🔥 Capítulo 7

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La corriente que nos arrastraba cada vez se hacía más fuerte y las manos del chico se aferraban con mayor firmeza a mi cuerpo, como si temiera perderme por el camino. Dada la presión y la fuerza del agua sobre nosotros, quedé en una posición distinta a la que él me tenía sujeta. Ya no me encontraba cogida en volandas, sino abrazada a él. Mis brazos rodeaban su cuello y mis dedos se enredaban en el cabello de su nuca, mientras que los suyos se mantenían clavados en mis costados.

Gracias a que su piel seguía brillando con el contacto de la mía, la oscuridad no era tan abrumadora. Aquello no dejaba de fascinarme y no sabía si sería la falta de oxígeno, pero me sentía extrañamente protegida y a gusto a su lado.

Apreté los párpados al notar mis pulmones escocer, me ahogaba y las ganas de coger aire me carcomían por dentro, aunque era consciente de que si lo hacía me esperaría una lenta y dolorosa muerte que no me gustaría experimentar.

Una última corriente nos escupió fuera del agua, sin embargo, no tardamos en volver a sumergirnos. Esta vez ya nada nos impedía subir a la superficie. El muchacho me soltó y se impulsó hacia arriba, cosa que yo imité con desesperación al ver que se alejaba con mucha rapidez; no quería quedarme sola, me daba miedo.

Saqué fuera la cabeza, respiré hondo hasta que me deshice de la sensación de morir asfixiada e hice un escaneo completo del lugar a la vez que nadaba para mantenerme a flote. Detrás de mí había una cascada que salía de un punto del techo que no era muy visible y hacía un efecto cortina que impedía ver lo que había al otro lado; supuse que habíamos salido de ahí.

Me encontraba en el interior de una cueva por la que entraba mucha luz, las paredes estaban repletas de enredaderas y lianas que se colaban por lo agujeros, grandes y pequeños, que había repartidos por doquier. Al frente se podía divisar la orilla, por donde el extraño gateaba para salir del agua. Este cayó al suelo y se dio la vuelta hasta quedar boca arriba, se le veía bastante cansado.

Me desplacé a braza hacia allí con dos cosas claras: ya no me localizaba en Saranac Lake y solo ese tío podía darme las respuestas que buscaba para resolver el caos en mi cabeza, solo él podía convencerme de que no estaba loca y que había algo sobrenatural en todo aquello.

¡Dios, acabaría perdiendo la cabeza! Si es que no la había perdido ya...

Cuando llegué a tierra firme el tipo seguía tirado en el suelo intentando recuperarse de la fatiga y de sus dificultades para respirar.

—Voy a matarte por esto —le aseguré.

—¿Si? Pues ponte a la cola.

Sonrió de manera exagerada, mostrándome su blanca dentadura.

—¿Dónde me has traído? —Volví a observar lo que me rodeaba.

—A Dracones.

—¿Qué es eso?

—Un mundo subordinado al tuyo. —Me miró—. Mi mundo.

Vaaale —reí, nerviosa—. Se me ha ido la pinza, ¿verdad?

—¿La pinza? —Arrugó el cejo; no me entendió—. ¿Cómo que la pinza?

—¿Me he vuelto loca? —aclaré.

—No —negó—. Y ahí tienes la prueba.

Señaló la zona de mi corazón, donde mi camiseta se encontraba manchada de sangre por la herida que él me había provocado. Me la palpé y siseé adolorida. Era real, todo había pasado de verdad. Me sentí aliviada, aunque no tenía ni idea de qué era peor; que mi salud mental estuviese dañada o que no lo estuviese y que realmente existiera un lugar fantástico oculto.

Corazón vagabundo: enjauladoWhere stories live. Discover now