capítulo 17

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mateo.


Sí, estaba bastante emocionado por volver a ver a la Josefa luego de esta semana, en la que estuve bastante ocupado con lo último que me faltaba por entregar para cerrar semestre.

Me despedí de mi papá y de la Romi, ya que mi mamá estaba donde una amiga, quienes luego de prometer que me iba a cuidar y no iba a llegar tan tarde me dejaron partir.

Agradecía que en noviembre ya no hiciera tanto frío, ya que así al salir a esta hora no me congelaba.

Tomé una micro en el paradero cerca de mi casa y me tuve que ir parado debido a la cantidad de gente que iba, cuando pensé que iba a ser todo lo contrario.

Creo que a causa de la emoción con que iba por ver a la Josefa —a pesar de que había tenido unos pocos vistazos de ella durante la semana— el camino se me hizo más largo, por lo que estaba un poco impaciente. Cuando finalmente llegué a mi parada caminé a paso lento, intentando calmarme... Odiaba estar tan nervioso, probablemente la Josefa se reiría de mí si me viera en este momento.

Mi teléfono comenzó a sonar, así que me detuve a contestar.

—Hola.

—Oye, ¿ya vienes? —me preguntó el Lucho.

—Sí, ¿por?

—¿Podís pasar a comprar un pisco?

—¿Por qué compraría algo que no tomo? —fruncí el ceño.

—Para que tome yo —contestó con un tono de obviedad—. Ya po, te lo pago acá.

—Ya oh, nos vemos allá.

Me di la media vuelta para ir a la botillería que pasé en la cuadra anterior, pero del otro lado de la calle vi a la Josefa caminar con una chica al lado. Llevaba una falda, pantis y zapatos y un polerón negros. Me gustaba cómo le quedaba ese color con su tono de piel.

Crucé la calle ignorando mis nervios —los cuales agradecía saber disimular— y me miró cuando estuve frente a ella.

—Hola —sonreí.

—Hola —juntó sus manos delante de su cuerpo—. Mateo, ella es Sofía, una amiga. Sofía, él es Mateo, un amigo.

—Hola —dijo con una sonrisa, como si estuviera aguantándose las ganas de reír.

—Hola, un gusto.

—¿Vas al carrete?

—Sí —respondí a la Josefa—. El Lucho, un amigo, me pidió que vaya a comprar, así que a eso voy.

La amiga de la Josefa movió el brazo de ésta—. Oye, ¿me podís ir a comprar unos puchos, porfa? Se me quedaron los míos en mi casa —hizo un puchero.

La Josefa entrecerró sus ojos mientras la miraba, como si no le creyera—. Dame plata.

Su amiga le sonrió y le pasó cinco lucas, luego de dijo cuál tenía que comprar.

—Vamos, te acompaño —me dijo la Josefa y le di un pequeño movimiento de cabeza a su amiga antes de comenzar a caminar—. ¿Cómo te fue en tu presentación?

—Bien, menos mal había estudiado, hubo algunos que no lo hicieron y el profe les puso un uno, cuando reclamaron que él no había avisado les dijo que era nuestro deber estudiar y saber lo que entregábamos, sino, no servía.

—Igual qué fome, a veces uno hace los trabajos, pero no se aprende todo.

—Sí, así que menos mal lo había hecho con tiempo y alcancé a estudiarlo, no es la primera vez que el profe hace eso, prefiero pasar más tiempo estudiando que echarme un ramo.

Péscame poDonde viven las historias. Descúbrelo ahora