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Estacioné el auto de mi papá y bajé de él para dirigirme a las escaleras del estacionamiento subterráneo y subir hasta el piso cuatro de la clínica, en donde la Romi estaba en una cita con una sicóloga. Tenía una sesión semanal de una hora y casi siempre uno de nuestros papás venía a buscarla, pero mi mamá estaba trabajando y mi papá estaba en la casa enfermo, así que aprovechando que había llegado temprano a la casa la vine a buscar.

Me senté en una de las sillas de la sala de espera. Busqué mi teléfono en uno de mis bolsillos y me puse a jugar una sopa de letras. Cuando era chico me acuerdo que me cargaban, las encontraba súper aburridas, pero desde que entré a la universidad me di cuenta que eran un buen ejercicio mental y sobre todo si era con tiempo.

Cuando el tiempo se acabó levanté la vista y vi a la Josefa salir del pasillo de las consultas. Fruncí el ceño y me levanté rápidamente para ir a su encuentro.

—Josefa —la llamé en voz baja, porque lo único que se escuchaba en el lugar era el sonido bajo de una televisión que estaba en una pared.

Ella se dio la media vuelta y me miró con confusión, se acercó unos pasos—. ¿Mateo, qué estai haciendo acá? —frotó su brazo derecho con su mano izquierda.

—Estoy esperando a mi hermana, ¿tú?

Vi la mirada de duda que tenía y que adoptó una postura un poco más tensa, como si no quisiese decirme. Abrí la boca para decirle que no se preocupara de responder, pero me interrumpió—. Yo... tenía una cita —carraspeó.

—¡Mateo! —ambos volteamos a hacia mi hermana, que venía caminando con su sicóloga al lado.

—Espérame un poco, ¿ya? —la Josefa asintió y me acerqué a las mujeres—. Hola, doctora Sánchez, ¿cómo está? —saludé a la mujer morena.

—Bien, Mateo, ¿tú?, ¿cómo va la universidad?

—Estresante, pero bien. ¿Estás lista, Romi? —le pregunté a mi hermana.

Ella asintió—. Sí, ya podemos irnos.

Nos despedimos de la doctora Sánchez y caminamos hacia las escaleras, donde estaba la Josefa esperando.

—Romi, ella es una amiga de la universidad, se llama Josefa. Josefa, ella es la Romina, mi hermana menor —las presenté.

—Hola —la pelinegra le dio una leve sonrisa a mi hermana.

—Hola —le sonrió mi hermana.

—Eh... ¿Estás ocupada ahora, Josefa? Nosotros vamos a ir a una heladería.

Ella apretó los labios unos segundos y luego negó con la cabeza—. No, no tengo nada que hacer.

No pude evitar la sonrisa que se apoderó de mi boca—. ¿Quieres ir con nosotros?

Vi como un atisbo de sonrisa se vislumbraba en esos rosados labios y asintió con la cabeza—. Sí, quiero.

Los tres bajamos en el ascensor hasta el estacionamiento y las guié hasta el auto de mi papá, la Romi se subió a mi lado como copiloto mientras la Josefa se sentaba en los asientos de atrás.

—¿También estudias tecnología médica? —le preguntó mi hermana a la pelinegra.

—No, estudios internacionales.

—¿Y qué es eso?

Conduje mientras la Josefa le explicaba a la Romi en qué consistía su carrera y el porqué había tomado esta decisión.

—Romina, siéntate bien —fruncí el ceño al ver que se había acomodado de lado para mirar a la chica de atrás—. Y pónete bien el cinturón.

Péscame poWhere stories live. Discover now