016 parte II;

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[Sin editar]

Josefa. 


Cerré la puerta de mi casa y saqué el pelo del polerón mientras cerraba el portón y caminaba hasta el auto estacionado en la calle.

—Hola —lo saludé.

—Hola, ¿cómo estai? —el Mateo sonrió.

—Bien, ¿y tú?

—Bien, un poco ansioso por esta misión —solté una pequeña risa y él se mordió el labio—. Me encanta tu risa.

Dejé de reír inmediatamente y lo miré sorprendida. Si bien era consciente de sus sentimientos y él lo sabía, pocas veces hacía comentarios tan directos.

—Tienes suerte de escucharla —sonreí de lado y me puse el cinturón de seguridad.

—Efectivamente, la tengo.

Luego de eso nos limitamos a escuchar música mientras él seguía las instrucciones del GPS para llegar a nuestro destino.

—¿Me quedo aquí a esperarte? —preguntó luego de estacionarse.

—Sí, no creo que me demore mucho —respondí mientras me quitaba el cinturón de seguridad.

—Ya, suerte.

Salí del auto y caminé hacia la casa del Axel a paso rápido, ya que estaba lloviznando. Abrí el portón y su perro, el Toto, se quiso abalanzar sobre mí, pero me moví para que no me ensuciara.

—No po, Toto, estai cochino —seguí caminando con el perro detrás.

Toqué la puerta y me abrió la mamá del Axel—. Josefa, hola —me dio un beso en la mejilla—. Pasa, pasa, no te mojes —se hizo a un lado y luego de limpiar mis zapatos entré.

—Gracias, ¿está el Axel? Necesito hablar con él un ratito.

—Sí, está en su pieza, ¿pasó algo con la Carla? Ha estado medio bajoneado estos días, pero cuando le pregunto dice que está bien.

Suspiré—. Tuvieron una pelea, por eso vine, para intentar convencerlo de que hablen, la Carla igual está triste.

—Pucha —frunció sus labios—. Ojalá lo puedas convencer, no creo que haya sido tan grave como para que no puedan hablarlo. Anda nomás.

—Gracias, permiso.

Caminé por el pasillo que llevaba a la pieza del Axel y luego de escuchar un "pase" después de haber tocado la puerta, entré lentamente.

—Hola —sonreí.

Él giró en la silla de su escritorio y suspiró cuando me vió—. Hola, Jojo, pasa.

Cerré la puerta y le di un pequeño abrazo antes de sentarme en su cama.

—Si vienes a hablar de tu hermana, la verdad es que no...

—Sí, vengo a hablar de ella y vas a tener que escucharme porque no vine hasta aquí para ser ignorada —lo interrumpí—. La Carla ya me contó lo que pasó.

—Lo que hizo, querrás decir —se cruzó de brazos.

—Mh... Bueno, sí, lo que... hizo —carraspeé—. Pero al parecer soy yo la que sabe más que tú.

—¿Cómo?

—Que las cosas no son como tú crees... Al menos no al cien por ciento —hice una mueca—. Ella sí se equivocó, pero no de la forma en que tú crees, no así —intenté explicar—. La Carla está muy triste porque no le contestas el teléfono y... Pucha, independiente de lo que ella hizo o no hizo ustedes llevan mucho tiempo juntos y...

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