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Mini maratón 2/2


—Pero, Mateo po, préstame tus apuntes —la Vale frunció el ceño.

—Vas en el cuarto semestre, Valeria, debes aprender a tomar apuntes —suspiré y le extendí mi cuaderno.

—No es que no sepa, es que escribo lento y no alcanzo a hacer todo —comenzó a tomarle fotos a las páginas.

—Porque escribes como con mil lápices po —le recriminó el Lucho.

—¡Porque no me gusta si todo es con un solo color! Y no son mil, no me entran tantos en el estuche —le sacó la lengua.

—Perdón, Valeria, quinientos lápices —le sonrió el moreno de forma sarcástica.

La rubia ignoró a mi buen amigo y me entregó el cuaderno.

—¿Van a ir a mi casa en la tarde? Mi mamá me preguntó ayer para saber si van a quedarse a tomar once —apoyó sus brazos detrás de su cuerpo, en el pasto.

—Yo sí, pero depende de qué tan tarde me vaya si tomo once o no —respondí.

—Si vas sabes que mi mamá no te va a dejar irte sino comes, la conoces.

—Por eso me gusta ir a tu casa, tu mamá siempre nos alimenta bien —el Lucho sonrió mientras miraba en una dirección equis, como si estuviera recordando alguna de esas veces.

—Le encanta que adulen su comida, es por eso —la Vale bufó.

—No tengo problema alguno en hacerlo si eso significa comer su comida.

Reí, porque era cierto: el Lucho con tal de comer algo que le gustaba era capaz de mucho. Aunque era completamente cierto que la mamá de la Valeria cocinaba como los dioses, también me gustaba ir a su casa por eso.

—Ya, le voy a avisar a mi mamá que voy a tomar once en tu casa —me levanté para llamarla.

—Hola —contestó luego de algunos tonos.

—Hola, mamá.

—¿Cómo estás?

—Bien, en un rato más tengo laboratorio —tapé mi boca por el bostezo que tuve.

—Que te vaya bien, entonces. ¿A qué hora terminas?

—Como a las cinco, pero luego vamos con el Lucho a la casa de la Vale a estudiar para un certamen, así que voy a comer allá, para que no me esperen.

—Ah, ya, dale. Mándales mis saludos a los chicos, besitos.

—Te amo, chao.

—Te amo, cuídate —cortó la llamada.

Volví con los chicos y el Lucho le estaba explicando algo a la Vale, por lo que la rubia lo miraba con el ceño fruncido y una mueca en los labios, demostrando una especie de confusión e incredulidad.

—¿Tú no dejai de ser weón ni porque te pagan, cierto?

—¡Te estoy hablando en serio! —replicó el moreno con los ojos bien abiertos.

Ella resopló y dejó caer su espalda contra el pasto—. No me interesa saber de tu vida sexual, Lucho.

—Pero lo importante es que hay una —señalo.

La rubia suelta una risa y mi amigo me da un golpe en la nuca, por lo que me quejo, pero no dejo de reírme.

—Son como el hoyo, no sé porqué me junto con ustedes —tomó su mochila y se levantó para comenzar a caminar.

Péscame poOù les histoires vivent. Découvrez maintenant