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Josefa.


—Quiero un café —le respondí al Mateo cuando me preguntó a dónde quería ir.

—¿Quieres ir a una cafetería? —preguntó arrancando el auto—. Yo no conozco ninguna cerca de aquí.

Asentí—. Sí, pero no queda cerca.

—No importa, dame la dirección.

Hice lo que me dijo y luego le pregunté si podía poner música, ya que no me gustaba la que estaban dando en la radio.

—Sí, pero colócala de mi teléfono, si quieres conectar el tuyo tengo que parar —tomó su teléfono y lo desbloqueó para luego tendérmelo.

Busqué una lista de reproducción que me gustaba y luego en mi teléfono puse el GPS con la dirección de la cafetería, como él me lo pidió, para no perdernos.

—¿Cómo está la Romi? —le pregunté cuando ya llevábamos unos segundos de silencio.

—Bien, un poco estresada ahora que está en cuarto, pero va bien. Me dijo que hablaron —me miró rápidamente antes de devolver su atención hacia el camino.

Asentí con la cabeza—. Síp, hablamos unas cuantas veces por Instagram... Ella... —me aclaré la garganta, un poco incómoda—. Ella me dijo lo que le pasó —me mordí el interior de la mejilla.

Agradecí haberme puesto el cinturón cuando el Mateo frenó el auto de golpe—. ¿Qué?

Los autos que iban detrás de nosotros comenzaron a pitear, así que le hice una seña al castaño para que avanzara. Se demoró unos segundos en despabilar y volver a acelerar.

—Creo que mejor seguimos hablando en la cafetería —murmuré.

Él no volvió a emitir ninguna palabra en lo que restaba de camino, pero podía notar que a veces me daba pequeñas miradas... que no supe cómo interpretar.

Al llegar a la cafetería él se estacionó y agradecí haberle preguntado al subirme al auto si podía poner música, porque de lo contrario habría sido muy incómodo para ambos esa situación.

Bueno, más de lo que ya había sido.

—Hablemos aquí —dijo al apagar el motor—. Si ella te habló de lo que creo que te habló... es mejor tener privacidad —su voz era seria, pero baja.

Asentí, a pesar de que él no me veía y me quité el cinturón de seguridad.

—¿Te molestó? —pregunté y él desvió su vista hacia mí, serio.

Suspiró—. Primero dime qué te dijo, luego te respondo.

Presioné mis labios mientras me acomodaba sobre el asiento, dejé mi espalda hacia la puerta para  así poder mirarlo mejor.

—Ella me habló sobre ese... Ese tipo y lo que le hizo —murmuré. Afuera casi no pasaban ni gente ni autos, no tenía por qué elevar la voz—. Me dijo sobre lo que ella mismo hizo... La Romina confió en mí —me mordí el interior de la mejilla, nerviosa por su reacción.

Me miró, por no sé cuánto tiempo, y yo le sostuve la mirada. Podía ver la duda, la indecisión sobre cómo reaccionar.

—¿Por qué te lo dijo?

—No... No sé —admití—. Tal vez necesitaba hablarlo con alguien que... que la entendía —murmuré.

Cuando la Romi me habló por Instagram para preguntarme cómo estaba y finalmente le di mi número de teléfono, me llamó y estuvimos hablando por mucho tiempo... Y la sentí tan cercana, tan igual.

Péscame poDonde viven las historias. Descúbrelo ahora