018;

87 5 0
                                    


Josefa. 


Ese día sabía que era muy probable ver al Mateo en el carrete, por lo que me detuve a pensar en qué haría.

Si bien era cierto que no me sentía del completo preparada para tener una relación seria —lo cual mi sicóloga dijo que era completamente normal—, confiaba en el Mateo y quería... Quería darme una pequeña oportunidad con él.

Por eso, cuando sus labios se juntaron con los míos mientras estábamos bailando, no dudé en devolverle el beso.

Sabía que la casa en que se estaba haciendo el carrete estaba llena de gente, por lo que me sentía un poco más segura y desinhibida, así que no dude en abrir mi boca cuando sus labios me instaron a hacerlo. Asimismo, no dudé en arremeter mi lengua contra la suya.

Una de sus manos apretó mi cadera y aumenté el ritmo del beso, tirando un poco de su cabello, a lo que él respondió tensando su mano en mi cabello, provocando un leve tirón que no hizo más que entusiasmarme.

Puede que el siguiente comentario —o más bien sugerencia— que solté se debiera a que me sentía un tanto desinhibida por el alcohol que había ingerido, el cual, si bien no había sido mucho, pero yo no era de las personas que tomaba hasta quedarse tirada en el piso.

—Ven —murmuré cuando me separé de su boca y tomé su mano para comenzar a caminar tirando de él.

—¿A dónde vamos? —gritó por sobre la música mientras yo intentaba hacerme un espacio entre toda la gente que había en la casa. Era probable que si seguían llegando personas llamaran a los pacos.

No respondí, ya que estaba concentrada en buscar un lugar donde pudiera tener más privacidad para poder besarme con él en tranquilidad.

Intenté abrir una puerta que encontré en un pasillo, pero estaba cerrada, así que abrí la que le seguía y sonreí cuando la manilla cedió.

—¿Por qué me trajo hasta aquí, señorita Ramírez? —preguntó con una sonrisa mientras alzaba las cejas.

Cerré la puerta y sonreí—. Creo que no es necesario hacer la aclaración.

Él soltó una pequeña risa y ese fue mi incentivo para tirarme a sus brazos.

Enredé mis brazos en su cuello mientras pegaba mi boca a la suya, sus manos fueron a mi cara y me separó un poco.

—Yo no... —fruncí el ceño sin entender lo que quería decir—. No quiero hacerte sentir incómoda —frunció el ceño, con los ojos cerrados.

—Yo te digo cuando parar —murmuré mientras dejaba besos en su mandíbula.

—Pero prométeme que me vas a decir cuando quieras parar, ¿ya?

—Sí, sí, te lo prometo —murmuré mientras bajaba mis besos por su cuello.

Soltó un pequeño gemido y tomó mi mandíbula con su mano, separándome un poco.

—No, mírame —dijo en voz baja y bufé, acatando—. Promételo, dime que me vas a avisar cuando te sientas incómoda y ya no quieras seguir.

Me mordí el labio, porque, aunque el que se mostrara tan preocupado por mi comodidad no debería emocionarme como lo hacía —ya que debería ser algo normal—, no podía evitar que eso me diera más ganas de besarlo aun.

—Sí, Mateo, te lo prometo, ¿ahora me dejas besarte tranquila?

Negó con la cabeza con una sonrisa estampada en el rostro, divertido.

Péscame poWhere stories live. Discover now