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—Pero, mamá, po. Déjame ir —la Romi hizo un puchero y juntó sus manos, como si estuviera rezando.

—No, estás castigada, Romina, ya te dije —mi mamá siguió mirando la novela.

Mi hermana menor se dio la media vuelta y subió las escaleras enojada. Solté una pequeña risa y seguí viendo Instagram.

La Romina quería ir a un carrete hoy en la noche, pero la semana pasada mi mamá le pilló marihuana en la mochila, por lo que la castigó dos semanas. Y no, mi mamá no le revisaba la mochila a mi hermana menor, pero comenzó a salir olor porque la tenía al lado de su almohada y por esas casualidades de la vida dejó la puerta abierta. Pobre de ella.

—Si sabes que a pesar de que la castigues, si ella quiere fumar marihuana lo va a hacer igual, ¿cierto? —le pregunté—. No es por defenderla —me apresuré a decir cuando me miró con el ceño fruncido—. Pero es verdad.

Suspiró—. Sí sé, pero eso no quiere decir que está bien.

—No, pero igual entiéndela, quiere probar cosas, es normal.

—Tú te salvaste porque nunca te pillé nada, pero no creas que no sabía que te ibas a fumar por ahí.

Le di una sonrisa angelical—. Mamá, la gente cambia —guiñé un ojo y me levanté del sillón para subir las escaleras.

Toqué la puerta de la pieza de mi hermana menor y esperé a que ella preguntara quién era para responder y luego entrar cuando me dijo que podía pasar.

—¿Qué quieres? —preguntó mientras cerraba la tapa de su computadora.

—Que no seai tan pava y sepas dónde guardar la hierba cuando traigas —me senté en su cama.

Me miró mientras se cruzaba de brazos—. ¿Y dónde sería eso, señor experto?

—No la guardes ni en la cama, ni en tu mochila, ni menos en tu ropa porque el olor es pegajoso. La puedes guardar en el cajón de tu maquillaje —sugerí.

Sonrió—. Eres un pésimo hermano si quieres enseñarme a guardar droga.

—O uno bacán, depende de dónde se le mire —le guiñé un ojo y me levanté para salir de su pieza, pero antes me di la media vuelta—. ¿Quieres comer sushi?

—¿Te rajai?

—Sí po.

—Dale, yo lo encargo.







—Hace tiempo no voy a un carrete —dijo el Lucho mientras se sentaba frente a la Vale y a mí en el pastito.

—¿Y? —preguntó ella.

—Que quiero ir a uno po.

—Yo sé de alguien a quien invitaron a uno —miré a la rubia a mi lado sonriendo.

Ella me miró con los ojos entrecerrados y luego asintió con la cabeza—. Sí, pero la verdad me da flojera ir. Además, me voy a quedar con la Vivi ese día —nombró a su polola.

—¿Y no nos puedes acompañar un ratito para que no lleguemos como de colaos y luego se van? —el Lucho juntó sus manos como si estuviera rezando.

—¿Nos? —pregunté confundido.

—Sí, de tú y yo —me sonrió.

—Pero a mí me da flojera.

—Pero antes de la flojera está tu gran amigo Lucho... ¿o no?

Suspiré—. Ya, pero no creo que me quede mucho.

Péscame poWhere stories live. Discover now