos siete adornaba la parte superior cuando me la entregaron. Ahora estudiaba un poco todos los días y estaba agradecido de haber encontrado mi método de estudio, ahora era un poco más fácil para mí organizarme.

—¿Ya terminaste el ensayo de radiológica? —preguntó el Lucho.

—Casi, me falta terminar de redactar los resultados, los tengo en el cuaderno. ¿Tú ya terminaste?

—Sí, ayer en la noche. Yo creo que hoy lo leo completo para ver si tengo algo malo o me equivoqué en traspasar información. Me salieron canas con la weá.

Sonreí—. Sí, de acá veo unas cuantas —lo molesté.

Me sacó el dedo de en medio y siguió comiendo. Moví mi vista por el lugar hasta que vi a una chica sentada al lado de una ventana leyendo un libro... que dudaba fuera de alguna carrera por la portada. Parecía... no sé, ¿de misterio tal vez? Desde aquí no veía bien, pero alcancé a ver algo que parecía una casa.

La chica de tez blanca estaba muy ensimismada en la lectura, moviendo continuamente un mechón de cabello negro que le caía sobre los ojos.

Ladeé la cabeza y me quedé mirándola unos segundos antes de girarme al Lucho.

—Oye, ¿cachai a esa chica? —la apunté disimuladamente.

Él dirigió su mirada a la chica y frunció el ceño—. Sí, se llama Josefa, es amiga de una prima, pero no he hablado mucho con ella.

—¿Y qué estudia?

—No sé, ya te dije que he hablado muy poco con ella, ¿por?

Me rasqué la barbilla—. No sé, se ve linda.

—Sí, es linda. A veces un poco seria, pero igual es simpática —tomó agua y arrugó la servilleta ya finalizando de comer.

—Voy a hablarle —me levanté de la silla y guardé mi cosas.

—¿Ah?

—Que voy a hablarle —repetí.

—¿Así de la nada? —hizo un gesto de obviedad, como si lo que estaba a punto de hacer fuera muy estúpido. 

—Sí —le sonreí y me colgué la mochila al hombro—. Deséame suerte.

—Eh... suerte —alcancé a oír mientras comenzaba a caminar.

Camino hacia ella con pasos decididos, pero a medida que me voy acercando la seguridad en mí va flaqueando porque... ¿cómo se inicia una conversación con una desconocida? Respiro hondo y me siento frente a ella, lo que provoca un salto de su parte y un jadeo de sorpresa.

Cresta, lo siento, no quería asustarte —me disculpo.

Ella lleva una mano a su pecho y me mira con el seño fruncido, luego pone un separador entre las hojas y cierra el libro. El Juego de Gerald se lee en la portada.

—¿Y tú quién se supone que eres? —pregunta mientras se cruza de brazos y se apoya en el respaldo.

Ahora que la tengo en frente puedo ver sus ojos color... ¿verde? No lo sé, pareciera que sí, pero lo cierto es que también tiene un poco de café. Tiene una nariz pequeña y unos labios... lindos.

Enarca una ceja ante mi falta de respuesta y me aclaro la garganta. Sí, puede resultar un poco intimidante.

—Soy Mateo, ¿cuál es tu nombre? —pregunto haciéndome el weón.

Me mira unos segundos antes de responder—. Josefa. ¿Se te ofrece algo, Mateo? Estaba ocupada.

—En realidad no. ¿De qué trata tu libro? —pregunto sonriendo.

Chasquea la lengua y lo guarda en su mochila—. De una mujer trastornada —responde con simpleza—. Adiós, que tengas un buen día —se levanta y se va caminando antes de que tenga la oportunidad de replicar.

Me quedo sorprendido viendo cómo sale de la cafetería y a los pocos segundos el Lucho se sienta frente a mí.

—¿Y? ¿Cómo te fue? —pregunta como si no supiera.

—Tu suerte es pura mierda —me cruzo de brazos. 


No puedo creer que esto haya salido de la nada, pero estoy bastante emocionada por seguir con la historia del Mateo. Los voy a poner un poco en contexto para que entiendan mejor: han pasado dos años y pico desde que la Javi se nos fue (ah, estaba muerta JKSJDKS) y aún no se encuentran y tienen esa conversación. Pero sí, va a estar incluida, obvio desde el punto de vista del Mateo, ya que él es el protagonista de esta historia.

Eso, espero que la disfruten, porque siendo sincera me está encantando escribirla. Aunque tengan en cuenta que va a ser una historia corta, unos veinte capítulos más o menos le calculo, pero eso no significa que sea menos dramática o le eche menos ganas, porque les aseguro que es TODO lo contrario jeje. 

Y con esto ya dicho, nos vemos la otra semana con le primer capítulo<3

No se olviden se ocupar mascarillas y mantener distancia social;)

Péscame poDonde viven las historias. Descúbrelo ahora